CS Cuestiones de Sociología, núm. 30, e172, agosto 2024 - enero 2025. ISSN 2346-8904
Universidad Nacional de La Plata
Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación
Departamento de Sociología

Artículos

El trabajo digital en el capitalismo pandémico: significados y efectos

Fabio Perocco

Universidad Ca’ Foscari, Italia
Pietro Basso

Universidad Ca' Foscari, Italia
Ricardo Antunes

Instituto de Filosofía y Ciencias Humanas, Universidad Estatal de Campinas, Brasil
Cita recomendada: Perocco, F., Basso, P. y Antunes, R. (2024). El trabajo digital en el capitalismo pandémico: significados y efectos. Cuestiones de Sociología, 30, e172. https://doi.org/10.24215/23468904e172

Resumen: En las últimas dos décadas se han producido profundas transformaciones en el trabajo, tanto en el proceso de organización laboral como en el funcionamiento del mercado del trabajo. Entre estas transformaciones, una de las más recientes y rápidas es la informatización del trabajo, en particular su digitalización. La práctica y el mito del "teletrabajo" son señales visibles de una dinámica planetaria de matriz capitalista que, una vez más, presenta la posible liberación y humanización del trabajo dentro de un marco de alienación, atomización y subordinación del trabajo a los imperativos del mercado y la ganancia, quizás de manera más radical. Con la expansión de la llamada Industria 4.0, que intensificará aún más la robotización y la automatización digital en todas las actividades posibles, a través del "internet de las cosas" y la expansión de la inteligencia artificial, ¿cuáles son las principales consecuencias para la clase trabajadora? ¿Cuál es la nueva configuración de la clase trabajadora? ¿Cómo ha influido en este proceso el período de pandemia? Estos son los principales interrogantes que se propone plantear este artículo, en el que se aportan elementos para sostener la existencia de un proletariado digital.

Palabras clave: Mundo del Trabajo, Digitalización, Proletariado Digital, Capitalismo Pandémico.

Digital Work in Pandemic Capitalism: Meanings and Effects

Abstract: The last two decades have seen profound transformations of work, both in the process of work organisation and in the functioning of the labour market. Among these, the most recent and fastest is the computerisation of work, in particular the digitisation of work. The practice and the myth of “smart working” are the visible signs of a planetary dynamic of capitalist matrix which, once again, presents the possible liberation and humanization of labour within the framework of a new, and perhaps more radical, alienation, atomization and subordination of labour to the imperatives of the market and profit. With the expansion of the so-called Industry 4.0 - which will further intensify the robotization and digital automation in all possible activities, through the "internet of things", the expansion of artificial intelligence, with profound consequences on employment - what are the main consequences for the working class? What is the new configuration of the working class? How has the pandemic period influenced this process? These are the primary questions that this article aims to address, providing elements to support the existence of a digital proletariat.

Keywords: World of Work, Digitalization, Digital Proletariat, Pandemic Capitalism.

Trabajo digital y trabajo manual

La importancia de este tema es evidente, ya que en las últimas décadas el capitalismo ha ido expandiendo, con creciente intensidad, las tecnologías de la información y las comunicaciones, proceso en el que las corporaciones globales reiteran cotidianamente la “inevitable” e “inexorable” tendencia hacia la expansión del trabajo digital, y su reemplazo por el trabajo manual.

Surge entonces una pregunta: ¿qué significa hablar de trabajo digital? ¿Cuáles son sus efectivos mecanismos de funcionamiento? ¿Y cuáles son sus verdaderos significados? Cuando se trata de trabajo digital, ¿qué debería considerarse mistificación y qué sería realidad?

Bien sabemos que desde el advenimiento de la revolución industrial, la introducción de maquinaria ha sido una parte intrínseca del capitalismo que, de esta manera, busca reducir el trabajo vivo (realizado por la fuerza de trabajo humana) para sustituirlo por trabajo muerto (a través de la introducción incesante de nuevas maquinarias, ya sean industriales o informático-digitales).

Si es cierto que el universo del trabajo contemporáneo está cada vez más impregnado de computadoras, celulares, tablets, algoritmos, big data, internet, industria 4.0, etc., es necesario recordar que ninguno de estos elementos del universo informático-digital podría existir sin algún tipo de interacción con la actividad humana en general y el trabajo manual en particular.

Un ejemplo muy esclarecedor: la peligrosa actividad de los mineros, de los trabajadores que trabajan en el sector de extracción de minerales (principalmente en las minas asiáticas, africanas y latinoamericanas) constituye la base sobre la que se estructura un complejo sistema que incluye la producción global de tecnología informática-digital. Lo que significa que, sin la base del trabajo vivo de los mineros, el trabajo digital no podría existir.

Si analizamos la producción de productos digitales a escala global, entonces el trabajo manual se convierte en la protoforma, la primera forma de actividad que hace posible el desarrollo del trabajo digital y del mundo virtual, con sus tecnologías de la información y las comunicaciones, que en nuestro ejemplo (y podríamos enumerar muchos otros) comienza con la minería y termina con la nube (cloud).

Incluso considerando que el trabajo digital está presente en el sector de extracción de minerales, las actividades de extracción manual siguen siendo absolutamente predominantes. Por eso, dada la división internacional del trabajo, claramente diferenciada entre el Norte y el Sur del mundo, entre el centro y la periferia, la expansión de las cadenas de producción de valor no puede prescindir de los vínculos reales entre el trabajo digital y el trabajo manual (sin profundizar aquí en los malentendidos que surgen en torno a estas definiciones, cuando se las considera rígidas e inmutables). Ursula Huws (2003 y 2014) ofrece una clara síntesis de este problema al indicar que sin la producción de energía, cables, computadoras, teléfonos celulares y muchos otros productos materiales; sin el uso de materias primas; sin la construcción de edificios donde se fabriquen y vendan esta multiplicidad de productos; sin la producción y operación de vehículos que distribuyan todos estos componentes fundamentales; sin la producción y colocación de satélites en órbita, capaces de gestionar las señales de las nubes; sin toda esta inmensa y diversa infraestructura material, Internet no solo sería imposible que estuviera conectada, sino que ni siquiera existiría.

Por ello, es imprescindible desmitificar formulaciones que sobrevaloran el trabajo digital y lo separan, como si no existiera conexión con la realidad concreta, con sus infinitos componentes materiales, de los cuales el trabajo vivo es parte esencial. El universo virtual solo puede existir como vértice de la cadena productiva, anclado y estructurado a partir de un inmenso complejo de actividades condensadas en su base, y realizadas por una intensa actividad de trabajo humano.1

Infoproletariado y trabajo uberizado

Es precisamente por eso que la difusión del trabajo digital trae consigo en el Sur del mundo, en la periferia del capitalismo global, un amplio mosaico de actividades llamadas manuales que continúan expandiéndose sin tregua, como se puede ver en China, India, Sudáfrica, Brasil, México, etc. Actividades que se extienden desde la base hasta la cima de las cadenas productivas globales, y que, a pesar de las diferencias, son absolutamente esenciales para la creación de valor y plusvalía (Antunes, 2018).

Dichas actividades están presentes en los más diversos espacios laborales, como lo demuestran los trabajadores de la banca, el comercio, la comida rápida, el turismo y la hotelería, los call center y telemercadeo, la enseñanza, las plataformas digitales, la agroindustria, el sector servicios y los servicios industriales. Ello permitió la explosión dentro de la clase obrera, de un nuevo contingente en continua expansión, al que definimos como infoproletariado.

Es importante resaltar que, además de su enorme heterogeneidad funcional, estas actividades también se caracterizan cada vez más por su homogeneidad, el aumento de la precariedad (Cillo, 2017), la expansión de la informalidad, el aumento del trabajo intermitente y uberizado ‒todas características recurrentes en las actividades que utilizan las tecnologías de la información y la comunicación, de las cuales el trabajo uberizado es la expresión actual más llamativa, al estar difundido a nivel mundial.

Cabe recordar también que la presencia del trabajo digital es cada vez más pronunciada, especialmente con la llegada de la industria 4.0 (Gaddi, 2019), una propuesta que pretende ampliar e intensificar las TI en todos los ámbitos de la producción.

Hay también otro problema analítico fundamental que puede demostrarse de la siguiente manera: dado que el capital aumenta su valor solo mediante la explotación de la fuerza de trabajo (las máquinas, industriales o incluso digitales, no crean valor, a pesar de aumentarlo), el universo del trabajo a escala global está siendo testigo de la expansión de diferentes modalidades de gestión de ganancias y la creación de mayor valor en todas las esferas donde sea posible, no solo en el mundo industrial, sino también en los sectores agrícola y de servicios, dado el inextricable entrelazamiento entre diferentes sectores (ejemplos de ello son la agroindustria, la industria de servicios y los servicios industriales). Así, en la última década, además de la subcontratación, la informalidad y la flexibilidad, ha habido una enorme expansión del trabajo intermitente utilizado particularmente por las plataformas digitales (Krzywdzinski y Gerber, 2020), lo que ha generado un trabajo uberizado, en constante expansión a escala global, en las llamadas plataformas digitales (Antunes, 2020).

Además de presentar la relación entre trabajo digital y trabajo manual, infoproletariado y trabajo uberizado, en este artículo buscamos ofrecer elementos para situar la revolución digital en el continuo discontinuo de innovaciones técnicas y organizativas que caracterizan el modo de producción capitalista; elementos que buscamos resumir aquí para proporcionar una especie de guía de lectura, que esperamos sea útil.

La digitalización del trabajo, un proceso de muchas décadas

En primer lugar, la digitalización del trabajo a menudo se presenta como una revolución repentina. De hecho, la digitalización del trabajo ha introducido múltiples, profundos y rápidos cambios en las estructuras productivas, en los procesos productivos, en la organización del trabajo, en el mercado laboral, provocando una fuerte fragmentación del proceso productivo, una aceleración igualmente fuerte del ciclo de valorización de los bienes (en la producción, en la gestión de las cadenas de suministro, en las ventas), una importante descomposición de la fuerza laboral (reduciendo su concentración física), una marcada individualización de las relaciones laborales y de los contratos laborales. Esta gran transformación de la producción y la economía se basó en un alto grado de informatización, automatización y robotización bajo la égida de las tecnologías digitales.

Sin embargo, parece inapropiado presentar esta gran transformación como algo improvisado y bastante reciente. No es el caso. La digitalización del trabajo y de la economía es, de hecho, un proceso que ya tiene muchas décadas, comenzando en los años setenta y ochenta, y que ha avanzado a veces con regularidad, a veces a pasos agigantados, de acuerdo con las innovaciones tecnológicas y organizativas y de acuerdo con cambios sociales y políticos verificados en diferentes contextos (la transformación digital, un proceso indudablemente global y unitario, sin embargo, ocurrió en cada país, en diferentes momentos y de diferentes maneras).

Los años ochenta y noventa se caracterizaron por la informatización y la automatización del sector manufacturero, pero también por la subcontratación de algunas actividades en los países del sur por parte de empresas occidentales. La década de 2000, sin embargo, marcó la llegada de la conectividad total, el trabajo en la nube, la digitalización de la industria manufacturera (4.0), los servicios y sectores específicos como el de los cuidados.

Hoy, a varias décadas de su génesis, la digitalización del trabajo es un fenómeno que involucra a gran parte de los espacios laborales y a gran parte del mundo, también y sobre todo, debido a la pandemia. Mientras que las dos primeras fases de la digitalización están vinculadas a causas, por así decirlo, “internas” al ámbito económico-productivo (las innovaciones tecnológicas), la última ola de digitalización está vinculada a una causa, por así decirlo, “externa” (la pandemia, sobre la cual volveremos luego).

Las graves consecuencias para las condiciones de trabajo

Segundo punto: la digitalización del trabajo no fue ni es socialmente neutral. Estalló en un contexto caracterizado por la precariedad estructural del trabajo y, en ese contexto, determinó y determina múltiples consecuencias y repercusiones sobre las condiciones de trabajo, entre las que podemos destacar esquemáticamente: la intensificación del trabajo (intensificación de los ritmos de trabajo, reducción de tiempos de ejecución de actividades y otras tareas, saturación de tiempos de trabajo); el fortísimo control sobre el desempeño de las tareas, mediante una vigilancia meticulosa y un seguimiento continuo de “tiempos y métodos”; el alargamiento del tiempo de trabajo; la fragmentación de la jornada laboral; inhabilitación profesional.

Al mismo tiempo, los procesos de digitalización, que se cruzan directa o indirectamente con la “nueva” legislación laboral (en realidad, cada vez más un derecho pro-empresas), están favoreciendo el crecimiento del desempleo y el subempleo; la hipersegmentación del mercado laboral; el aumento del trabajo temporal (en las más variadas y extremas formas, desde el trabajo intermitente y discontinuo hasta el “regreso” del salario a destajo, ahora en modalidad digital); la ampliación del trabajo freelance y de colaboraciones por servicios laborales, que en un sector específico del crowd work constituye la principal forma de retorno al trabajo; el fin del contrato de trabajo y la desintegración del estatuto tradicional de trabajador asalariado permanente; el debilitamiento de la diferencia entre trabajo asalariado y trabajo por cuenta propia; la reducción de los salarios (casi siempre la primera causa de la extensión forzosa de la jornada laboral); la erosión de los salarios sociales, de los derechos sociales, de los derechos laborales, sistemáticamente eludidos en la economía digital stricto sensu (Basso y Chiaretti, 2018).

Estos procesos hacen que la distinción entre vida laboral y vida privada, entre tiempo de trabajo para el mercado y tiempo de trabajo para la reproducción, sea cada vez más tenue, implicando a menudo la disponibilidad continua y la condición permanente de los trabajadores.

Las tecnologías digitales y su uso capitalista

Tales consecuencias sobre las condiciones de vida y de trabajo de los empleados en los más diversos sectores laborales no se derivan directamente de las nuevas tecnologías, sino de su concepción y aplicación capitalistas. En los procesos de transformación del trabajo digital, el elemento tecnológico aparece en la superficie como predominante sobre las relaciones sociales que en realidad lo despiertan. La ideología dominante presenta la digitalización del trabajo como una simple cuestión técnica, desde una perspectiva de “neutralidad técnica”, según la idea de que el entorno técnico domina el capital. En realidad, el capital se esconde detrás de medios técnicos para atribuir a factores “objetivos”, extrasociales ‒incorporados a los procesos de producción‒ las nuevas formas de explotación laboral.

Desde un punto de vista tecnológico, la digitalización del trabajo se presenta y ciertamente está impulsada por descubrimientos e innovaciones digitales dentro de las cada vez más complejas TIC; por computadoras y sistemas de información cada vez más potentes y económicos, con total conectividad. Pero estas tecnologías están diseñadas y utilizadas para apropiarse del valor producido por el trabajo vivo, hoy más enrarecido en relación con el trabajo muerto, pero precisamente por esta razón, más que nunca esencial para la valorización del valor.

La activación de una amplia gama de actividades y servicios determinada por la expansión de las plataformas, la integración vertical y horizontal de todo el proceso económico-productivo de la industria a través de la automatización, robotización y digitalización, son procesos surgidos en el ámbito de una centralización muy fuerte y de un control casi total del proceso económico-productivo (especialmente en la economía digital, pero también en la industria 4.0, gracias a los diversos instrumentos, sobre todo los cyber-physical systems) para generar ganancias, no para otros fines sociales (Frey, 2019; Frey y Osborne, 2017).

Se puede tomar como ejemplo el proceso de intensificación del trabajo, estrechamente combinado con el proceso de fortalecimiento del control sobre el trabajo. La concepción y aplicación capitalista del trabajo digital intensifica los ritmos de trabajo, condensa el trabajo, aumenta la tensión y el peso del trabajo, satura el tiempo de trabajo y ejerce una presión fuerte y constante sobre el flujo de trabajo rápido e ininterrumpido. La premisa y herramienta esencial de todo esto es el fortalecimiento del control sobre el trabajo y el mando jerárquico sobre la fuerza laboral.

La economía digital impone a los trabajadores la obligación de ser “flexibles” (en términos de contratos laborales, por ejemplo), pero al mismo tiempo requiere una fuerza laboral “rígida”, en el sentido de hombres robot controlados por máquinas, por flujos de trabajo (workflow) (Brynjolfsson y McAfee, 2015). En la medición micronizada y en el registro detallado de las tareas, en la definición de los ritmos de las actividades laborales según tiempos y modos fluidos marcados por máquinas, dispositivos automáticos y algoritmos, en la evaluación continua del desempeño, de los movimientos, del tono de voz, el control capitalista es incorporado sobre el trabajo para generar ganancias. Un control estricto, hoy más rígido que nunca.

La automatización, la estandarización y el control del proceso de producción y del trabajo en la economía digital, especialmente en el crowdworking, ha alcanzado niveles particularmente avanzados, de extrema taylorización del trabajo, aunque esté envuelto en el mito del trabajo creativo realizado de forma autónoma. El elemento fundamental de esta vigilancia laboral obsesiva, que observa cada detalle del proceso de producción, monitoreando los movimientos, las interacciones de los trabajadores y los outputs productivos (en la economía digital y la industria 4.0), es la extrema estandarización del trabajo: ¡es mucho más que trabajo creativo!

El diseño y uso de esta tecnología de última generación se presenta, por tanto, como un campo de batalla donde se produce un enfrentamiento con desenlace abierto, vinculado a las relaciones de poder entre capital y trabajo. El resultado también está abierto porque en este proceso de intensificación del trabajo intervienen elementos no “tecnológicos” sino sociales: la competencia o solidaridad de los trabajadores, en los lugares de trabajo de una misma empresa o de diferentes empresas; la precariedad estructural de las relaciones laborales; la ideología de los grandes grupos digitales, que representan a los trabajadores digitales como trabajadores libres, autónomos y autogestionados (incluso la autoexplotación), y el derecho al trabajo como un viejo hierro oxidado del que hay que deshacerse, donde la experiencia concreta de estos trabajadores, en la mayoría de los casos, es cualquier cosa menos una experiencia de libertad y autodeterminación. Y ya conduce a una multiplicidad de formas de resistencia y también de revuelta.

Taylorismo / toyotismo en modo digital

A pesar de los profundos cambios que han ocurrido en el proceso de trabajo, este sigue siendo, aunque en nuevas formas y en nuevos términos, un proceso de producción capitalista, un proceso de valorización, en el que se confirma plenamente el despotismo patronal sobre los trabajadores. No es necesario exagerar el elemento de novedad, ya que la organización del trabajo en la era digital presenta numerosos elementos de continuidad con los modelos anteriores, empezando por la flexibilidad productiva, retomada por el toyotismo e implementada por la lean production (Head, 2003 y 2014).

La producción flexible significó una mayor profundidad y alcance de los procesos de estandarización, medición y control, aceleración de los procesos de producción, gracias a nuevos métodos de gestión, como Erp y reingeniería, los cuales fueron posibles gracias a las tecnologías de la información. A nivel productivo-organizacional, la novedad consistió tanto en la aplicación más rigurosa y cuidadosa, más vinculante y apremiante, de la fábrica taylorista, con mayor grado de control y rapidez gracias a la incorporación de las tecnologías de información, como en la estandarización del trabajo asalariado y en los servicios ‒mediante la transferencia del sector industrial al sector terciario‒, de los sistemas de gestión y de los “tiempos y métodos” presentes en las fábricas.

Después de experimentar con la producción flexible y la reingeniería en la “nueva” línea de montaje de automóviles, estas técnicas se extendieron a otros sectores industriales (electrónica, química, industria alimentaria, siderurgia), a diversas funciones en empresas industriales (comercial, administración, almacenamiento, transporte) y, finalmente, a gran parte del mundo de los servicios (telefónicos, sanitarios, de publicidad, bancarios).

Esto ocurrió con el encuentro entre el taylorismo aplicado al empleo (los tiempos y métodos aplicados a la gestión de oficinas), la reingeniería y el toyotismo. En los call-centers, por ejemplo, donde las tareas y cargos rastrean y reproducen procesos industriales, el trabajo se divide en muchas operaciones individuales, sincronizadas y cronometradas, la supervisión del flujo de trabajo (modalidades y contenido) y el control de la producción por parte de la dirección son muy estrictos. Y el tecnoestrés se disparó.

Hoy la noticia se refiere a la dirección de la transferencia: de la economía digital y las plataformas a sectores como la medicina y los hospitales, la educación y la minería. Pero tanto en los sectores tradicionales como en los nuevos, el flujo constante de producción fluye sobre líneas de montaje digitalizadas en las que un proletariado sujeto a la disciplina fabril opera a través de nuevos sistemas de automatización y control proporcionados por las tecnologías digitales.

Este “proletariado digital” también incluye a muchos trabajadores calificados, quienes fueron convocados a realizar trabajos repetitivos y rutinarios con un alto riesgo de descalificación. La aceleración y la eficacia de los mismos movimientos repetitivos indefinidamente, especialmente con la adaptación del hombre a la máquina o a la computadora, como apéndice de la cadena de montaje o del flujo continuo de trabajo, en realidad demostraron ser mecanismos para vaciar el trabajo calificado. En la economía de servicios, donde este nuevo taylorismo se ha movido en modo digital aplicado al trabajo asalariado, al trabajo del conocimiento, al trabajo “inmaterial”, se puede ver claramente la reducción, o incluso la eliminación, del elemento humano y la drástica reducción de sus márgenes de autonomía.

La pandemia y el trabajo vivo

En el contexto de precariedad estructural del trabajo y su creciente digitalización, que rápidamente recordamos aquí, estalló la pandemia de coronavirus, provocando la muerte de cientos de miles de personas y la pérdida de una montaña de empleos y el aumento de la precariedad e informalidad para millones de trabajadores y trabajadoras.

La ocurrencia simultánea de la crisis económica y la pandemia ha acentuado sin duda el carácter de clase, ya que ha golpeado, y continúa golpeando, a la clase trabajadora mucho más intensamente. Se trata de una tendencia que se agudiza en los países periféricos, donde se encuentra el principal contingente de asalariados precarios y empobrecidos, con una diferenciación adicional (al interior de ellos) de género, raza, territorio, etc.

La pandemia ha dado lugar a una contradicción central: ¿cómo puede la clase trabajadora mantener el aislamiento? Las personas que están desempleadas, o que trabajan de manera informal o intermitente, ¿qué pueden hacer para sobrevivir si no reciben un salario y ni siquiera cuentan con una precaria ayuda de emergencia? En particular, ¿cómo puede sobrevivir el trabajo uberizado, que continúa expandiéndose globalmente y está marginado por la legislación laboral? ¿Cómo preservarse ante esta pandemia sin derechos sociales y sanitarios?

Las tesis sobre el fin del trabajo demuestran así, una vez más, que están completamente equivocadas. Ya hemos dicho que el capital no puede aumentar de valor sin trabajo vivo, aunque busca reducirlo aumentando y expandiendo al mismo tiempo el trabajo muerto. Pero la lógica destructiva del sistema de metabolismo antisocial del capital, aunque puede expandir ilimitadamente la maquinaria informática digital, no puede eliminar por completo el trabajo vivo, porque sin él no puede haber creación de valor ni plusvalía.

La pandemia fue la prueba más evidente de ello. Precisamente por esta razón, de hecho, las grandes corporaciones ejercieron una fuerte presión, tanto para evitar el confinamiento (y así garantizar la producción y sus propios beneficios), como para intensificar la tendencia a reducir los derechos, mediante la creación de laboratorios de experimentación de trabajo para aumentar la intensidad y calidad de la explotación, de la cual el trabajo uberizado, el trabajo a domicilio y el trabajo inteligente son solo algunos ejemplos.

Esto nos permite subrayar que una comprensión profunda del trabajo digital no puede ignorar, junto con su difusión, otras tendencias presentes en el capitalismo contemporáneo que la pandemia del coronavirus ha ayudado trágicamente a sacar a la luz, además de exasperarlas e intensificarlas.

La pandemia, un factor de aceleración

La crisis desencadenada por la pandemia ‒una crisis colosal, compuesta por un entrelazamiento de una crisis sanitaria, una crisis ecológica, una crisis socioeconómica, una crisis racial, una crisis en las relaciones de género‒ fue un factor poderoso para acelerar fenómenos y tendencias sociales preexistentes a ella, como el comercio en línea, la entrega de comida a domicilio y la industria del entretenimiento en el hogar.

Estos y otros fenómenos que precedieron a la pandemia recibieron un fuerte impulso de esta, dando un salto cuantitativo que a veces se convirtió en un salto cualitativo, como en el caso del crecimiento muy rápido y a gran escala de la educación a distancia, que transformó la propia naturaleza de la enseñanza. En particular, la crisis del coronavirus se ha convertido en un elemento de aceleración de procesos y fenómenos sociales propios de la era neoliberal, que se viene produciendo desde hace décadas: la individualización de las relaciones laborales y la atomización de los lugares de trabajo (y también de otros lugares significativos como escuelas o universidades), la precariedad estructural del trabajo, el aumento de los trabajadores pobres, la polarización social interna de ciudades (y regiones). Así, el año 2020 además de haberse convertido en el año de la pandemia mundial o el año del miedo, también se puede considerar el “año de la gran aceleración”.

En primer lugar, la aceleración de la transformación digital que hace tiempo está en marcha, en particular del trabajo digital y de las dinámicas asociadas al mismo. Con la llegada de la pandemia, junto con el boom de sectores económicos y empresas que establecen su actividad principal en las tecnologías digitales, o las utilizan ampliamente para organizar el proceso productivo, se produjo un enorme aumento del home office (y del trabajo digital gratuito involuntario), del trabajo o de la búsqueda de empleo basada en el uso de tecnologías digitales. La digitalización, que en unas pocas semanas explotó a escala gigantesca en 2020, en circunstancias normales se habría producido en un período de tiempo mucho más largo.

Este salto rápido y largo se debe a la necesidad objetiva de utilizar instrumentos capaces de garantizar el distanciamiento físico, de encontrar soluciones rápidas y eficaces, pero también al hecho de que las tecnologías digitales ya estaban preparadas y las empresas que operaban en la economía digital ya disponían de una amplia gama de servicios. Con la llegada de la pandemia, sus ofertas alcanzaron su máximo, con la repentina apertura de un mercado enorme (no había ámbito de la vida social que no fuera alcanzado por los confinamientos). Por lo tanto, si la pandemia en sí representó un acelerador del proceso de digitalización, esta aceleración a su vez fue fuertemente impulsada por el sector capitalista de la economía digital en nombre de “todo online”.

El amplio proceso de digitalización en ámbitos ajenos a la economía digital transformó profundamente todos los aspectos de la vida social, empezando por los lugares de trabajo, en particular aquellos donde es posible practicar el trabajo a distancia (remote working) y el trabajo desde casa (home office). La adopción sistemática de tecnologías digitales en el lugar de trabajo, o la expansión de su uso, se ha disparado a la velocidad del rayo y en una escala nunca vista, lo que a menudo genera problemas relacionados con las condiciones laborales.

Un auténtico tsunami de tecnología digital, como aplicaciones en la nube (cloud), o procesos automatizados, invertidos en procesos productivos y organización del trabajo. Esta transición de los lugares de trabajo y de la vida social hacia la digitalización estructural se refleja en el rápido aumento del tráfico de Internet, el número de videoconferencias y eventos virtuales, los volúmenes de ventas online, las actividades de telemedicina, etc.

Si el trabajo digital ya era una realidad en su propio núcleo originario, es decir, en la economía digital, en el mundo de las plataformas y de los algoritmos (incluso en sectores industriales con alta robotización y automatización), con la llegada de la pandemia pasó a ser de interés y, en parte, transformó el proceso económico-productivo (de la producción a la comercialización de bienes y servicios) y la organización del trabajo en muchos otros sectores. En este sentido, la digitalización impulsada por el capitalismo, con sus diversas tecnologías (internet, internet of things (IoT), Internet del comportamiento (IoB), blockchain,conectividad móvil, cloud, mega-datas, IA, machine learning, deep learning, etc.), propició la transformación de la organización del trabajo en una dirección precisa: acelerar el ciclo de apreciación del capital (producción y circulación cada vez más interconectadas), para, en definitiva, aumentar el margen de ganancia.

La pandemia, un factor de reorganización

Para el capital, la pandemia también representó una oportunidad para reorganizarse y ampliar su campo de actividad, penetrando aún más profundamente en los campos de la salud, la medicina, el tiempo libre y la sociabilidad. Aunque cada crisis tiene sus propias especificidades, como siempre en las crisis y a través de las crisis, el capital se reorganiza y transforma los procesos de producción (Mészáros, 1995) y, al hacerlo, reorganiza a toda la sociedad.

En este sentido, para el sistema empresarial, la pandemia fue una oportunidad para recuperar o aumentar los márgenes de ganancia, e incrementar la productividad, pisando el pedal de la transformación digital de sus estructuras internas, de la cadena de suministro y del mercado en general. Por lo tanto, cuando se afirma que “la pandemia aceleró la transformación digital”, es necesario resaltar que el fenómeno no ocurrió de forma, por así decirlo, natural; fue alimentado, construido, sostenido por gobiernos y Estados en clave capitalista.

Al mismo tiempo, en este “punto de la curva” centrado en el paradigma digital, se produjo un proceso de centralización industrial y concentración financiera, caracterizado por el crecimiento vertiginoso de los volúmenes de negocio de los grandes grupos digitales globales: Facebook, Google, etc. Simultáneamente, hubo un crecimiento exponencial de estructuras pequeñas y altamente flexibles, subordinadas a estos grandes grupos globales y empresas medianas, a la jerarquía de la supply chain y al sistema de outsourcing, donde la fuerza laboral está compuesta en gran medida por trabajadores precarios, ejecutores de trabajos temporales en plataformas de trabajo en línea, con estatus de autónomos (consultores, colaboradores) que se han lanzado de lleno a la economía digital, alimentando aún más el proceso de informatización de la vida social, en una búsqueda frenética de nuevos espacios de mercado para vender más o menos nuevos productos y servicios, y generar nuevas necesidades.

Ahora bien, si la digitalización del rol de usuario o consumidor ha avanzado a la par de la digitalización de un conjunto de actividades laborales, muchas de las cuales se han trasladado del offline al online, el misterioso mundo-sin-contacto no ha cambiado mucho respecto al “anterior”: consiste en maximizar la productividad de la fuerza laboral, ahora ocupada en toda la densa y estratificada organización del trabajo de la economía digital, en la generación de plusvalía absoluta y relativa, mediante el uso de tecnologías digitales concebidas y utilizadas en el sentido capitalista (en la forma, en este caso, del llamado platform capitalism).

La plataformatización del trabajo y de las relaciones sociales, con la consiguiente desmaterialización (parcial) del lugar de trabajo físico y fijo, no es el resultado final de una tecnología autopoiética, desconectada del sistema social y del sistema de relaciones sociales de producción: es el resultado de la concepción capitalista y el uso de las tecnologías digitales.

La pandemia, ¿un detonador social?

Prueba de fuego, acelerador social, factor de reorganización del capital y del consiguiente cambio social, la pandemia se convierte también en un detonador social, porque contribuyó a converger y entrelazar contradicciones sociales preexistentes, agravando las disparidades y los riesgos sociales. Si es cierto que la pandemia alimentó el caos social, debido a la exasperación de las contradicciones sociales provocadas por este caos, también es posible que, en el contexto de un conflicto social intensificado, las luchas obreras y sociales sean capaces de desencadenar un enfrentamiento con el aumento de la explotación y el trabajo precario, las desigualdades sociales, e imponer medidas para proteger el empleo, el medio ambiente y la salud pública.

De hecho, no es casualidad que en los últimos años los principales movimientos de lucha relacionados con el trabajo, las condiciones laborales y los derechos sociales hayan surgido en sectores económico-productivos con un fuerte valor digital: repartidores, operadores de call center, trabajadores de logística, choferes, etc. Movimientos y acciones de resistencia y rebelión contra las condiciones laborales cada vez más precarias y extremas de la era digital, que tienden a incorporar nuevos contingentes de trabajadores; movimientos y acciones que, a su vez, tienden a estar cada vez más presentes a escala global –como se ve en las huelgas en Amazon, en Google o en la huelga internacional de repartidores (riders) que comenzó en Brasil‒. Los dos años de crisis del coronavirus no han sido ciertamente un período de paz social, empezando por Estados Unidos, que sigue siendo el epicentro del impulso a la digitalización del trabajo.

Roles de colaboración

Escritura - revisión y edición Fabio Perocco
Escritura - revisión y edición Pietro Basso
Escritura - revisión y edición Ricardo Antunes

Referencias

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Perocco, F., Antunes, R. y Basso, P. (2021). Il lavoro digitale, i suoi significati e i suoi effetti, nel quadro del capitalismo pandemico. Socioscapes. International Journal of Societies, Politics and Cultures, 2(2), 7-22. Recuperado de http://www.socioscapes.org/index.php/sc/article/view/112

Notas

1 Versión corregida y traducida del artículo publicado en italiano Perocco, F., Antunes, R., y Basso, P. (2021). Il lavoro digitale, i suoi significati e i suoi effetti, nel quadro del capitalismo pandemico. Socioscapes. International Journal of Societies, Politics and Cultures, 2(2), 7-22. Recuperado de: http://www.socioscapes.org/index.php/sc/article/view/112

Recepción: 14 Febrero 2024

Aprobación: 18 Abril 2024

Publicación: 01 Agosto 2024



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