Cuestiones de Sociología, nº 29, e169, febrero - julio 2024. ISSN 2346-8904
Universidad Nacional de La Plata
Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación
Departamento de Sociología

Artículos

Cristina Fernández de Kirchner y la “década ganada”. Discurso presidencial y hegemonía: líder, pueblo y proyecto

Gastón Ángel Varesi

Instituto de Investigaciones en Humanidades y Ciencias Sociales (UNLP-CONICET), Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, Universidad Nacional de La Plata, Argentina
Cita recomendada: Varesi, G. A. (2024). Cristina Fernández de Kirchner y la “década ganada”. Discurso presidencial y hegemonía: líder, pueblo y proyecto. Cuestiones de Sociología, 29, e169. https://doi.org/10.24215/23468904e169

Resumen: El artículo se propone analizar los discursos de Cristina Fernández de Kirchner sobre la “década ganada” como parte del proceso de construcción de hegemonía. Para ello, seleccionamos un corpus guiado por criterios temporales, tomando sus intervenciones públicas del año 2013, y también temático, focalizándonos en aquellos discursos donde hace un uso explícito de esta noción. Desde una mirada sociológica, sintetizamos diversos aspectos de la teoría gramsciana de la hegemonía, indagando acerca del proceso de dirección política, ideológica y cultural, observando el rol del líder, del proyecto y de la voluntad colectiva. Asimismo, recuperamos diversos aportes de Charaudeau sobre el discurso político, examinando la lógica simbólica y pragmática que adquiere, sus condiciones de veracidad y la imagen que el orador proyecta de sí mismo, al tiempo que vamos introduciendo distintas definiciones complementarias del concepto de populismo al análisis. Nos preguntamos: ¿cómo se construye la relación líder/pueblo en el discurso presidencial? ¿qué lectura plantea sobre el proyecto y su gobierno, y cómo se los inscribe en la historia nacional? ¿cuál es el balance de la década realizado? ¿cuáles son las dimensiones y escalas involucradas en el discurso de la “década ganada”? ¿qué continuidades y variaciones expresa dicho discurso en relación a la construcción originaria de la hegemonía kirchnerista?

Palabras clave: Discurso presidencial, Hegemonía, Kirchnerismo, Populismo, “Década ganada”.

Cristina Fernández de Kirchner and the "won decade". Presidential speech and hegemony: leader, people and project

Abstract: The article aims to analyze the speeches of Cristina Fernández de Kirchner on the "won decade" as part of the process of creating hegemony. For this objective, we selected a corpus guided by temporal criteria, taking her public interventions in 2013, and also thematic, focusing on those discourses where she makes explicit use of this notion. From a sociological point of view, we synthesize various aspects of Gramsci's theory of hegemony, inquiring about the process of political, ideological and cultural direction, observing the role of the leader, the project and the collective will. Likewise, we recover various contributions of Charaudeau on political discourse, examining the symbolic and pragmatic logic that it acquires, its conditions of veracity and the image that the speaker projects of himself, while we introduce different complementary definitions of the concept of populism to the analysis. We ask ourselves: how is the leader/people relationship built in the presidential speech? What interpretation does it propose about the project and its government, and how are they inscribed in national history? What balance of the decade is made? What are the dimensions and scales involved in the “won decade” discourse? What continuities and variations does this discourse express in relation to the original construction of Kirchnerist hegemony?

Keywords: Presidential speech, Hegemony, Kirchnerism, Populism, "Won decade".

Introducción

El artículo se propone aportar al análisis del discurso presidencial como aspecto particular del proceso de construcción de hegemonía, abordando aquellos discursos donde Cristina Fernández de Kirchner (CFK) fue delineando la noción de la “década ganada”. La misma surge en 2013, al cumplirse los 10 años del ciclo de gobiernos kirchneristas, y nos provee un momento de balance que sirve para indagar, en palabras de su líder, cómo se pensaba el kirchnerismo a sí mismo y cuáles percibía como sus principales logros y desafíos. En ese camino, nos interesa analizar las características, dimensiones y escalas que adquiere la “década ganada” en su configuración por parte del discurso presidencial, para lo cual seleccionamos un corpus guiado por criterios temporales, tomando las intervenciones públicas de CFK durante el año 2013, y también temático, focalizándonos en aquellos discursos donde hace un uso explícito de esta noción.1

El discurso kirchnerista ha sido abordado desde distintos enfoques dando origen a un importante estado de la cuestión. Como antecedentes, se hacen relevantes diversos trabajos que analizaron el discurso de Néstor Kirchner (2003-2007). Encontramos allí investigaciones que ponen el foco en el carácter fundacional, profundizando en la memoria generacional que constituye el discurso kirchnerista, tales como Montero (2012), Donot (2012), Dagatti (2016), Flax (2018), entre otros. Asimismo, encontramos trabajos que ahondan en la construcción de identidad y los vínculos con el peronismo, dentro de los cuales se destacan Schuttenberg (2011), Montero y Vincent (2013), Barros (2013), Schuttenberg y Rosendo (2015) y Funes (2016). Por otro lado, hallamos un núcleo de producciones que lo abordan desde el vínculo entre las categorías de discurso, hegemonía y populismo, como ser Biglieri y Perelló (2007), Muñoz y Retamozo (2008), Lieberman (2011) y Retamozo (2013).

Con relación al discurso de CFK, encontramos una rica producción bibliográfica que parte del análisis del discurso político realizando investigaciones a partir del concepto de ethos, como Romano (2010), Vitale y Maizels (2011), Vitale (2013), Maizels (2017) y Gindin (2017 y 2019). Ligado a estas, encontramos un núcleo que se detiene a indagar acerca de la relación entre discurso y género en CFK, como De Grandis y Patrouilleau (2010), Pérez (2013), Vitale (2014) y Valenzuela (2015). De la misma manera, podemos señalar un grupo de trabajos que profundizan en la relación entre discurso, identidad política y peronismo, como Gindin (2016), Flax (2018b) y Estévez Rubín de Celis (2020), entre otros. Vinculado a estos, hallamos estudios que piensan estas dinámicas a partir del concepto de populismo, como Patrouilleau (2010), Retamozo y Morris (2014), Landa (2015), Esteves (2015), Melendez (2017) y Casullo (2019). Aun así, encontramos vacante analizar el discurso de CFK y su configuración de la “década ganada” desde una perspectiva sociológica tributaria del pensamiento gramsciano que incorpore a ella aportes tanto del análisis del discurso político como de diversas aproximaciones complementarias del concepto de populismo, buscando dar respuestas más acabadas a los distintos interrogantes que constituyen el problema de estudio.

Esta elaboración que aquí presentamos se encuentra en el marco del proyecto de investigación sobre Modelo de acumulación y hegemonía en la Argentina posconvertibilidad, procurando analizar diversos componentes nodales de la construcción de hegemonía. Dentro de esta línea, podemos señalar distintos antecedentes específicos a este trabajo, tanto en el plano teórico-metodológico (Varesi, 2013, 2015 y 2021, entre otros), como en el abordaje de las estrategias de construcción de hegemonía durante el ciclo de gobiernos kirchneristas (Varesi, 2014, 2016, 2021b y otros) y elaboraciones que articulan discurso, hegemonía y populismo (Varesi, 2014b, 2016b y 2022, entre otros).

Con respecto al enfoque teórico, recuperamos diversos elementos de la teoría gramsciana de la hegemonía (Varesi, 2015), que nos permiten analizar el rol del líder y su relación con la conformación de un proyecto político y, a los fines del presente estudio, podemos resaltar cinco aspectos centrales:

  1. 1. El concepto de hegemonía en su definición sintética refiere a la dirección política, ideológica y cultural de un grupo social sobre otros, e involucra una guerra de posiciones (Gramsci, 2003), es decir, una batalla en las diversas trincheras donde se produce y se reproduce el orden social.
  2. 2. Esta capacidad de dirección implica la predominancia de los componentes consensuales sobre los componentes coercitivos de la acción política. Esto se vincula al carácter dual de la política, que Gramsci retoma de Maquiavelo, correspondiente “a la doble naturaleza del centauro maquiavélico, de la bestia y del hombre, de la fuerza y del consenso, de la autoridad y de la hegemonía” (Gramsci, 2003, p. 48).
  3. 3. En ese sentido, la posibilidad de conducción requiere de la participación de los grupos dirigidos en la visión del mundo del grupo dirigente, por lo que la batalla ideológica y cultural constituye una posición destacada dentro de la construcción de hegemonía.
  4. 4. La construcción de hegemonía atraviesa diversas dimensiones y escalas, involucrando variaciones en las relaciones de fuerzas.2 Para que la hegemonía logre tener incidencias sustanciales a nivel del Estado, requiere de la formulación de un proyecto particular que tienda a sintetizar una unidad de fines políticos, económicos, intelectuales y morales, pero que se presente sobre un plano universal, como el “desarrollo de todas las energías “nacionales” (Gramsci, 2003, p. 58).
  5. 5. En ese proceso, el líder3 cumple un papel central en la conducción política, donde el discurso va incorporando aspectos claves de la construcción ideológica, que involucran también un componente mítico, procurando movilizar pasiones, con el fin de configurar un sujeto político y suscitar una voluntad colectiva.

Entendemos que los aportes de Charaudeau (2002, 2009, 2019 y 2021) sobre el discurso político nos permiten profundizar diversos aspectos compatibles con la teoría gramsciana de la hegemonía. Esto se debe a que el discurso político permite agrupar a los miembros de una comunidad en torno a valores de referencia que van constituyendo su ideología y da cohesión a su identidad conformando un sistema de pensamiento que fundamente la pertenencia, al tiempo que busca influir en las opiniones con el objeto establecer consensos (Charaudeau, 2002).

Además, Charaudeau (2019) plantea que los discursos que se sostienen en el espacio público se presentan bajo dos lógicas discursivas: 1) una lógica simbólica, que responde al proyecto de idealismo social donde se manifiesta la búsqueda de trascendencia de un pueblo junto con determinados valores para alcanzar el bien común y 2) una lógica pragmática, que corresponde a la gestión del poder, a los medios para hacer realidad ese proyecto. Una aproximación al discurso presidencial nos convoca a ver cómo se articulan ambas lógicas en palabras del líder. Y en ese camino, el concepto de ethos, “que se refiere a la imagen de quien habla y que es también susceptible de entusiasmar al auditorio, a través de su posible identificación con el orador” (Charaudeau, 2009, p. 278), sigue cobrando relevancia para indagar acerca de cómo se posiciona y proyecta el líder, lo cual va a tener un efecto constitutivo sobre el sujeto colectivo que busca interpelar.

Esto se vincula, a su vez, con el conjunto de aproximaciones con que Charaudeau (2009) aborda al discurso populista, donde identifica distintas figuras del populismo y busca puntos comunes a dichas variantes, que van desde las situaciones de crisis de las cuales emergen, la presencia de un líder carismático, la relación de ruptura con el pasado y el anclaje ideológico que adquiere cada experiencia histórica particular.

El concepto de populismo, con su amplia polisemia y la carga peyorativa que suele arrastrar, también muestra, sin embargo, su vigor y vigencia para pensar diversos procesos políticos contemporáneos, como aquellos que se vienen desarrollando en el siglo XXI latinoamericano. De hecho, su propia polisemia puede brindar aproximaciones que hacen foco en distintos aspectos de un mismo fenómeno, enriqueciendo de forma complementaria su articulación en una matriz general, como la que aquí proponemos desde una mirada gramsciana. A lo largo del artículo iremos introduciendo algunas definiciones afines, resaltando su vínculo con el proceso de construcción de hegemonía.

En este trayecto identificaremos continuidades y variaciones en el proceso de construcción de la hegemonía kirchnerista, la cual tuvo su configuración inicial durante el gobierno de Néstor Kirchner. Pensar la conformación de una hegemonía kirchnerista implica (como señalara Bonnet, 2008, al analizar la hegemonía menemista en los años noventa) indagar la constitución de una nueva hegemonía política más o menos duradera, lo suficientemente sólida como para servir de marco tanto a triunfos electorales como a transformaciones profundas y duraderas. En trabajos previos hemos señalado que esta hegemonía cobró forma a partir de tres lógicas del populismo. En primer lugar, como lógica articulación de demandas populares que crearon identidad al calor de la confrontación, con el delineamiento de una frontera que ubicó al neoliberalismo como proyecto antagónico. En segundo lugar, la constitución de las condiciones de veracidad de su discurso, gestadas a partir de la identificación del 2001 como momento de desastre social, señalando a las distintas figuras del neoliberalismo como responsables de este y postulando al proyecto nacional y popular como camino de redención social. En tercer lugar, a través de la estrategia de conformación de un pacto social, donde el Estado cobraba un rol protagónico en la articulación de demandas e intereses de sectores de las clases dominantes, particularmente del capital industrial, y de las clases subalternas, en favor de crear una vía al desarrollo con inclusión social.

En este artículo, mientras abordamos la configuración de la noción “década ganada” en el discurso de CFK, nos preguntaremos: ¿cómo se constituye la relación líder/pueblo en el discurso presidencial? ¿cómo se caracterizan los pilares políticos e ideológicos del proyecto kirchnerista? ¿qué lectura se construye sobre el propio gobierno y cómo se lo inscribe en la historia nacional? ¿cuál es el balance realizado sobre los diez años de gobierno y qué desafíos se vislumbran? ¿cuáles son las dimensiones y escalas involucradas en el discurso de la “década ganada”? ¿qué continuidades y variaciones expresa dicho discurso en relación con la construcción originaria de la hegemonía kirchnerista?

“La década ganada por todos los argentinos”

La “década ganada” es un hito dentro del discurso de CFK que se presenta en la apertura de las sesiones del Congreso en 2013 y que iba a adquirir rasgos míticos con impactos duraderos en la configuración identitaria del kirchnerismo como sujeto político a partir de la afirmación de lo que concebía como sus logros, combinando también autoreflexión sobre el proyecto, la fuerza y sobre ella misma, en un proceso de construcción de hegemonía, es decir, de dirección política, ideológica y cultural.

CFK comenzó aquel discurso definiéndose a sí misma como militante, aspecto reiterado que nos habla de la valoración de la participación y la lucha política, de modo contrastante con el paradigma neoliberal y sus postulaciones tecnocráticas, con el que debatían usualmente los referentes del kirchnerismo. Como muestra Pérez (2013), esta construcción de presidente-militante puede rastrearse desde su llegada al Poder Ejecutivo nacional y se fue reforzando a lo largo del tiempo. De este modo, CFK recupera el ethos militante característico del discurso presidencial de Néstor Kirchner (NK) (Montero, 2012), con sus referencias a la memoria generacional de la juventud de los años 70, que también hiciera propio CFK durante sus dos mandatos (Vitale, 2013), donde se presenta de modo explícito la imagen de militante que la presidenta proyecta de sí misma, portadora de una acción orientada a transformar el orden establecido. Como señala Vitale (2013) recuperando los aportes de Charaudeau (2021), este ethos militante se adecúa al ethos de identificación, en el cual gravitan elementos de carácter emocional.

En ese sentido, podemos remarcar que la identificación militante que CFK proyecta, la vincula a la juventud de los años setenta, al propio NK y su legado, así como al sujeto político kirchnerista como colectivo, dentro del cual CFK tiende a resaltar el rol de la juventud y su incorporación a la lucha política. De este modo, entendemos que la identificación militante parte del ethos propio de la presidenta para albergar a un colectivo en una narrativa épica de la participación política. Momentos de encuentro entre la líder y su pueblo como aquellos gestados en actos patrios o conmemorativos, en eventos de presentación de políticas públicas o en los “patios militantes” realizados en Casa Rosada, resultan claves para constituir el componente emotivo que, según Gramsci (2003), cumple un rol importante en la construcción de hegemonía, en tanto la misma tiene que movilizar pasiones para suscitar y conducir una voluntad colectiva. La líder se identifica como parte del sujeto colectivo que busca conducir, y por ello puede aparecer como su representación y síntesis, lo cual tiene similitud a la presentación que hacía NK y su gobierno como “hombres comunes con responsabilidades muy importantes” (Kirchner, 25 de mayo de 2003), pero en un paso que valoriza la acción colectiva propia de la militancia.

En aquel discurso de apertura, CFK señaló que en 2013 el país asistía a dos aniversarios: se cumplían 30 años desde la recuperación de la democracia y 10 años desde la asunción de NK a la presidencia. Y presentó a este último evento como el advenimiento de “un proyecto político abarcativo a toda la Nación donde ya íbamos a la lucha por la igualdad, íbamos a la lucha por un mayor desarrollo económico, social y cultural”, y saludó “a todas las fuerzas políticas de origen democrático de nuestro país por estos 30 años y por estos 10 años en que los argentinos hemos recuperado tantos derechos y tantas conquistas sociales” (CFK, 1 de marzo de 2013).

Encontramos aquí otros dos factores importantes de construcción hegemónica. En primer lugar, aparece la dimensión del proyecto y su horizonte hacia la conquista del bien común. En segundo lugar, se plasma la inscripción de dicho proyecto en el trayecto histórico de las luchas de un pueblo, en la construcción de su voluntad colectiva, realizando una ligazón de los 30 años de democracia y los 10 años de gobiernos kirchneristas como hitos en la historia de la Nación como un todo.

Entonces, CFK sostuvo:

Yo quiero compartir con ustedes lo que a mi criterio constituye esta década que yo denomino la década ganada por todos los argentinos. Ganada por las cosas que hemos logrado (…). Cuando hablo de década ganada lo hago no en términos electorales o partidarios sino de recuperación social, económica, cultural, democrática, de igualdad de los 40 millones de argentinos. Por eso me atrevo calificar sin lugar a dudas que esta década iniciada el 25 de mayo del año 2003 es la década ganada por todos los argentinos (CFK, 1 de marzo de 2013).

De este modo, la presidenta puso el foco en los logros mientras desplegaba un aspecto central de la hegemonía: la universalización del particular. Allí, el proyecto como idealismo social que encarna la lógica simbólica del discurso político aparece plasmado por las políticas aplicadas, realizando la articulación con la lógica pragmática ligada a la gestión del poder, dando origen a “la década ganada por todos los argentinos”. Así, esta noción trasciende el particular del kirchnerismo, alcanzando el universal de la Nación, e involucra a todos los ciudadanos independientemente de su afinidad política o posicionamiento ideológico.

También CFK definió diversas características del proyecto kirchnerista, sintetizadas en las ideas combinadas de crecimiento y desarrollo. En su discurso destacó el crecimiento económico con base productiva, el desarrollo laboral y la seguridad social, con creación de puestos de trabajos, la multiplicación de convenios colectivos, el haber alcanzado el salario mínimo más alto de toda América Latina medido en dólares, la ampliación de la cobertura previsional, el fortalecimiento del Estado, entre otros, entrelazado con la reivindicación de diversas políticas públicas, tanto nivel económico, social, educativo y sanitario, como medios para estos logros.

Estas son presentadas como balance de la década en el plano nacional, así como pruebas del éxito del proyecto y de respuesta a las demandas del pueblo, con una extensa presentación de cifras en las que CFK procura sustentar y proveer evidencia de sus afirmaciones. Aquí se hace presente el ethos magistral (Gindin, 2017, 2019 y 2021) o pedagógico-experto (Vitale y Maizels, 2011; Vitale, 2013), característico del discurso de CFK. Este ethos “se caracteriza por la preponderancia de una vinculación jerárquica en la que la disertante (CFK) discurre sobre las diversas temáticas a partir de una configuración de su lugar de enunciación como el de una experta” (Gindin, 2017, p. 112). Esto se liga con la construcción de una escenografía profesoral, con un fin persuasivo que tiene la particularidad de que “en los discursos de Cristina Fernández se observan extensos tramos expositivo-explicativos en los que la locutora asume una posición enunciativa pedagógica con la finalidad de exponer al auditorio aquello que no puede entender o aquello que otros le ocultan”, según sostiene Maizels (2017, p. 148).

Este ethos se vincula con una función clave que el líder despliega en la construcción de hegemonía. Gramsci asume, en sus lecturas sobre el Príncipe de Maquiavelo (1995),4 que el líder debe ejercer un rol pedagógico para la dirección política, ideológica y cultural de un pueblo, para lo cual “intenta realizar la educación política de ‘quien no sabe’” (Gramsci, 2003, p. 17). Sin embargo, el ejercicio de conducción no se limita a estrategias de argumentación netamente racionales, sino también a la movilización de pasiones, en una combinación de ideología y ciencia política, de aspectos míticos y datos empíricos, con la aspiración y convicción del carácter histórico de los hechos narrados. Así, en el discurso de CFK encontraremos la posición de la experta-pedagoga pero unida de forma indisoluble con otra, la de una condottiera-mítica,5 un sujeto que encarna y dirige una batalla ancestral: la de un pueblo por su emancipación.

La percepción de esta batalla y de su propio lugar como líder de esta subyace en todo el discurso de CFK, cuya dinámica confrontativa es característica a todo el discurso kirchnerista. Por ello, el balance de la década aparece marcado por la confrontación con lo que se concibe como el proyecto antagónico, el cual en la escala internacional aparece vinculado a los grandes grupos especulativos articulados con los organismos financieros internacionales y diversas potencias globales aún abigarradas al paradigma neoliberal. En ese sentido, CFK se cuestionaba: “Si los gobiernos de los distintos países del mundo van a permitir que un puñado, que puede cabernos en esta mano, arruine a todo el mundo (…) o van a privilegiar a sus sociedades, a sus pueblos” (CFK, 1 de marzo de 2013).

Ya entonces aparecía la disputa geopolítica con los “fondos buitres”, y CFK advertía que, frente a los avances nacionales de las políticas de desendeudamiento junto al fin de tratados con el FMI y los alcances en materia de integración regional, la estrategia del capitalismo financiero internacional era volver a endeudar a la Argentina como forma de subordinación.

Luego, retornando al plano nacional, la presidenta plantea la necesidad de democratizar al Poder Judicial, para tener “una justicia democrática, (…) no dependiente de los factores económicos” (CFK, 1 de marzo de 2013), dejando entrever que la disputa de proyectos atravesaba, localmente, una ofensiva impulsada por sectores del poder económico y mediático en articulación con sectores del poder judicial. Esta propuesta se traduciría luego en una serie de medidas que incluyeron debates sobre la forma de elección del Consejo de la Magistratura y la búsqueda de regulación respecto de las medidas cautelares contra el Estado, en una contienda que atravesaría tanto al Parlamento como a la Corte Suprema de Justicia, generando “una suerte de ruptura: de un lado, los sectores kirchneristas; del otro, los jueces y fiscales opuestos al kirchnerismo, acompañados por las empresas concentradas de medios” (Gindin, 2021, p. 62).

Finalmente, el discurso cierra haciendo referencia a las crisis recurrentes del país y recuerda la usual frase de Néstor Kirchner sobre la crisis de 2001 como infierno:

Yo creo que hemos salido del infierno. Y quiero decirles que en nombre de él, de los que ya no están, de todos ustedes y de los 40 millones de argentinos, me voy a jugar la vida en no volver a descender en esa escalera al infierno de todos los argentinos (…). Él luchó y se fue por eso. Y todos debemos, los 40 millones de argentinos, hacer un inmenso esfuerzo por no volver nunca más a ese lugar horrible del que él nos sacó (CFK, 1 de marzo de 2013).

En este punto, es necesario recuperar la propuesta de Charaudeau para analizar la construcción de condiciones de veracidad del discurso político, las cuales “exigen que los valores sean presentados según un guion dramático capaz de conmover al público de manera positiva o negativa, ya sea para hacerlo adherir al proyecto que se defiende, o para disuadirlo de seguir un proyecto adverso” (2009, p. 263). Entonces, Charaudeau (2009) plantea que la veracidad se constituye en tres momentos discursivos: 1) probar que la sociedad se encuentra en una situación desastrosa y que el ciudadano es la primera víctima; 2) determinar la fuente del mal y su responsable (adversario); 3) anunciar finalmente qué solución puede ser aportada y quién puede ser su portador.

Así, el discurso de CFK aparece como continuación y actualización del discurso de NK, el cual tuvo un rol fundacional. La primera condición puede verse en la caracterización de crisis de 2001 como situación de desastre social: el “infierno de todos los argentinos”. La segunda condición refiere a que las fuentes del mal son identificadas en torno a las diversas figuras del neoliberalismo como proyecto antagónico,6 cuyo origen es fijado en la última dictadura militar (1976-1983) y su modelo más acabado había llegado en los años 90. Y como tercera condición, el kirchnerismo es propuesto como el sujeto capaz de sacar a la sociedad de aquella situación. De hecho, “la década ganada” sería la constatación de la efectividad del proyecto cuya materialización habría logrado sacar al país del infierno.

Asimismo, podemos observar cómo esta operación de creación de las condiciones de veracidad contiene puntos de contacto con la configuración del mito populista, desarrollado por Casullo (2019). Encontramos allí la composición de un mito legitimante a partir de un tipo de discurso en cuyo núcleo se ancla la identificación entre los seguidores y el líder, es decir, “la explicación de la realidad social conflictiva en términos narrativos: un relato articulado por un héroe, un villano y un daño, cuya efectividad social es al mismo tiempo consecuencia y causa de la autoridad performativa del líder” (Casullo, 2019, pp. 17-18).

En este camino, debemos recordar el lugar destacado del mito que Gramsci asigna en el proceso de construcción de hegemonía, ya que señala que el mismo se orienta a la “creación de una fantasía concreta que actúa sobre un pueblo disperso y pulverizado para suscitar y organizar su voluntad colectiva” (2003, p. 10).

En este momento, parece interesante aportar tres elementos claves surgidos del análisis del discurso presidencial. Uno refiere a lo que podemos definir como la invocación mítica, donde tras su muerte Néstor Kirchner comienza a ser referenciado por CFK como “Él”: aquel que no necesita ser nombrado porque su trascendencia lo ubica en un lugar que supera lo terrenal y que debe ser reconocido por todos sin necesidad de explicitar su nombre. Esa trascendencia e inmortalidad se da tanto en la epopeya realizada (sacar a la sociedad del infierno) como también en la continuidad del proyecto y la promesa de redención social que contiene. Aquí, podemos observar cómo juega el componente mítico que Gramsci (2003) observa en la movilización de pasiones propia de la construcción de hegemonía y la inscripción del proyecto y sus líderes en la narrativa épica de la conformación de una voluntad colectiva.

Un segundo elemento refiere al vínculo entre lo individual y lo colectivo. Se puede advertir una ambigüedad que se hace presente entre la reivindicación de la militancia política y su construcción colectiva, por un lado, y la identificación del líder como actor primordial del proceso histórico, otorgando derechos y generando por sí mismo las transformaciones. Esto puede verse en el discurso de CFK en afirmaciones que plantean que, la década es ganada por “todos los argentinos”, por un lado, y en las que sostiene, por ejemplo que “Él” fue quien nos sacó del infierno, gestando una singularización del proceso en el líder, por otro. Esta ambigüedad se convierte en una tensión en tanto pone en distintos lugares la capacidad de agencia, con distintas implicancias, ya que, si la misma es monopolizada por los líderes, el sujeto político quedaría en un segundo plano, mientras que, por el contrario, en la identificación militante sugiere una revalorización de la acción colectiva otorgándole rol protagónico al colectivo.

El tercer elemento remite a que, si la Argentina había alcanzado una “década ganada” y había salido del infierno, entonces se perdía una de las condiciones de veracidad del discurso referida a probar que la sociedad se encontraba en una situación desastrosa. Paradójicamente, el éxito presentado en la lógica pragmática del discurso político, expresando los alcances de la gestión del ciclo de gobiernos kirchneristas, parecía estar deteriorando los alcances de efectividad hegemónica en la lógica simbólica del propio discurso, al perder una condición de veracidad.

Las escalas de la década ganada: integración e inclusión

Algunos días posteriores a la apertura de las sesiones ordinarias del Congreso, CFK viajó a Venezuela debido al fallecimiento de Hugo Chávez, uno de los líderes latinoamericanos con el cual el kirchnerismo había mostrado gran cercanía y con quien se habían articulado políticas internacionales destacadas, como el rechazo al ALCA (Área de Libre Comercio de las Américas). Allí, en declaraciones públicas dadas en Caracas, la noción de la “década ganada” comenzó a ampliar su alcance territorial, superando la escala nacional para alcanzar una escala regional, a nivel sudamericano. CFK recordó que se cumplían 10 años desde que NK había asumido, “en lo que nosotros denominamos ‘la década ganada’”, y sostuvo que esa

Ha sido también una década ganada para todos los pueblos de la América del Sur, que hemos tenido realmente un crecimiento muy importante y que ha permitido ese crecimiento económico la inclusión de millones y millones de compatriotas. Ese es el camino correcto, ese es el camino adecuado, ese es el camino que esperamos que sigan todos los pueblos hermanos (CFK, 7 de marzo de 2013).

La idea de un proyecto de crecimiento con inclusión social como camino de recomposición y unidad popular aparecía hermanando pueblos y gobiernos. Esto se vincula a una frase usual, tanto de NK como de CFK, que refería a que en aquel momento América Latina tenía gobiernos que se parecían a sus pueblos.

Al mes siguiente, en la cena de honor que CFK dio a Dilma Rousseff, presidenta de Brasil (2011-2016), en su visita a la Argentina, Cristina planteó la necesidad de seguir avanzando en una alianza estratégica, distinta a la de los años 90 que tenía al neoliberalismo como paradigma, y continuó rescatando los logros del proyecto desplegado: “hemos podido, en estos diez años, en esta década ganada, desarrollar modelos virtuosos de crecimiento económico e inclusión social” (CFK, 24 de abril de 2013). En aquel discurso reforzó el rol de los líderes fundacionales que en la región habían inaugurado aquella década ganada para sus pueblos:

Recién Dilma reconocía la labor de esos dos gigantes que fueron Lula y Néstor Kirchner. ¿Por qué dos gigantes? Porque comprendieron que durante mucho tiempo, tal vez durante centurias casi, intereses que no vale la pena nombrar pero que todos ustedes saben cuáles son, les interesaba mantenernos enfrentados, divididos y casi como con intereses contrapuestos entre Argentina y Brasil. El gran mérito de esos dos hombres fue demostrar, precisamente, que se podía hacer otra política en cada uno de nuestros países y que además era necesario integrar definitivamente el MERCOSUR porque la suerte de uno y de otro país, estaban indisolublemente vinculadas y atadas (CFK, 25 de abril de 2013).

De este modo, podemos observar cómo la narrativa de la década ganada recubre una escala supranacional, en base a la integración regional y la unidad de líderes y pueblos a partir de un proyecto de crecimiento con inclusión social, que antagoniza con el neoliberalismo y que podía presentarse como un modelo superador a este: “hemos producido un fantástico fenómeno de inclusión social, sobre todo, en un continente como la América del Sur” (CFK, 25 de abril de 2013).

El 25 de mayo como representación dramática: líder, pueblo y antagonismo

Si la “década ganada” iba cobrando forma y ampliando escalas en los distintos discursos de CFK, debemos señalar que alcanzó su formulación más acabada en el acto del 25 de mayo por el 203° aniversario de la Revolución de Mayo y los 10 años de asunción de NK. Allí se hicieron presentes la invocación mítica, la identificación militante y se plasmó un aspecto clave de la construcción de hegemonía en el despliegue de una relectura histórica donde pasado y presente daban cuenta de “una representación ‘dramática’ de las tentativas realizadas a través de los siglos, para suscitar esta voluntad [colectiva]” (Gramsci, 2003, p. 13).

En ese sentido, CFK reivindicó a los revolucionarios de Mayo y, dejando una suerte de gran hiato histórico en el que se invisibilizaban diversas tradiciones e identidades populares, empalmó aquellas luchas con la conformación del peronismo:

un movimiento político, el peronismo que vino a cambiar definitivamente la historia del país. Un hombre y una mujer que les enseñaron a los argentinos que al lado de cada necesidad había un derecho, que les dieron educación, vivienda, vacaciones, aguinaldos, a partir del año 53 convenios colectivos de trabajo que le dieron al trabajador, que incorporaron al trabajador y a la mujer a la vida política de los argentinos, que también, porque es innegable, afectaron intereses, porque antes de que llegara el peronismo, había explotación en el país (CFK, 25 de mayo de 2013).

Aquí se presenta la tensión entre lo individual y lo colectivo, los líderes y el pueblo, en tanto Perón y Evita “enseñan” y “dan” a este último sus derechos, se expresa cierta verticalidad en la concepción de la acción política, que entra en tensión con la reivindicación de la militancia como acción colectiva también propia del discurso de CFK, ya que el pueblo aparece como beneficiario y no tanto como protagonista.

Aquí parece interesante rescatar el enfoque gramsciano del Príncipe donde el líder es la representación simbólica de la voluntad colectiva (Gramsci, 2003). De hecho, CFK señala que los dirigentes populares habían sido históricamente objetivo de feroces ataques porque “eran las herramientas que la historia del pueblo había tomado para transformar un destino de esclavitud (…). Yo, nosotros, él, que no está más, no fuimos importantes ni seremos importantes por nosotros mismos. Somos apenas una herramienta de ustedes, del pueblo” (CFK, 25 de mayo de 2013). Además, CFK plantea que la “década ganada” ha sido ganada “no por un gobierno, ganada por el pueblo”, perfilando que los derechos constituyen entonces conquistas, otorgando agencia y protagonismo a la voluntad colectiva. Entendemos que, si bien esto no elimina la tensión mencionada, la ubica en un par que conforma una misma unidad. Aquí, encontramos desarrollada la posición de la condottiera-mítica: la líder otorga al pueblo, pero al mismo tiempo la líder es representación y expresión del pueblo, en tanto aparece como su herramienta.

Así, podemos rescatar el señalamiento de Casullo (2019) de que en el discurso populista y la configuración mítica que adquiere, se presenta un héroe de carácter dual: un héroe colectivo que es el pueblo, el cual se encuentra ligado de forma indisoluble a un héroe individual que es el líder. Pero, como podemos percibir en el discurso, esta dupla líder/pueblo no se encuentra libre de tensiones.

Y es a partir de estas tensiones donde podemos comprender también la necesidad que va a plantear CFK, hasta el fin de su mandato, de “empoderar” al pueblo:

yo no soy eterna, lo he dicho muchas veces, y lo que es más importante, tampoco lo quiero ser. Es necesario empoderar al pueblo, a la sociedad de estas reformas y de estas conquistas para que ya nunca nadie más pueda arrebatárselas (CFK, 25 de mayo de 2013).

La imposibilidad de postularse a un nuevo mandato implicaba un escenario de incertidumbre, ya que, sin su líder en la presidencia, la única garantía de preservar el proyecto sería a partir del propio pueblo “empoderado”.

En este punto, el discurso de CFK rescata la condición de veracidad que parecía perdida: si bien la crisis ya no se encontraba presente, por la “década ganada”, aun así se mantenía como amenaza por la posibilidad de que se instaurara un “fin de ciclo” y que las conquistas y derechos de la década les fueran arrebatados al pueblo.

Esto se vincula directamente con el antagonismo pueblo/poder fundante de la lógica populista. Según Retamozo y Morris, “El discurso populista articula, tramita e, incluso, crea demandas identificando posiciones negadas en cierta totalidad social mientras efectúa una promesa redentora” (2014, p. 18), trazando una frontera antagónica entre un “nosotros”, referido al pueblo, y un “ellos”. Así, el gobierno kirchnerista se presenta como emanación de la voluntad popular y se lo distingue del “poder real”, por lo que la década ganada, con su articulación de demandas en un proyecto redentor, había sido conquistada en el marco de ese antagonismo. Como señala Esteves (2015), la “década ganada” no solo hace referencia a los diez años de gobiernos kirchneristas sino también al neoliberalismo anterior, recuerdo que actúa como advertencia de aquello que podría volver.

Para CFK se planteaba el desafío de preparar al pueblo para un futuro incierto sin ella conduciendo desde el Poder Ejecutivo, frente a un poder establecido que iba a procurar restablecer sus privilegios en detrimento de las conquistas populares:

Si no se organizan, si no participan, si no cuidan ustedes mismos lo que es de ustedes, van a venir otra vez por todos ustedes como lo han hecho a lo largo de toda la historia. (…) Tenemos los argentinos el deber de no depender de una persona; tenemos el deber, pero sobre todo la necesidad, de empoderarnos nosotros mismos de esas conquistas y de esos derechos y de organizarnos para defenderlas. Con eso sueño (CFK, 25 de mayo de 2013).

Si bien la tensión de cómo se ubica o distribuye la capacidad de agencia en el proceso histórico pervive (si es líder-sujeto o líder-herramienta, si es pueblo-protagonista o simple pueblo-beneficiario), el rol dirigente de la condottiera-mítica en el antagonismo pueblo/poder se encuentra siempre presente.

Una década ganada a nivel cultural: ethos femenino y subalternidad

Otro momento de configuración de la noción de la década ganada se da durante el discurso dado por CFK en la Bienal de Venecia, donde planteó que “también en cultura podemos hablar de la década ganada” (CFK, 29 de mayo de 2013).

Nuevamente es factible rastrear un estilo discursivo que combina una vasta presentación de datos empíricos a partir de los cuales se busca fundamentar las posiciones políticas e incidir en la batalla ideológica. Se constituye así otro momento del ethos magistral o pedagógico-profesoral (Vitale y Maizels, 2011; Vitale, 2013; Gindin, 2019). Y, si la década ganada habla principalmente de logros, la intervención pública de CFK en Venecia rápidamente hacía gala de ellos: “Luego de 10 años de crecimiento el PBI cultural alcanzó el 3,8 por ciento del PBI total de la economía, su máximo histórico” (CFK, 29 de mayo de 2013). A continuación, proveía diversas series de datos sobre puestos de trabajo, exportaciones culturales, asistencia a museos nacionales, nuevas obras de infraestructura y creación de museos, centros y parques culturales, creación de películas de cine, entre otros.

Sin embargo, un momento relevante al análisis de construcción de hegemonía se vincula con la apreciación que la presidenta realizó sobre la obra que se inauguraba en representación de Argentina en la Bienal. Allí, CFK se detuvo a reflexionar sobre el título de esta, denominada “Eva-Argentina, una metáfora contemporánea”:

¿Por qué Eva-Argentina, una metáfora contemporánea? Porque yo creo que pocas cosas simbolizan como la figura de Eva la historia de las últimas décadas de la Argentina. Eva significó una desclasada que surgía, mujer (…), hija no reconocida al principio, hija extramatrimonial, pobre, mujer, artista. (…) Esa mujer pobre que vino del interior de la provincia de Buenos Aires, que la artista la ha significado en todas las Evas que hay dentro de ella, con sus contradicciones, con sus complejidades pero en definitiva con su balance definitivo de haber ingresado a la historia. Y esa Eva que aparece y desaparece en la historia argentina, es como el pueblo que también lo ocultan cuando parece muerto, lo desaparecen lo ultrajan, vuelve a emerger, lo vuelven a ocultar, pero una y 1000 veces vuelve. Por eso Eva es la Argentina. Y yo espero que esta vuelta del pueblo en esta década ganada sea la vuelta definitiva del pueblo en la historia y que nunca más nadie pueda ocultarlo, desaparecerlo, ultrajarlo, humillarlo, quitarle cosas que le corresponden (CFK, 29 de mayo de 2013).

Por un lado, esta reflexión sobre el lugar de la mujer en el discurso de CFK nos lleva a visualizar la configuración de un ethos femenino, donde, según Vitale (2014), la presidenta procura legitimar su liderazgo político identificándose con otras mujeres argentinas (como Eva Perón, las Madres y las Abuelas de Plaza de Mayo) que se atrevieron a ocupar espacios antes exclusivos de los varones, que funcionan como modelos y le asignan un linaje.

Por otro lado, esta alocución nos permite indagar acerca de la relación líder/pueblo/Nación. En el discurso de CFK, Eva es líder, pero también es pueblo y es Nación. Es decir, Eva es la encarnación de la subalternidad, concepto gravitante en el pensamiento gramsciano para pensar aquello no dominante, subordinado, que viene desde abajo, oprimido, pero que puede aspirar a escribir su propia historia, y para hacerlo debe volverse pueblo, forjar su voluntad colectiva nacional-popular. Mujer, pobre, artista, hija ilegítima, provinciana, son factores constitutivos de esa subalternidad. La construcción de hegemonía se expresa en esta narrativa de los intentos dramáticos de la voluntad colectiva por forjar su propio destino, de un pueblo ultrajado que, sin embargo, siempre vuelve a emerger. Eva es líder de rango histórico, pero no es cualquier tipo de líder, es líder porque es pueblo, es decir, la representación simbólica de aquella voluntad colectiva. Pero Eva también es Nación, porque esa voluntad colectiva cobra forma de proyecto político y busca alcanzar la totalidad, no solo de la subalternidad de la cual emerge sino de la propia Argentina.

Desde esta perspectiva, la unidad líder-pueblo-Nación volvió a manifestarse en 2003 y había logrado conquistar una década ganada bajo el liderazgo de otra mujer: la propia CFK. Como señalaba Pérez (2013), Cristina tiende a presentarse a sí misma como mujer-líder, como presidenta-estadista, y alejándose de cualquier imagen de viuda-débil, aparece como una mujer empoderada que conduce un pueblo que también se empodera. CFK señala que la figura de Eva simboliza las últimas décadas de historia argentina: esa dislocación temporal refiere a este reemerger del pueblo y a la construcción de identidad en base a la confrontación, ya que se desliza el contraste entre la década de los 90 y el neoliberalismo como proyecto ultrajante para los sectores subalternos, y su recomposición en la “década ganada”. El desafío es entonces que esa década ganada represente la “vuelta definitiva del pueblo en la historia” y para ello el empoderamiento popular sería una condición necesaria, aunque en el contexto de incertidumbre labrado por la imposibilidad de la mujer-líder de prorrogar su mandato como presidenta-estadista.

El proyecto, la alegría del pueblo y la batalla cultural

En junio, CFK dio un discurso público en la presentación de candidatos del Frente Para la Victoria (FPV). La efectividad hegemónica de la “década ganada” sería puesta a prueba, a nivel coyuntural, en las elecciones legislativas de aquel año en un contexto atravesado por dificultades políticas donde emergían nuevos liderazgos y disputas que comenzaban a fisurar la fuerza política.

Allí, CFK puso de manifiesto la necesidad de explicitar y debatir los proyectos de sociedad en juego, recalcando los logros de la “década ganada”:

Pero en la política no nos gustan los disfraces, en la política nos gusta dar la cara, decir lo que pensamos y, fundamentalmente, ejecutar los programas políticos que permitieron reconstruir este país y que hoy aquí, como lo hicimos el 25 de mayo hace pocos días, podamos decir con orgullo, cada hombre y cada mujer que se identifique con este proyecto, que hemos construido la década ganada frente a tanto infortunio, frente a tanta tragedia, frente a tanto dolor. Haber devuelto la alegría al pueblo, la alegría de pertenecer, de militar, haber incorporado nuevamente a miles y miles de jóvenes que volvieron a creer, que volvieron a creer que era posible transformar la realidad, mejorarla, que era posible ayudar al prójimo, que la solidaridad era un valor importante. (CFK, 29 de junio de 2013)

Así, proyecto y lucha política aparecen como pares indisolubles de la transformación de la realidad. La identificación militante no es solo patrimonio de los líderes, sino que el identificarse con el proyecto conlleva la posibilidad “de pertenecer, de militar”, al tiempo que, hacer realidad el proyecto involucra la conformación de un sujeto colectivo. CFK señala que uno de los alcances de la década era haber incorporado a miles de jóvenes a la militancia política, regidos por valores como la solidaridad, y el objetivo alcanzado de aquel proyecto no era otro que el “haber devuelto la alegría al pueblo”. Esto es parte de la efectividad del mito populista (Casullo, 2019) en tanto ofrece la posibilidad de participar de un proyecto atravesado por un carácter épico.

Pero como señalamos, en la lógica populista, el pueblo se encuentra en un antagonismo permanente con el poder, aquellas minorías que buscan restablecer sus privilegios y que en sus articulaciones políticas, económicas, judiciales y mediáticas comenzaban a generar una suerte de contra-discurso frente a la “década ganada”: la larga enumeración de logros no sería otra cosa que un mero “relato”, un engaño sin asidero en la realidad. De allí que el alcance hegemónico de la década ganada quedara en buena parte definido en un conjunto de trincheras nodales de la guerra de posiciones gramsciana ligadas a la batalla ideológica y cultural.

Así, en el acto del 9 de julio de 2013, por el aniversario de la independencia nacional, CFK comenzó profundizando este aspecto clave de la batalla cultural, ya que para aclamar la “década ganada” no alcanzaba con un éxito más o menos palpables de las políticas, sino con una disputa en términos de ideas.

Hemos dado en esta década una larga y dura batalla cultural y de opinión, porque nos decían que esto no podía durar, que no íbamos a ser capaces de desarrollar nuestra propia industria, que íbamos a generar nuestra propia fuente de financiamiento, que íbamos a pagar pero no a costa del pueblo, sino con el pueblo incluido a través de la educación, la salud, las jubilaciones (CFK, 9 de julio de 2013).

La escala regional volvió a hacerse presente, en tanto CFK habló de una década ganada de inclusión para los pueblos de América del Sur. Y nuevamente, la disputa de proyectos cobraba relieve en el marco del antagonismo donde el poder puja por clausurar el ciclo de avance popular:

ese es el mundo que se está planteando y que nos quieren imponer, volver a reprivatizar nuestras exportaciones, volver a ser grandes productores de materia prima con poco valor agregado. Y vamos a dar batalla, porque vamos a profundizar este modelo de Estado, de inclusión, de valor agregado, logrando mayor competitividad y también peleando por la unidad regional. ¿Qué hacemos entonces? ¿Cuál es el instrumento más poderoso que hemos logrado los argentinos en esta década reconstruir además de la autoestima? El Estado, que es el gran reparador y el gran constructor y junto al sector privado, para la ayuda, para el crecimiento; el Estado que necesita de sus 3 poderes, de un Poder Ejecutivo que en estos 10 años ha administrado el comercio ayudando al empresariado nacional y a la banca nacional como nunca antes nadie lo había hecho (CFK, 9 de julio de 2013).

Aquí aparece otra de las estrategias que recorrerán el discurso y los debates en el kirchnerismo en el segundo gobierno de CFK: la idea de “profundizar el modelo” y el rol del Estado en dicho proceso. Esta “profundización” sigue siendo pensada dentro del marco de lo que podemos denominar como el pacto populista (Rajland, 2008; Varesi, 2013), es decir, una estrategia dentro del capitalismo periférico que busca fortalecer al Estado para articular intereses de sectores de las clases dominantes y de las clases subalternas con el fin de encarar un proyecto de desarrollo productivo con mayores márgenes de autonomía relativa. Como hemos analizado en otros trabajos (Varesi, 2013, 2016 y 2021b), estas estrategias suelen encontrar restricciones en la estructura de clases realmente existente, ya que la misma evidencia la persistencia de altos índices de concentración y extranjerización en la cúpula económica, conservando suficiente poder estructural como para buscar vetar las políticas distributivas de los gobiernos populares y tendiendo a defeccionar del pacto social para pasar a formar parte de articulaciones opositoras al mismo. Vemos que en esos contextos cobra mayor fuerza la gravitación del sujeto popular en el discurso presidencial como salvaguarda del proyecto y sus logros en materia de derechos, ingresos y distribución. También se le asigna relevancia al rol del líder y al Estado como “gran reparador” y “gran constructor”. Así, este lugar central de Estado en el discurso kirchnerista llevó a Casullo a señalar que “en el caso de Argentina, el héroe del mito populista era sin dudas un héroe estatal” (2019, p. 110).

Podemos observar que el factor vinculante entre Estado, pueblo y nación, en el discurso de CFK, era el carácter inclusivo del proyecto, lo cual permite pensar el desarrollo de un gran Nación en integración con los pueblos sudamericanos: “hacerlo junto a nuestros hermanos de la América del Sur, como única garantía de poder volver a ser una gran Nación y donde millones de compatriotas vuelvan a ser incluidos como lo han sido en esta última década” (CFK, 9 de julio de 2013).

Crecimiento y desarrollo: algunas cuentas pendientes de la “década ganada”

Durante los meses siguientes, la noción de la “década ganada” comenzó a menguar dentro del discurso presidencial, en un contexto donde la coyuntura política planteaba crecientes dificultades. La fractura del FPV se había materializado con la conformación del Frente Renovador (FR) liderado por Sergio Massa, quien había sido un importante funcionario del ciclo kirchnerista llegando a ser jefe de Gabinete de CFK entre 2008 y 2009. De hecho, la presentación de Massa como candidato a Diputado Nacional por el FR había llevado al triunfo de su nueva fuerza sobre el FPV en la provincia de Buenos Aires en las elecciones primarias, el cual igualmente continuaba siendo la primera fuerza a nivel nacional.

En aquella coyuntura previa a las elecciones generales, CFK dio un discurso en la provincia de San Juan donde reflexionó sobre los alcances, pero también sobre las cuentas pendientes de la década. Allí sostuvo que “esta fue la década del crecimiento, pero ahora tiene que venir la década del desarrollo, que es la de la consolidación y la profundización con innovación tecnológica para todo el país, articulando el país en su desarrollo” (CFK, 3 de octubre de 2013). CFK dijo estar emocionada porque en aquel acto se entregaban viviendas a familias que salían de los barrios de emergencia para alcanzar un mejor nivel de vida; la propia referencia a que aún prevalecían miles de argentinos viviendo en “villas” llevó a recalcar algunas demandas que aún estaban irresueltas para transformar la vida del pueblo:

Entonces, necesitamos entender que conviven estas dos Argentinas y tenemos que poder articularlas para esta década del crecimiento que es la del presente, pero que es la que nos permite pensar el futuro. Si vos no tenés a la gente con agua potable, con cloacas, con trabajo registrado, con educación, con universidad, con salud, con vivienda, no podés pensar en el futuro (…) Y eso es lo que necesitamos: correr cortinas, correr velos para poder ver con claridad la patria, para poder ver con claridad lo que hemos logrado en estos años los argentinos. Ya no pertenece a un sector político, esta década ganada le pertenece a los argentinos (CFK, 3 de octubre de 2013).

Nuevamente, la “década ganada” reclamaba para sí la operación central de la construcción de hegemonía, la universalización del particular. Debía ser patrimonio del todo social, y si bien había logrado sacar al país del “infierno”, aún tenía cuentas pendientes, y en ellas se podían prefigurar otro aspecto necesario de una estrategia hegemónica: la necesidad de una perspectiva de futuro, de un sendero de redención social. Y de allí que a la década ganada se le requiera otra década ganada más, que al crecimiento haya que seguirle añadiendo desarrollo, sendero ligado a la pervivencia del proyecto y a la capacidad del pueblo de forjar su propia voluntad colectiva y de resistir los embates del poder para restablecer sus privilegios.

En los últimos tramos de 2013, las apariciones públicas de CFK disminuyeron debido a problemas en su salud. Esto se dio en un contexto de derrota electoral en las legislativas generales en un bastión clave como la provincia de Buenos Aires, donde el FR amplió la diferencia con un 44 % sobre el 32 % del FPV, y en un escenario donde a fin de año se sucedieron paros policiales en diversas provincias, por reclamos salariales, que dieron lugar a saqueos y variados hechos de violencia.

Finalmente, el 10 de diciembre de 2013, CFK dio un discurso público por el 30° aniversario del retorno de la Democracia y el Día Internacional de los Derechos Humanos, en el que reflexionó sobre los vínculos entre democracia, crecimiento económico e inclusión social. Allí buscó trazar una línea divisoria entre las fuerzas democráticas, incluyendo al radicalismo en un tándem en el que referenció al yrigoyenismo y al alfonsinismo, junto con el peronismo y el kirchnerismo, ligados a los organismos de DD. HH., como parte de un gran movimiento nacional que enfrentaba a las fuerzas antidemocráticas, con referencia central a las Juntas Militares pero también al FMI y a sectores del poder que se oponían a los procesos de inclusión social e imponían condicionamientos buscando establecer una “democracia en libertad condicional” (CFK, 10 de diciembre de 2013). El antagonismo pueblo/poder aparecía envolviendo al kirchnerismo como sujeto político, pero también más allá de él, como parte de un proyecto que en diversos aspectos había sido expresado por los actores diversos de ese movimiento nacional y democrático:

Pero quiero rescatar estos 30 años, que pese a todos los intentos antidemocráticos los argentinos hemos decidido vivir en democracia, porque hemos conquistado demasiadas cosas que no estamos dispuestos a ceder en estos 10 años que constituyen el período de crecimiento económico más importante y también de importante inclusión social. Y yo lo quiero remarcar porque no es una inclusión social producto de que cuando llegamos encontramos una situación económica con las arcas llenas en el Banco Central, no, encontramos solamente endeudamiento y problemas. Fue la decisión de otro presidente que tampoco hoy está, fue su convicción la que hizo que rompiéramos con esta dependencia de la deuda externa, del Fondo Monetario Internacional y que también junto a otro gran hombre como fue el presidente de Venezuela le dijeran no al ALCA en el año 2005 (CFK, 10 de diciembre de 2013).

Al igual que en los discursos claves del 1 de marzo y del 25 de mayo, CFK volvió a emparentar los 30 años del retorno democrático con los 10 años del ciclo de gobiernos kirchneristas, en un antagonismo que atravesaba no solo la escala nacional sino que albergaba también la lucha de los pueblos latinoamericanos contra la dependencia y el sometimiento. Sin embargo, la referencia explícita de este proceso como “década ganada” ya no figuraba en el discurso presidencial, aunque sus contenidos seguían presentes. También parece percibirse en el discurso presidencial la existencia de cuentas pendientes en esa década de avances y la existencia de una amenaza de desestabilización del proceso y sus conquistas, por lo que CFK cerró el discurso planteando que “todo lo que falta lograr, todo lo que nos falta hacer solo se puede hacer en democracia, respetando la Constitución, respetando las leyes, respetando las autoridades legítimamente constituidas y elegidas por el pueblo” (CFK, 10 de diciembre de 2013). Así, el originario proyecto nacional-popular se asocia a la democracia y aparece enfrentado al proyecto neoliberal ligado a la antidemocracia, tanto por sus orígenes en la última dictadura militar como por las vigentes estrategias de desestabilización al gobierno en curso.

Conclusiones

El análisis del discurso de CFK sobre la “década ganada” desde una perspectiva gramsciana nos permite ver un balance que combinaba ideología y ciencia política, desde aspectos míticos hasta datos empíricos, en una narrativa que procuraba ejercer una dirección política e ideológica, construir identidad y generar consensos.

La “década ganada” cobra entonces diversas dimensiones: políticas, económicas, sociales, ideológicas y culturales, aportando características en cada una de ellas que eran sintetizadas en el proyecto y su concreción. Aquí, los aportes de Charaudeau sobre el discurso político nos muestran cómo CFK articula la lógica simbólica y pragmática del discurso, en tanto el balance refiere al proyecto de idealismo social que es vinculado con la gestión del poder que provee los medios para hacer realidad dicho proyecto, materializado en la “década ganada”.

La “década ganada” también adquiere diversas escalas en el discurso presidencial: va del particular (kirchnerismo) al universal del todo social realizado en la Nación, e incluso supera la escala nacional y alcanza una escala regional, principalmente sudamericana, en tanto se identifican procesos de “crecimiento con inclusión social”, donde líderes y pueblos caminan hermanados en un sendero de redención social.

En esta narrativa épica, también encontramos otro factor clave de la construcción de hegemonía: la gestación de una relectura que ubica el propio proyecto y a sus líderes en una continuidad que surge de lo más profundo de la historia nacional, empalmando la gesta de los revolucionarios de Mayo, el peronismo clásico, las luchas de los años 70 y el retorno democrático de los 80 con el ciclo kirchnerista. Esto se da al calor del antagonismo pueblo/poder propio de la lógica populista, que en las últimas décadas puso a las diversas figuras del neoliberalismo, tanto a nivel nacional como internacional, de un lado, y a los pueblos, de los cuales emergen líderes y gobiernos populares, del otro, en el trayecto de articulación de demandas.

A su vez, notamos una tensión en el vínculo entre lo individual y lo colectivo, en la relación líder/pueblo. Por un lado, vemos la identificación de los líderes como militantes políticos y la valoración de la participación colectiva, señalando que la década había sido “ganada por el pueblo”, pero por otro, se reitera que son los líderes los que “dan” al pueblo sus derechos, poniendo en cuestión dónde se ubica la capacidad de agencia. También se plantea desde el discurso presidencial poder interpretar a los propios líderes como herramientas del pueblo, ejerciendo de personificación simbólica de la voluntad colectiva. Como señalara Casullo (2019), el héroe del mito populista es un héroe de carácter dual, líder/pueblo, y es en los diversos pasajes del discurso donde podemos observar dónde se va ubicando y cómo se va distribuyendo la capacidad de agencia, en una tensión duradera.

En este camino, como aporte, pudimos indagar el rol que asume el líder fundacional en la invocación mítica que CFK utiliza para referirse a NK tras su muerte, construyendo una trascendencia que busca ubicarlo dentro de una continuidad junto a los próceres de la historia nacional. También, cómo CFK procura portar ese legado y va delineando su propio ethos, en diversos movimientos que dan complejidad y singularidad a su liderazgo en la imagen que proyecta de sí misma, en un trayecto que atraviesa del ethos magistral o pedagógico-profesoral a la condottiera-mítica, del ethos femenino a la subalternidad y de ella a la mujer-presidenta-estadista, con alcance de rango histórico. Así, articula componentes emotivos para movilizar pasiones y suscitar la voluntad colectiva, y componentes racionales y pedagógicos para realizar la educación política del pueblo y prepararlo para la contienda. CFK aparece como el resurgir de Eva, porque es el resurgir del propio pueblo vulnerado que recobra su voz en la lucha por su emancipación, dando forma a la posición de condottiera-mítica como parte de esa batalla ancestral.

Por ello, es interesante resaltar los rasgos y evolución de los tres momentos de construcción de las condiciones de veracidad del discurso populista: su irrupción en un contexto de desastre social que llevó al estallido de 2001; la identificación de los responsables vinculados a las distintas figuras del proyecto neoliberal, como adversario a derrotar; y la propuesta de un proyecto de redención social y la conformación del sujeto político que lo lleve adelante: el kirchnerismo.

Allí, vimos que la primera condición perdía potencia, en tanto la “década ganada” implicaba asumir que el país ya no se encontraba en una situación de desastre social. Sin embargo, observamos cómo la misma era parcialmente repuesta, ya que si bien la crisis no funcionaba como momento presente sí podía hacerlo como amenaza: el proyecto neoliberal se encontraba agazapado y los grupos del poder concentrado aguardaban para liquidar las conquistas del pueblo y restablecer sus privilegios. Esta situación se encontraba agravada por la imposibilidad de la líder de prorrogar su conducción en la presidencia, lo cual agudizaba la incertidumbre y reforzaba la necesidad de “empoderar” al pueblo, ya sea para dar continuidad al proyecto o, al menos, para lograr resistir y que los derechos y conquistas de la década ganada no fueran arrasados por los poderosos. Mientras la estrategia de pacto social enfrenta crecientes dificultades, el proyecto nacional y popular refuerza su asociación a la idea de democracia frente a las estrategias de desestabilización y en discursos posteriores aparecerá ampliado en su denominación como proyecto nacional, popular y democrático.

De este modo, buscamos aportar al análisis de la construcción hegemónica durante el ciclo de gobiernos kirchneristas, entendiendo que la misma no se limita al discurso presidencial, pero que encuentra en este un elemento clave. Las estrategias en la lucha por la hegemonía atraviesan las múltiples trincheras de la guerra de posiciones, involucrando batallas a nivel político e ideológico y también económico y social. Así, los gobiernos kirchneristas, junto con el conjunto de procesos latinoamericanos que alumbraron el principio del XXI siguen motivando debates y análisis sobre sus alcances, límites y desafíos, cuyo estudio parece necesario tanto para comprender lo sucedido como para interrogarnos sobre el presente.

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Notas

2 Un abordaje de estas puede encontrarse en el trabajo “Análisis de situaciones. Relaciones de fuerza”, presente en Gramsci (2003).
3 Referimos al líder como el elemento nodal de conducción, ya sea individual o colectivo, que Gramsci analiza a partir de sus lecturas sobre el Príncipe de Maquiavelo (1995) y sus elaboraciones en torno al Príncipe moderno.
4 Debe advertirse que Gramsci piensa al Príncipe como la personificación simbólica de un sujeto colectivo: una voluntad nacional popular, pero que en los tiempos modernos y para las estrategias de revolución social que vislumbra no sería un líder individual sino colectivo, al cual identifica con el partido político. A lo largo del artículo iremos planteando algunas de las tensiones presentes entre el componente individual y colectivo de la construcción de hegemonía y el rol del líder en el discurso de CFK.
5 El condottiero hace referencia a los líderes militares que en Italia prestaban servicio a las ciudades-estados mediante un contrato y que en Gramsci (2003) remite al líder, tanto ideal como real, sobre el cual reflexiona Maquiavelo en su obra y cuya influencia busca ser ejercida sobre el conjunto del pueblo y la Nación.
6 Podemos encontrar referencias a la conformación del neoliberalismo como adversario en los trabajos de Montero (2012) y Funes (2016), entre otros.

Recepción: 02 Febrero 2023

Aprobación: 05 Junio 2023

Publicación: 01 Febrero 2024

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