RESEÑA/REVIEW
Vanesa
Lio
Centro Interdisciplinario de Metodología de las Ciencias Sociales / IDIHCS
-
Universidad Nacional de La Plata - CONICET
vanesa.lio@gmail.com
Martín
Urtasun
Centro Interdisciplinario de Metodología de las Ciencias Sociales / IDIHCS
-
Universidad Nacional de La Plata - CONICET
martinjurtasun@gmail.com
Cita sugerida: Lio, V. y Urtasun, M. (2017). [Revisión del libro Enigmas y complots. Una investigación sobre las
investigaciones de L. Boltanski]. Cuestiones de SociologĂa, 16, e034. https://doi.org/10.24215/23468904e034
Enigma, complot e investigación funcionan como eje articulador de este libro de Luc Boltanski, publicado en 2012 y traducido al español en 2016. A partir de dos géneros literarios, la novela policíaca y el relato de espionaje, el autor reflexiona acerca de la representación y problematización de la realidad desde finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX. Los relatos protagonizados por los personajes Sherlock Holmes, de Arthur Conan Doyle, y Jules Maigret, de Georges Simenon, le sirven para ilustrar las características de la novela policíaca en los contextos inglés y francés respectivamente. En cuanto a las novelas de espías, Los 39 escalones de John Buchan funciona como un prototipo del relato original sobre el cual se despliegan distintas transformaciones ejemplificadas con obras de otros autores.
A partir de una reconstrucción histórica del surgimiento de estos géneros y del estudio de sus componentes fundamentales, en una operación que debe mucho a la arqueología tal como la entendía Michel Foucault1, Boltanski sugiere que han sido utilizados como un medio para exponer al público algunas de las inquietudes que tocaban la esencia de los dispositivos políticos surgidos a finales del siglo XIX. La cuestión de la verdad (manifestada en la tensión entre lo oficial y lo oficioso), la extensión de la sospecha, y la articulación de los Estados-nación con el capitalismo son algunas de las tensiones en las que se expresa este acercamiento entre el orden político moderno y la narración literaria.
La
obra se despliega, a su vez, en vinculación con tres campos
disciplinares: la psiquiatría, con la invención de la
paranoia como nueva enfermedad mental estrechamente vinculada a la
investigación; las ciencias políticas, que al
desplazarse del plano psíquico al social toman por objeto la
conjura y las teorías de la conspiración, y la
sociología, en su búsqueda de formas específicas
de causalidad.
El enigma, que es el eje de toda novela policíaca, “es el resultado de una irrupción del mundo en el seno de la realidad” (p. 25). Así, Boltanski traduce los principales rasgos del género a los conceptos introducidos en su obra De la critique. Précis de sociologie de l’émancipation (2009). Si el “mundo” supone “todo lo que sucede” y todo lo que podría ocurrir, y esto implica la imposibilidad de conocerlo y dominarlo en su totalidad, la “realidad” queda estabilizada, en cambio, por formatos preestablecidos y sostenidos por instituciones con un carácter jurídico o parajurídico. El enigma es, entonces, una singularidad que rompe con las condiciones en apariencia normales en que se presentan las cosas.
En este contexto, el detective debe interpretar los enigmas, darles un sentido, especialmente mediante la atribución de hechos e intenciones a la acción de personas (causalidad). De esta forma se reconstruye la normalidad, como continuum de causas y efectos previsibles tanto en la realidad física como en la realidad social. Resuelto el enigma, vuelve el orden establecido.
El surgimiento de la novela policíaca sólo es posible a condición de que se pueda establecer algo capaz de presentarse como la realidad. El Estado, garante de dicha realidad, es sometido a una prueba –concepto desplegado en una obra anterior2– que no es otra cosa que la anomalía que representa el enigma.
El
autor introduce así uno de sus principales argumentos en torno
a la relación entre el Estado y la realidad. La novela
policíaca –explica– habilita la investigación
de la vida privada de los sospechosos haciendo confluir lo público
y lo privado, la sociedad civil y el Estado, y se coloca en un lugar
de indistinción entre dos realidades: la realidad como objeto
de una experiencia individual y la realidad como totalidad, que se
sostiene en las instituciones. Es justamente hacia finales del siglo
XIX –momento en que aparece este género literario–
que las instituciones se sistematizan en Europa bajo la autoridad del
Estado, que busca, con el respaldo de la ciencia y las
investigaciones sociales, reducir la distancia entre la realidad
vivida y la realidad instituida, entre las subjetividades y los
dispositivos. Boltanski vincula el nacimiento de estas novelas en
Francia y Gran Bretaña con la formación del Estado
moderno y de las democracias parlamentarias, y encuentra un paralelo
entre las formas que adquiere la novela policíaca en cada caso
y los distintos modos de gobierno que se establecieron en esos
países. A su vez, los contextos nacionales influyen en el modo
en que la novela policíaca evidencia, y disimula al mismo
tiempo, una contradicción entre el Estado de derecho y las
clases de la sociedad capitalista.
Los relatos de espionaje, que aparecen a principios del siglo XX, comparten con las novelas policíacas la misma inquietud sobre la robustez de la realidad. Pero esta vez la figura desestabilizadora es la del complot, como conspiración de individuos diferentes y dispersos que actúan como uno solo. Para desenmascarar y contrarrestar los efectos de estas conspiraciones, el Estado deberá superar una serie de pruebas, y demostrar su capacidad para garantizar la seguridad de la población.
Si en la novela policíaca el enigma suele ser un crimen puntual, en los relatos de espionaje es la misma realidad la que se pone en jaque como resultado de un ataque sistemático desde dentro y fuera del propio Estado. Esta diferencia expresa dos “estados del Estado”: la paz sobre la que se recortan los crímenes que investigan policías y detectives, y la guerra constante disimulada por una paz aparente, en que la sospecha se generaliza. En las novelas de espionaje, tal vez más que en las policíacas, se explora a fondo la tensión entre una realidad oficial, aparente pero falsa, y una realidad oficiosa, oculta pero verdadera, que lleva a una pregunta por el locus del poder en los nuevos Estados pretendidamente liberales y democráticos: ¿son realmente sus representantes políticos quienes gobiernan, o no son más que una fachada para individuos y grupos ocultos que ejercen su control desde las sombras? Las respuestas, con sus distintas connotaciones políticas, vuelven sobre un capitalismo dinámico que rompe las fronteras de los Estados y erosiona el poder de sus representantes, ya sea en alianza con anarquistas y socialistas, con judíos o con las élites que conforman las clases dominantes.
La investigación que emprenden los personajes de ambos géneros narrativos se prolonga al punto de constituir una búsqueda infinita de pruebas de la realidad. Esta actitud es la misma que por la misma época había sido tipificada por la psiquiatría como indicadora de una nueva enfermedad mental llamada paranoia. Desde sus primeras formulaciones, referidas a individuos o tipos sociales frustrados y con delirios de grandeza, el uso del término se ha extendido hasta describir grupos e incluso sociedades enteras, y ha mantenido su carácter patológico o peyorativo. Reapropiada especialmente por las ciencias políticas, la paranoia funciona como una herramienta crítica que se utiliza desde posturas liberales contra un “estilo político” presente tanto en los extremismos de izquierda como de derecha. Más allá de las inconsistencias que encuentra en dichos planteos, Boltanski señala la fuerza que ha tomado el rechazo conjunto a la paranoia y a las “teorías del complot”, tanto en las ciencias sociales como en otras formas de investigación, como el periodismo.
¿Cómo se vincula el análisis de estas figuras literarias con la investigación en ciencias sociales, particularmente en sociología? Boltanski afirma que se asemejan en que
“(...) la sociología no deja de poner a prueba la realidad de la realidad, o, si se prefiere, de poner en duda la realidad aparente, tratando de alcanzar una realidad que a la vez estaría más oculta, sería más profunda y más real. Para ello se apoya en la identificación de enigmas, es decir, en los acontecimientos o hechos que parecen contradecir la realidad o al menos no se integran fácilmente en los cuadros utilizados para dar sentido a lo que ocurre” (p. 57).
Esta similitud vuelve a las ciencias sociales vulnerables a la crítica de una paranoica “sociología de la sospecha” entregada a las “teorías del complot”, lo que plantea un antiguo debate en torno al uso de explicaciones causales y a la legitimidad de las entidades sociológicas. ¿Puede la sociología apelar a entidades colectivas más allá de las personas jurídicas oficiales, o de la vaguedad de las entidades narrativas de uso ordinario? Boltanski ejemplifica esta acusación con el llamado de Karl Popper a rechazar tanto entidades colectivas como conspiraciones en favor de explicaciones “verdaderamente científicas”, basadas en los resultados no previstos de la acción individual, y orquestadas por el mercado. El autor propone leer las innovaciones y giros teóricos contemporáneos como respuestas a esta “maldición de Popper”, desde la reivindicación estructuralista de una sociología sin sujeto hasta el individualismo metodológico, pasando por el marxismo analítico, la teoría del habitus, la microsociología y el análisis de redes.
Este recorrido muestra la complejidad de una tensión constitutiva de la disciplina que, para ser crítica, debe ir más allá de las categorías oficiales que conforman la realidad, a las que, por otro lado, se encuentra unida desde sus orígenes a través de las pretensiones estabilizadoras del Estado-nación. En sus distintas versiones, la investigación implica entender a las categorías de público y privado, de oficial y oficioso, como fronteras móviles que se superponen, como indica el concepto de multiposicionalidad, que constituye el sustrato para múltiples formas de la crítica. Más que en alguna diferencia epistemológica fundamental o en las técnicas utilizadas, Boltanski encuentra la especificidad sociológica en la relación entre investigador e investigado que se expresa en la renuncia al juicio, sobre todo con respecto a los individuos y sus acciones. De esta manera, se cierra su obra con una reflexión de clara inspiración pragmática, al evitar una distinción radical entre el conocimiento sociológico y las formas que adopta la investigación por fuera de sus límites disciplinares. Para poder cumplir su “vocación de aclarar la realidad contemporánea” y aportar al debate público, la sociología deberá reformular la disyuntiva entre individuos y colectivos como únicas entidades científicamente aceptables, desprenderse de esquemas propios de la forma Estado-nación, hoy en plena transformación, y buscar nuevos cuadros conceptuales que capten relaciones de causalidad en distintas escalas simultáneas.
1 Así lo especifica el propio Luc Boltanski en una entrevista reciente sobre este libro publicada en el último número de Diálogo Global, revista de la Asociación Internacional de Sociología. Disponible en español en http://isa-global-dialogue.net/wp-content/uploads/2017/03/v7i1-spanish.pdf
2 Boltanski, L. y Thévenot, L. De la justification. Les économies de la grandeur, Gallimard, París, 1991.
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