Artículos
Jerarquía ecológica y de capital en la producción de un espacio periférico del capitalismo global
Resumen: Este trabajo tiene por objetivo analizar la capitalización de la naturaleza y el territorio en Andalgalá, espacio periférico del capitalismo global pero funcional al él por el desarrollo de actividades extractivas a gran escala, mineras puntualmente. Desde una aproximación decolonial abrevaremos sobre la producción de un espacio atravesado por diferentes jerarquías (ecológica y de capital) asociadas a un patrón de poder colonial/moderno que sistemáticamente ha negado la coexistencia de diferentes espacio-temporalidades. Desde una metodología cualitativa apoyada con trabajo de campo, pretendemos contribuir a esclarecer problemáticas comunes a la región vinculadas a la apropiación de recursos geoestratégicos, propiciando la reflexión colectiva sobre una problemática común a diferentes geografías de América Latina.
Palabras clave: Dinámica geopolítica, Jerarquía económica, Jerarquía ecológica.
Ecological and capital hierarchy in the production of a peripheral space of global capitalism
Abstract: This paper aims to analyze the capitalization of nature and territory in Andalgalá, peripheral space of global capitalism but functional to it by the development of mining activities on a large scale, mining on time. From a decolonial approach, we will water the production of a space crossed by different hierarchies (ecological and capital) associated with a colonial / modern power pattern that has systematically denied the coexistence of different space-time. From a qualitative methodology supported by the field work, we intend to contribute to clarify problems common to the region related to the appropriation of geostrategic resources, fostering collective reflection on a common problem to different geographies in Latin America.
Keywords: Geopolitical dynamics, Economic hierarchy, Ecological hierarchy.
Introducción
A modo de introducción, en términos generales, este trabajo buscará mostrar la conexión que existe entre espacios marcados por la diferencia colonial y los espacios globales para la expansión del capital transnacional en el continente americano. Más concretamente, esta contribución pretenderá analizar una dinámica geopolítica vinculada a la reprimarización y recolonización de territorios ricos en recursos mineros ligados a la explotación metalífera en espacios periféricos del capitalismo global. Esta temática se inscribe en el gran tema del extractivismo y las políticas fijadas por el Consenso de Beijín, donde China marcó el rumbo de la geopolítica de los recursos naturales desde 2008.
En este contexto aspiramos a explicar la tensión entre la retórica de la modernidad y la lógica de la colonialidad en Andalgalá (noroeste de la provincia de Catamarca), tensión que pone de manifiesto la supremacía de saberes modernos-occidentales1 (organizados en jerarquías de saber y poder) sobre otros saberes, resultando las jerarquías ecológica y de capital las de mayor protagonismo en la organización social de este espacio-tiempo.
Vale aclarar que la primera versión de este trabajo se denominó “La capitalización de la naturaleza y la recolonización de territorios ricos en recursos mineros. un abordaje en clave decolonial” y fue presentado en XVI Congreso Internacional sobre Integración Regional, Fronteras y Globalización en el Continente Americano, celebrado en la Universidad de Antioquia, en octubre de 2017 (Medellín, Colombia).
El presente escrito se estructurará de la siguiente manera. Primeramente haremos una breve referencia a la geopolítica de los recursos naturales a modo de inscribir la temática en el contexto del neoextractivismo. Seguidamente, presentaremos propuestas transdisciplinares que tienen como eje de reflexión de la capitalización de la naturaleza, como lo son la ecología política y la perspectiva u opción decolonial. Expondremos los aspectos compartidos, resultando el punto de encuentro la crítica a la noción de desarrollo y el cuestionamiento a la modernidad eurocentrada. Sin embargo, la mayoría de los trabajos vinculados al neoextractivismo y a la capitalización de la naturaleza están planteados desde la ecología política y no en clave decolonial. Por tal, el desarrollo de este artículo asume el desafío de realizar el análisis de caso en dicha clave.2
Finalmente, es oportuno aclarar que este trabajo aporta al Grupo de Trabajo CLACSO 2016-2019 “Fronteras, regionalización y globalización” en el campo temático Economía y Políticas de Desarrollo3 al cual pertenecemos y se articulan los proyectos de investigación en los que participamos4.
Geopolítica de los recursos naturales y recolonización de territorios mineros
Como anticipamos, esta temática indaga las manifestaciones espaciales del desarrollo del capitalismo neoliberal a escala global y sus respuestas en espacios interiores de la provincia de Catamarca (Andalgalá), en un contexto geopolítico ligado a la reprimarización y recolonización de territorios ricos en recursos naturales (Schweitzer y Valiente, 2018). Puntualmente, analizaremos las implicancias que tienen los megaproyectos en dichos espacios asociados a la segunda naturaleza (Ibarra y Talledos, 2016), produciendo nuevos espacios para la reproducción del capital involucrando recursos geoestratégicos como los minerales metalíferos, dando lugar a una colonialidad de la naturaleza (Albán y Rosero, 2016).
Esta dinámica geopolítica requiere el desarrollo de un “mineralo-estado” en términos de Mirta Antonelli (2015). La autora hace una genealogía de la construcción del éste mineralo-estado, el cual requiere que el Estado sea quien:
Antonelli sitúa el origen de este proceso para el caso argentino a principios de los 90. En efecto, con la llegada al gobierno de Menem (1989-1995; 1995-1999), se dictan las Leyes de Primera Generación que impulsan la privatización y el traspaso de los recursos naturales independientemente del extractivismo y carácter predatorio cortoplacista. Denomina a este mecanismo territorialización onnímoda de los capitales (Antonelli, 2015, pp. 244-266).
En este escenario, entonces, procuraremos reconocer cómo la retórica de la modernidad aparece bajo la forma de una colonialidad económica y de la autoridad mediante la acumulación por desposesión y por apropiación, siendo el neo-extractivismo su rasgo sobresaliente. Así, en estos espacios periféricos del capitalismo global, la producción de minerales implica la producción capitalista de la naturaleza, y lo que está en el centro del debate es, la colonialidad de la naturaleza, A este proceso Mignolo lo define como:
la colonialidad de la naturaleza (…) se puede ver a través del prisma de la colonialidad económica y de la autoridad: es la batalla internacional por la apropiación y explotación de recursos naturales del planeta y por ende de todo organismo viviente que hasta hace poco florecía en las áreas que ahora se han convertido en zonas de muerte: zonas de muerte no todavía para los ejecutivos de las transnacionales o de los gobiernos locales e internacionales, sino para la gente que los habita (Mignolo y Carballo, 2014, p. 132).
A modo de cierre entonces, anticipamos cómo la retórica de la modernidad se manifiesta en la colonialidad de la naturaleza apoyada en una jerarquía ecológica y de capital, que en adelante abordaremos.
La tríada economía-política-ecología: entre la Ecología Política y la Opción Decolonial
Las relaciones economía-ecología-política se expresan bajo diferentes denominaciones (conflictos socio-ambientales, conflictos ecológicos-distributivos; giro eco-territorial, por citar algunos) expresando proyectos políticos protagonizados por diversos actores y con diferentes reivindicaciones. Estas denominaciones nutren los trabajos en la línea de la ecología política.
Martínez Alier señala como los debates marxistas a lo largo del siglo XX se han ocupado de lo político y de lo económico, pero han soslayado la dimensión ecológica. O´Connor, otro exponente de esta perspectiva, avanza a través de la segunda contradicción del capital a una conceptualización que no tienda a segmentar el problema económico-ecológico, sino a avanzar en la tríada economía-ecología-política (Zorzoli, 2018). Así se fue configurando la ecología política como un campo interdisciplinar, como una herramienta teórico-analítica de relevancia ante la intensificación desigual de consumo de energía y materia5, de acuerdo a lo señalado por Delgado Ramos (2013).
Hacia la década del 80’, diferentes disciplinas se abocaron a los conflictos por el acceso, despojo, uso y usufructo de los territorios y recursos. Cuestiones vinculadas a la apropiación, transformación, distribución y consumo de energía y materiales, o la especulación en el mercado de la tierra; eran las temáticas abordadas por la ecología política, reduciendo el valor del territorio a lo económico, en tanto que el mayor impacto en la construcción de este campo provino de la economía ecológica crítica y la ecología marxista. La posterior vinculación de las relaciones de poder con los procesos de apropiación, distribución y consumo, dieron lugar a la tríada mencionada.
Desde el ámbito iberoamericano, Joan Martínez Alier y su noción de conflictos ecológicos distributivos fue uno de los pensadores más destacados desde esta perspectiva. Otro de los exponentes de la ecología política, el mexicano Enrique Leff, sugiere que la ecología política se ocupa de estudiar las relaciones de poder que atraviesan el conocimiento, el saber, el ser y el hacer (Delgado, 2013).
Héctor Alimonda, en tono similar y, recuperando los aportes de Aníbal Quijano, precisará la pertinencia de dar cuenta de la colonialidad, la historia ambiental y las estructuras de poder en tanto condicionan la apropiación y reproducción del espacio, pero también la constitución de contrapoderes. En esta línea argumentativa, el despojo no se lleva a cabo sin resistencia social; siendo la resistencia cada vez más prospectiva, esto decir, se tiene claridad sobre lo que no se quiere y se logra avanzar hacia la construcción alternativas. En este proceso resultan influyentes pensadores como Porto Goncalves y Gudynas.
Sin ánimo de replicar definiciones de la ecología política, nos surgen algunas dudas sobre la manera en que se ha teorizado sobre este campo trandisciplinar del conocimiento que incluye conceptualizaciones sobre el ambiente y el borramiento de la ditomomía cultura-naturaleza o sociedad-naturaleza, corrimientos experimentados por las disciplinas sociales en sus críticas a las narrativas de la modernidad, como lo expresa en la siguiente cita Machado Aráoz refiriendo a los aportes del reconocido pensador Héctor Alimonda:
(…) propone considerarla no como una nueva disciplina científica, sino más bien como “un espacio de confluencia, de interrogaciones y de alimentación mutua entre diferentes campos del conocimiento científico” (Alimonda, 2005: 68), partiendo precisamente del planteo de que la Ecología Política empieza por una crítica a “la parcelización del conocimiento científico y tecnológico” propio de la forma moderna de aprehensión de la naturaleza. Para Héctor Alimonda, el objeto central de la ecología política reside en “la reflexión sobre las relaciones sociedad / naturaleza mediadas por el poder” (2007).6
Este artículo repasa concepciones de la ecología política y encontramos en reiteradas citas de diferentes teóricos (identificados con esta perspectiva), la crítica a la parcelización del conocimiento cuando más bien se trata de formulaciones comunes a los pensadores críticos de la modernidad en general, no siendo un aporte novedoso de este campo como se intenta mostrar.
A diferencia de estas formulaciones, Machado Aráoz no piensa la ecología política como un campo de confluencia sino como un nuevo paradigma y propone entenderlo desde la dimensión de la vida. A tal efecto, Machado Aráoz argumenta:
La Ecología Política, en definitiva, constituye un complejo campo teórico-práctico que nace de y se centra en la indagación de los modos históricos de producción y sustentación de la Vida y de organización de la reproducción social por parte de determinadas poblaciones humanas, así concebidas como comunidades ecobiopolíticas, es decir, pueblos/culturas en tanto entidades histórico-geopolíticas vivientes (en http://www.estudiosecologistas.org/index.php/23-la-ecologia-politica-en-y-desde-america-latina, cursivas en el origina).
Esa centralidad puesta en la vida es lo que diferencia su propuesta de las restantes formulaciones cuyo énfasis está colocado en los recursos y los problemas ecológicos distributivos. Desde la opción decolonial, el antropólogo colombiano Arturo Escobar entiende que la ecología política refiere a las múltiples articulaciones entre historia y biología, dando cuenta que lo biofísico y lo histórico están implicados mutuamente.
Como podemos observar, la ecología política no representa un cuerpo teórico coherente, sino que comprende una multiplicidad de enfoques que comparten el rechazo a una interpretación apolítica de los problemas ambientales. Nos recuerda Alimonda (2017), que el medio ambiente es entendido como un ambiente politizado. Como ya hemos anticipado, una vasta producción de trabajos sobre los conflictos ambientales es realizada desde la ecología política, y esto obedece a la trayectoria en la reflexión y análisis de esta temática favorecida por el Grupo de Trabajo Clacso en Ecología Política, creado en el año 2000 bajo la coordinación de Héctor Alimonda. Este espacio fue pensado desde su creación para favorecer el diálogo con tradiciones anteriores de pensamiento social y político desde un sesgo anti-positivista, con el empleo de fuentes poco convencionales y vinculados con el activismo socio-ambiental (Alimonda, 2017).7
Pero la apuesta en este trabajo consiste en pensar la capitalización de la naturaleza desde otra perspectiva, el pensar decolonial, que si bien es próxima a la ecología política, presenta diferencias. Desde el pensamiento decolonial los trabajos en esta área son más incipientes y enfatizan más en la dimensión epistémica de la naturaleza y no tanto en la explotación de la naturaleza. Mientras que esta última tiene que ver con cómo las nuevas tecnologías contribuyen a reforzar la explotación del tercer mundo; la expropiación epistémica tiene que ver con cómo se sobrevaloran las innovaciones de los países tecnológicos, históricamente regiones hegemónicas industrializadas, en desprecio de otras formas de conocer.
En esta línea de pensamiento, Albán y Rosero (2016) analizan la colonialidad de la naturaleza y su relación con las nuevas tecnologías, argumentando que la colonialidad del poder aparece en la exclusión, el racismo, las inequidades y la dependencia, siendo necesario volver sobre esas tradiciones de pensamiento que en muchos casos han tenido su mirada puesta en la noción de desarrolloque inoculó el Primer Mundo en nuestras sociedades y “plantearnos de manera radical, siguiendo la ruta de Catherine Walsh, una decolonialidad del poder, del saber, del ser y también de la naturaleza” (Albán y Rosero, 2016, p. 31).
Como podemos observar, comparten la ecología política y el pensar decolonial las críticas a la noción de desarrollo inculcado por los países desarrollados, pero el pensar decolonial añade la preocupación por el racismo, concibiendo que la naturaleza es compleja y en ella se plasman “diferencias sexuales, generacionales, religiosas, y de género que continúan oscurecidas por la hegemonía de esta sociedad adultocéntrica, patriarcal, católica, heterosexual, blanco-mestiza” (Albán y Rosero, 2016, p. 33).
Análisis de las Jerarquías en clave decolonial
Dentro de los pensadores que integran la red modernidad/colonialidad/decolonialidad, Walter Mignolo se ha detenido en observar cómo en nuestra vida cotidiana la retórica de la modernidad está presente como parte de un diseño global que tiende a anular o subsumir los diseños locales. Ese diseño global se apoya en una red de jerarquías de saber-poder y organizan los espacios-tiempos periféricos del capitalismo. Esas jerarquías fueron sistematizadas por el sociólogo portorriqueño Ramón Grosfoguel.
Este autor reconoce una red de jerarquías que forman, conforman y mantienen la matriz colonial de poder y que actúan conjuntamente. De las ocho jerarquías tomaremos para este análisis las dos de mayor presencia en el territorio, a saber: la ecológica y la de capital. Mignolo y Carballo (2014) recuperan esta clasificación realizada por Grosfoguel según el cual la jerarquía ecológica tiene que ver con la definición occidental de naturaleza, definición que no admite otra manera de vinculación con ésta que no sea para la producción, enfatizando en la separación cultura-naturaleza, desplazando otras maneras posibles de relacionamiento con ella. Así lo expresa:
la definición occidental de “naturaleza” (concepto que no existe en muchas culturas no occidentales) como objeto que se concibe como medio para un fin con su consiguiente destrucción de la vida desplaza las cosmologías no-occidentales donde el medio ambiente es sujeto que incluye a los humanos y es un fin en sí mismo con su consiguiente reproducción de la vida (citado en Mignolo y Carballo, 2014, p. 47, comillas y paréntesis en el original).
Como anticipamos, esta jerarquía se enlaza con la jerarquía de capital, porque esa concepción de naturaleza habilitó formas de dominación de ella a través de la ciencia y de la técnica destinada a la producción de bienes materiales. Esta jerarquía actualiza un patrón de dominación colonial basado en un doble control. Por un lado, mediante el control de las formas de trabajo que implicaron un control de los territorios, los recursos y su población, y por otro, mediante el control de la subjetividad apoyado en la perspectiva eurocéntrica (Quijano, 2000). Desde esta doble dominación se configuró Latinoamérica como la primer periferia del sistema mundo moderno-capitalista, y desde su existencia, pudo desarrollarse el mercado mundial y expandirse las relaciones de producción capitalista, como nos recuerda Quijano. Por lo tanto, desde esta jerarquía el mundo quedó dividido en centros y periferias, identificándose los atributos modernos con el centro y los coloniales, con la periferia. Así lo sintetiza el autor:
debido a la División Internacional Capitalista del Trabajo, entre centros y periferias, el capital organiza las múltiples formas, en la periferia con formas coercitivas y autoritarias, mientras que en los centros predominan formas de trabajo mejor remuneradas y más libres (según Wallerstein, 1974). Esto se enlaza con un sistema interestatal de organizaciones e instituciones político-militares, controlado por los hombres europeos e institucionalizada en administraciones coloniales (Wallerstein, 1979, citado en citado en Mignolo y Carballo, 2014, p. 46, cita en el original).
Nuevamente, vale recordar que el aporte de este trabajo consiste en transitar desde estas jerarquías a la experiencia concreta de los habitantes en el territorio. Esto es mostrar cómo en una espacio-temporalidad concreta se tensionan la retórica de la modernidad y la lógica de la colonialidad a través del análisis de dichas jerarquías.
Metodológicamente aplicamos la técnica análisis de contenido (Torres Carrillo, 2006) para abordar el material construido durante el último trabajo de campo (julio de 2017). Sólo incorporamos el material construido en el último ingreso debido a que materiales anteriores ya han sido publicados. Dentro de esta técnica recurrimos a la estrategia de delimitación intensiva por contar con un corpus pequeño lo que nos brinda mayor detalle; y como estrategias de determinación, aplicamos la estrategia intertextual bajo un método discriminativo, en tanto que nos detenemos en el detalle en las referencias. A nivel extratextual, procuramos vincular los elementos del texto con el contexto inmediato (condiciones sociales e históricas) así como con las características del informante (edad, sexo, ocupación, etc)
De este modo sistematizaremos el material obtenido-construido en el territorio, campo de estudio, donde realizamos entrevistas abiertas y en profundidad. Las mismas fueron desgravadas por las integrantes del equipo de investigación.
La Jerarquía del capital en Andalgalá
Esta jerarquía, como lo anticipamos, da cuenta de la primacía del capital transnacional que puede observarse en el borramiento y sometimiento de una lógica de producción local heterogénea en favor de una lógica monoproductiva destinada a un mercado global. El reconocimiento de esta pérdida de diversidad de la economía local producto del desarrollo de la minería aparece en conversaciones con diferentes sujetos locales, y en los entrevistados, cuyo muestreo pequeño expresa diferentes posiciones ancladas en diferentes lugares de enunciación.
Para muchos es acotado horizonte posible de alternativas a la mega-minería, reconociendo incluso que es insignificante el porcentaje de población empleado por las empresas; pero aun así es vista como la mejor opción. Sin embargo, otros relatos darán cuenta de otra valorización de la naturaleza y de alternativas posibles, poniendo en cuestión la primacía de la jerarquía del capital.
En la entrevista realizada a David, arqueólogo y encargado del Museo Arqueológico de Andalgalá, nos describe la realidad de quienes son despedidos de la empresa minera y las pocas opciones que allí encuentran para reinsertarse laboralmente. En relación a esto le preguntábamos:
-¿Y qué hace la gente, a que se dedica? –la pregunta venía a cuenta de estar hablando sobre lo que hace la gente cuando queda despedida de la minera-
- David: Yo veo que la mayoría han puesto comercios, pero me parece que va a llegar algún momento que se va a saturar y al no tener ingresos de otro lado, ahí se va a ver la supervivencia del más apto. Pero eso va a ser un proceso lento para la vida ordinaria, los días, aunque va a ser rápido para un historiador (David, Andalgalá, 2017).
Esa idea de supervivencia del más apto habla de cómo penetra la racionalidad moderna propia de la económica occidental que hace triunfar al más apto, a quien posee los mejores recursos o mayores posibilidades, en definitiva, a quien mejor esté posicionado en el sistema. El arqueólogo relata sin rodeos lo que ocurre con la mayoría de los desempleados de la minera, lo que nos lleva a preguntarnos entonces: ¿Cuáles son las alternativas al capital transnacional a gran escala que pueden desplegarse en la región, en cada lugar, y más concretamente en Andalgalá?
La respuesta más reiterada en las entrevistas fue el deseo de recuperar la diversidad productiva del territorio. En algunos aparece el regreso al trabajo de la tierra mediante la actividad agropecuaria, por ejemplo. Sin embargo, a veces se lo plantea como algo idealizado que se mezcla con la añoranza. Desde otros sujetos entrevistados, las alternativas van desde el planteo del autoconsumo (como el caso de la madre de Margarita) hasta la reactivación de esta actividad minera tradicional y la recuperación de las industrias locales.
En entrevista con una geóloga surgió como posible alternativa el recuperar actividades de la región que fueron desaprovechadas en otro momento, también ligada a grandes capitales como lo fueron los emprendimientos olivícolas por diferimientos impositivos. Debido a un mal manejo de una política del Estado (los diferimientos agropecuarios), estas propuestas no fueron aprovechadas, contribuyendo a la fragilidad del ecosistema de la región, como lo relata la entrevistada:
Son diferimientos impositivos que difieren el impuesto en el sentido que por un plazo determinado, la empresa no paga impuestos para generar fuentes de trabajo en la región. Tiene la obligación de hasta una cierta línea de mando de la empresa, tiene que ser gente del lugar. Cuál es el problema: que esos emprendimientos a lo largo de 10 años trabajan mientras tanto te ponen fertilizantes, pesticidas, te desmontan, cercan y después cuando llegan los 10 años que tienen que pagar el impuesto se van, se declaran en quiebra, desaparecen una madrugada, se toman un avión, se van, te dejan las herramientas, abandonan todo. Entonces no hay una norma o si hay no la cumplen… pero es muy importante esto porque deja suelos al desnudo, la comunidad que no percibe que la han dejado, que es un daño gravísimo, primero por las fuentes de trabajo, (interrumpen entra alguien) y dice el gobierno debiera tener un resguardo, darle un crédito a que se haga una cooperativa y permita que esto siga. Dejan todo y se van, no es que hacen un acuerdo, que le avisan a la gente (Adriana, San Fernando del Valle de Catamarca, 2017)
La propuesta concreta de recuperación del agro es planteada por el comerciante Alberto, quien en sus conversaciones con amigos y conocedores del lugar, proyectan alternativas:
Tendrían que haber explotado todos los campos del Huaco. De la estación para abajo están los pozos hechos. Yo siempre decía: ¿por qué no le das parcelas de 10, 15, 20 ha a una familia y le dicen ahí tienes el pozo. Páguenle el combustible para que produzcan y saquen su plata, y vayan pagando de a poco lo que le han dado. Créditos a largo plazo -como quien dice- para hacer trabajar los campos, y cuando la minería se va, te quedas con los campos. Ahí podes hacer lo que quieras: olivo, nuez, verdura, lo que quieras
Nosotras: ¿Y esos campos de quién son?
A eso lo podría hacer el gobierno, el gobierno tendría que expropiar. Los pueblos cerca de los diferimientos están muertos. El agua esa es más cara, no es la misma que viene por el canal. Ahí tienes un costo cero, en cambio acá, tienes que sacarla, bombearla. Tienes que hacer una planificación grande. No es imposible, pero no les importa…, una lástima. Cada uno brega por sus bienes personales. Al funcionario que viene le importa llenarse los bolsillos (Alberto, Andalgalá, 2017).
Otros entrevistados nos acercan otras historias ancladas en su cotidiano, como el caso de Chela, madre de 7 hijos. Las hijas mujeres trabajan con ella, mientras los varones se ocupan de realizar trabajos de pintura, además son muralistas y artesanos. Todo lo que hacen “está bien para sobrevivir”. Destaca que se puede sobrevivir sin estar en un emprendimiento minero, ni ser empleado público (por ejemplo, municipal). Aparece anclada en la autogestión, con una visión que parece escapar al control de la subjetividad de la retórica de la modernidad. Ella habla desde su condición de género, clase. Es dueña de una casa pequeña y modesta, pero con mucho espacio para compartir, como ella dice, para que todos puedan ir, ya sea a comer o pernoctar con su carpita. Ella cocina para compartir y para vender, de eso viven, y les alcanza. No solo cocina con sus hijas, también hacen dulces, recolectan nueces y otras hiervas que se utilizan para curar. Venden sus productos en diferentes sitios, también en la plaza los días sábados, “de eso vivimos y nos damos el gusto de elegir”. Aprendió a cocinar de su abuela y su madre. Del mismo modo fueron aprendiendo sus hijos. Con Pedro, su compañero de vida, trabajan juntos.
Chela al igual que Alberto no consideran necesario el desarrollo de la megaminería en Andalgalá. Alberto nos acerca otra idea del lugar que contempla la planificación desde el territorio, guiado por una racionalidad no económica ni productivista. Chela por su parte valora los espacios domésticos, de la intimidad como la cocina, lugar privilegiado donde se comparten comidas, conversaciones, un saber-hacer. Ella ofrece su casa para que vayan a quedarse, siempre hay comida para compartir y para acompañarse y no estar solo.
Otra cuestión importante que emerge y guarda relación con esta jerarquía es la cuestión de la escalaridad. En diferentes entrevistas fue reiterado el rechazo a la mega-minería. En contraposición, sí se quiere reposicionar a la minería artesanal y sacar más provecho de la explotación de la rodocrosita, piedra nacional cuyas vetas están en los cerros de Andalgalá. Sin embrago, esta explotación está destinada a la exportación, que, además de no pagar regalías, se distribuye desigualmente entre los artesanos andalgalenses dado que una familia tiene concesionada la explotación. Como podemos observar, a una escala menor –micro-, también asistimos a especulaciones del capital y malestar. Esto nos pone en alerta de no idealizar prácticas locales, recordando que el plano local no está libre de contradicciones ni conflictos.
A continuación adjuntamos imágenes tomadas durante el trabajo de campo que ponen de manifiesto la pluralidad de actividades y producciones que ofrece Andalgalá, relegadas por las políticas del Estado que actúa en favor de la megaminería.
A modo de cierre, el análisis de esta jerarquía nos permite pensar, de acuerdo a lo expresado por los sujetos entrevistados en Andalgalá, en la emergencia de otra racionalidad económica no basada en la comercialización a gran escala como lo hace la megaminería, sino en un recuperar la industria local, el agro, por citar algunas propuestas. Se trata más bien de una propuesta apoyada en el conocimiento local y las potencialidades del lugar; alternativa requerirá del diseño de políticas ancladas en el lugar y luego, de una correcta utilización de las políticas del Estado y no como ocurrió con los diferimientos impositivos en la década del noventa.
La jerarquía ecológica en Andalgalá
En esta jerarquía tiene un papel importante el desarrollo de la ciencia y de la técnica para la transformación de los ecosistemas y del paisaje debido a la mercantilización de la naturaleza. Dicha mercantilización genera un descontento generalizado que se manifiesta bajo diferentes formas de resistencia, algunas silenciosas. A veces, las respuestas son protagonizadas por sujetos locales organizados en colectivos sociales; otras veces surgen de manera individual, expresando en todos los casos descontento y rechazo a la capitalización de la naturaleza e inacción del Estado.
Nuevamente nuestra entrevistada, Chela (miembro de la Asamblea El Algarrobo), nos relata lo que para ellos significa ese entorno, ese espacio, los cerros y la montaña: “nuestra vida (…) todos de ese cerro toman el agua, de ahí comienza la vida” (Chela, Andalgalá, 2017). Aquí refería a la futura explotación del yacimiento minero Agua Rica ubicado en línea recta a 15 km de la ciudad de Andalgalá. En general, los entrevistados concuerdan en que cuando no ven los cerros, algo les falta. Los cerros son parte de sus vidas. No solo les provee el agua, sino también los remedios, el aire que también cura. Es el hábitat de animales y plantas. Ver los cerros nevados significa que habrá agua. “Los cerros calan hondo” (Rosa, Andalgalá, 2017). Destaca la entrevistada como los cerros acompañan sus luchas.
Si volviese a ocurrir un evento como el del 15 de febrero de 20108 mucha gente repetiría esa defensa del territorio porque el cerro los une. Si bien reconocen no tener la logística para subir al cerro cuya altitud les ofrece dificultad, la defensa de su entorno y el cuidado de los cerros como fuente de vida, los empuja a movilizarse. Apelaron a lo acontecido en Cajamarca (Perú) como ejemplo donde sus pobladores realizan turnos para cuidar la laguna. Valoraron positivamente el cuidado que hicieron los pobladores peruanos de sus fuentes de vida.
Quienes tienen una posición más activa ya sea porque tienen más acceso a la información, o porque participan de un colectivo u organización, tienen claridad en el reclamo y perciben la escalaridad del conflicto. Tienen una idea aproximada que quizás un acontecimiento de contaminación no los afecte directamente por el curso de los ríos, por la dirección de los vientos, etc., pero saben que el problema excede la escala local. Mientras que otro sector importante de los entrevistados, por la distancia a la que se encuentra el emprendimiento y ante la poca presencia de la empresa en el lugar, argumentan no sentir la contaminación o no verse afectados por la misma.
La cuestión crítica recurrente que aparece al tratar esta jerarquía tiene que ver con la visión de la naturaleza, más precisamente con la cuestión del agua. En general, los habitantes de Andalgalá tienen una explicación sobre las variaciones del caudal en los cursos de agua. Nuevamente, recurriendo al saber experto, la geóloga Adriana nos explicaba:
Esta cuenca se alimenta de los nevados del Aconquija, ellos captarían esos ríos que son fuente de agua. En realidad el yacimiento no tiene permiso para usar toda el agua, no existe ese permiso. Es legítima la preocupación que se basa por un lado en el desconocimiento, y por otro lado el que conoce, desconfía de los negociados internos, uno ve tanta cosa de ese tipo que es natural que el ser humano desconfíe que usen toda el agua. Pero no es posible, de todas maneras hay una serie de restricciones en el uso del agua. Pero si es limitado el uso. También se recupera, se recicla. A mí todo lo que es mega no me gusta, me parece que la naturaleza está disponible para que la vayamos usando, etc, y eso es en todos los sentidos. Es legítimo el reclamo. La población está bastante firme (Adriana, San Fernando del Valle de Catamarca, 2017)
Sin duda es un tema polémico. El comerciante Alberto, conocedor del territorio y con acceso a sujetos portadores de un saber experto, nos daba su punto de vista y proponía una planificación del territorio desde abajo, desde los sujetos que lo habitan y lo conocen:
nos estamos quedando sin agua y bah, uno dice culpa de la minería, pero no, es culpa que no levantan el agua, el pueblo creció, los canales siguen siendo los mismos, nunca se hizo un estudio para ampliar la estructura de la entrada de agua. Es mucha el agua que se tira. Cuando entras pasas por una cañada y el agua esa se pierde en la arena, se filtra, nosotros la tomamos como 5 km arriba, en La Toma, y está la misma toma desde que yo recuerdo. No les importa, podrían hacer un dique nivelador, hacer una reserva de agua, pero no les importa. Se podría armar un dique, no le digo un dique para un montón de agua, pero por lo menos en las épocas de sequía tener agua reservada, pero nadie hace nada (Alberto, Andalgalá, 2017).
Luego de las argumentaciones expuestas, reiteramos que nuestro objetivo no es analizar la contaminación, ni el déficit en el caudal del agua, sino acercarnos a los diferentes puntos de vista compartidos por los habitantes del lugar, visiones ancladas en los diferentes lugares de enunciación. Las diferentes posiciones fundamentan distintos puntos de vista, y desde allí, se ponen de manifiesto una variedad de respuesta a la colonialidad de la naturaleza, más precisamente, a la apropiación epistémica de la misma que prioriza el conocimiento técnico de las empresas sobre el conocimiento de los sujetos locales para ensayar respuestas y propuestas de desarrollo. Como intentamos demostrar en este recorrido, esos diferentes puntos de vista guardan relación con el cotidiano de cada uno, con el acceso a la información, con los contactos disponibles.
En síntesis, desde la retórica de la modernidad se intenta imponer una jerarquía ecológica que prioriza la transformación de la naturaleza y su conversión en un activo económico tras la promesa de desarrollo y progreso; pero esta jerarquía no logra anular otra valorización de la naturaleza. La experimentada por los habitantes del lugar, los sujetos locales que bajo diferentes expresiones tales como el apego al paisaje, la valoración de los cerros, de las hierbas naturales, de las fuentes de agua como fuentes de vida, abrazan una valoración que resulta incompatible con la capitalización o mercantilización de la naturaleza promovida desde las políticas capitalistas en su fase neoliberal. Lo que la población reclama es un proyecto que incluya a todos, concibiendo el entorno como parte del territorio, desde una integración sociedad-naturaleza; pero el problema de la escala, lo “mega” no permite pensar desde esta lógica. Entre estas posiciones se tensionan la retórica de la modernidad y la lógica de la colonialidad.
Conclusiones
Recapitulando entonces lo desarrollado hasta aquí: ¿porque plantear un abordaje en clave decolonial? Primeramente, porque la opción decolonial -aun siendo un grupo diverso en su interior- posiciona su análisis en la lógica modernidad/colonialidad, de modo que resulta la perspectiva más pertinente para explicar la continuidad de un patrón de poder colonial en territorios modernos-coloniales, como el caso que nos ocupa. Seguidamente porque desde este colectivo se procura salvar la tensión entre los estudios centrados en la economía política y el culturalismo. En ese esfuerzo, el pensar decolonial propone una mirada de integral desde las huellas o herencias coloniales en nuestros espacios-tiempos, reconociendo la vigencia de un triple patrón colonial (de poder, saber y ser) que aparece en nuestro cotidiano ya sea bajo una colonialidad económica, de autoridad, o de la naturaleza, o de varias a la vez, que se manifiestan bajo formas de control del trabajo y de la subjetividad.
Si bien la herencia colonial es una preocupación compartida con la ecología política, esta última enfatiza en la cuestión de los recursos, y desde allí sus argumentaciones se apoyan en términos como excedente, plusvalor, flujos, intercambios de energía, dinámicas sociometabólicas, por citar algunas, mientras que la ocpión decolonial, reconoce diferentes jerarquías de saber-poder-ser articuladas a diferentes formas de autoridad. Ambas otorgan centralidad al sujeto enunciador antes que al enunciado, constituyendo éste aspecto un rasgo del conocimiento situado.
Desde esa particularidad del pensar decolonial intentamos explicar esa tensión entre la retórica de la modernidad expresada en proyectos y políticas articuladas a un diseño global, a una geopolítica de los recursos naturales, y la persistente lógica de la colonialidad que es negada desde esta retórica, y que aparece en muchos de los sujetos locales expresando otras maneras de estar en ese espacio-tiempo denominado Andalgalá.
En suma, diversas perspectivas reaccionaron críticamente a los excesos de la racionalidad moderna occidental masculina eurocéntrica. El feminismo, la decolonialidad, los estudios críticos culturales, la ecología política, forman parte de una amplia variedad de posiciones y opciones en las cuales podemos posicionarnos. En este caso, desde la opción decolonial quisimos dar cuenta de la supremacía de ciertas jerarquías, como la ecológica y de capital, en la organización social del espacio. El reconocimiento de estas jerarquías nos permitió complejizar el análisis del caso y articularlo a la dinámica geopolítica de los recursos naturales que opera en diferentes geografías de la región.
Finalmente, vale incluir el pedido de los entrevistados, quienes pidieron difusión del conflicto, asesoramiento, y sobre todo acompañamiento para promover diálogos y dar a conocer las demandas de los habitantes del lugar. La insistencia en nuestra vuelta nos anima a continuar con este estudio y nos renueva el compromiso con esta temática. Así se inicia el agenciamiento. En esa dirección queremos marchar.
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Notas
Recepción: 20 febrero 2019
Aprobación: 20 mayo 2019
Publicación: 16 agosto 2019
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