CS Cuestiones de Sociología, núm. 30, e175, agosto 2024 - enero 2025. ISSN 2346-8904
Universidad Nacional de La Plata
Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación
Departamento de Sociología

Artículos

Entre la inactividad y el pluriempleo: la participación de las juventudes en el mundo del trabajo en la Argentina poscovid

Mariana Busso

Laboratorio de Estudios de Sociología y Economía del Trabajo (LESET), Instituto de Investigaciones en Humanidades y Ciencias Sociales (UNLP-CONICET), Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, Universidad Nacional de La Plata, Argentina
Pablo Pérez

Laboratorio de Estudios de Sociología y Economía del Trabajo (LESET), Instituto de Investigaciones en Humanidades y Ciencias Sociales (UNLP-CONICET), Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, Universidad Nacional de La Plata, Argentina
Cita recomendada: Busso, M. y Pérez, P. (2024). Entre la inactividad y el pluriempleo: la participación de las juventudes en el mundo del trabajo en la Argentina poscovid. Cuestiones de Sociología, 30, e175. https://doi.org/10.24215/23468904e175

Resumen: Lejos de la sociedad del no trabajo que imaginaban diversos teóricos de principios de los ochenta por la aplicación de las nuevas tecnologías, los mercados de trabajo actuales muestran una clase trabajadora vigente, dependiente de su fuerza de trabajo para poder subsistir, aunque cada día más heterogénea, y en la que las juventudes presentan comportamientos distintivos. Es por ello que en el presente artículo buscamos analizar la inserción laboral de las juventudes durante la pandemia y postpandemia en la Argentina, y particularmente estudiar las diversas estrategias desplegadas por varones y mujeres jóvenes en un contexto que combina una nueva oleada tecnológica que amenaza destruir múltiples puestos de trabajo, y las consecuencias inmediatas sobre los mercados laborales derivadas del contexto socioeconómico producto de la pandemia del Covid-19. Desde una perspectiva metodológica cualitativa explicitaremos un escenario en el que las juventudes deambulan entre situaciones de inactividad y el desempeño de varias actividades laborales en simultáneo, situación definida por la bibliografía como pluriempleo. A lo largo de este artículo buscaremos comprender ambas realidades en apariencia antagónicas, a la luz de experiencias de vida de jóvenes.

Palabras clave: Trabajo, Juventudes, Multiactividad, Inactividad, Pandemia.

Between Inactivity and Multiple Employment: Youth Participation in the Labor Market in Post-COVID Argentina

Abstract: Contrary to the no-work society envisaged by various theorists in the early eighties due to the advent of new technologies, current labor markets demonstrate a prevailing working class dependent on their labor for survival, albeit increasingly heterogeneous, with youth displaying distinctive behaviors. Therefore, this article aims to analyze the labor market integration of young people during the pandemic and post-pandemic periods in Argentina. Specifically, we will examine the varied strategies employed by young men and women in a context where a new technological wave threatens to eliminate numerous jobs, compounded by the immediate impacts on labor markets stemming from the socio-economic conditions resulting from the Covid-19 pandemic. From a qualitative methodological standpoint, we will depict a scenario where young people oscillate between periods of inactivity and engagement in multiple simultaneous work activities—a situation defined in literature as multiple job-holding. Throughout this article, we aim to comprehend both seemingly contradictory realities through the lens of young people's life experiences.

Keywords: Work, Youth, Multi-activity, Inactivity, Pandemic.

Introducción

Presenciamos una nueva ola de transformaciones en el mundo del trabajo. La inteligencia artificial (IA) y los cambios tecnológicos en curso impactan sobre las relaciones laborales y favorecen procesos de precarización de la fuerza de trabajo. No obstante, los profundos cambios producto de la tecnologización y la robotización no derivaron (al menos hasta el momento) en la eliminación masiva de puestos de trabajo y un incremento de la desocupación, sino en un aumento en la heterogeneidad y fragmentación del mundo del trabajo, caracterizado por la acumulación y discontinuidad de trabajos, los menores ingresos, y la menor accesibilidad a beneficios sociales. Lejos de la sociedad del no trabajo que imaginaban diversos teóricos de principios de los ochenta por la aplicación de las nuevas tecnologías, los mercados de trabajo actuales muestran una clase trabajadora cada día más heterogénea y dependiente de su fuerza de trabajo para poder subsistir.

Este proceso se vio agudizado en el marco del arribo intempestivo de la pandemia de covid-19 en marzo de 2020, la cual se configuró como un “hecho social total y global” (Assusa y Kessler, 2020) que entre otras consecuencias provocó un estancamiento económico de magnitud mundial, que tuvo un impacto devastador sobre los mercados laborales (OIT, 2020).

La envergadura y amplitud geográfica de las consecuencias económicas generadas por la pandemia, pusieron en evidencia las desigualdades estructurales existentes entre los países y al interior de cada mercado de trabajo (OIT, 2020). En nuestro país, los indicadores laborales a inicios de la pandemia presentaron un comportamiento diferente a lo sucedido en otras situaciones de crisis, dado que la caída de la ocupación se tradujo principalmente en una reducción de la tasa de actividad (retiro del mercado de trabajo) y en un leve aumento en la tasa de desocupación. Esta situación afectó particularmente a las personas más jóvenes (afín a lo ocurrido a escala internacional), lo que ha llevado a la OIT a señalar las posibles consecuencias futuras de ese retiro del mercado de trabajo, lo que implicaría el riesgo de conformar una generación del confinamiento (OIT, 2020; Pérez y Busso, 2022).1

En estos tiempos, por tanto, indagando las transformaciones de los mercados de trabajo derivadas de la tecnologización y/o los shocks provocados por situaciones de crisis, el problema central no pareciera ser como antaño un desempleo masivo. Muy por el contrario, observamos una participación intermitente en el mercado de trabajo (voluntaria o no) que suele expresarse desde situaciones de inactividad laboral hasta escenarios de múltiples trabajos, vinculados a una extensión de la precarización de los empleos y la generalización de los ingresos bajos, haciendo cada vez más visible la multiplicación de “trabajadores pobres”.2 En todas estas realidades las y los jóvenes parecen tener un lugar preponderante.

Con la intención de aportar a la comprensión de este nuevo escenario del mundo del trabajo, en el presente artículo buscamos analizar la inserción laboral de las juventudes durante la pandemia y pospandemia en la Argentina, y particularmente estudiar las diversas estrategias desplegadas por varones y mujeres jóvenes en un contexto que combina grandes cambios en las relaciones laborales. Estos se vinculan tanto a una nueva oleada tecnológica que amenaza destruir múltiples puestos de trabajo, como a las consecuencias inmediatas sobre los mercados laborales derivadas del contexto socioeconómico producto de la pandemia del Covid-19.

Desde una perspectiva metodológica cualitativa exploraremos historias de vida y recorridos laborales de jóvenes frente a un mercado laboral en el que el trabajo estable y para toda la vida pareciera ser la excepción, inclusive en términos de deseo u horizonte factible. En este sentido explicitaremos un escenario que podría parecer paradójico, con realidades conceptualmente antagónicas: desde situaciones de inactividad, tal como lo evidencian y definen las estadísticas oficiales, es decir, personas que no trabajan ni buscan activamente un trabajo, hasta jóvenes que desempeñan varias actividades laborales en paralelo, situación definida por la bibliografía como pluriempleo. Estas se encuentran asociadas en muchos casos al cuentapropismo –o “emprendedurismo” ‒ y /o a puestos de trabajo no registrados, sumamente inestables y de bajos ingresos. Ello ha configurado un escenario donde coexisten jóvenes que no participan activamente del mercado de trabajo con otros que presentan situaciones de multiactividad, como veremos luego. A lo largo de este artículo buscaremos comprender ambas realidades, a la luz de experiencias de vida de las y los jóvenes.

Para responder a nuestro objetivo recurriremos al análisis de entrevistas en profundidad realizadas entre 2022 y 2023 a 34 jóvenes que habitan en la ciudad de La Plata, de 18 a 29 años (según estándares internacionales y garantizando un piso común de edad teórica de finalización del secundario) y que contaban con experiencia laboral. Para la construcción de la muestra tuvimos en cuenta el nivel educativo (hasta secundario completo y con estudios superiores) y clima educativo del hogar ‒CEH‒ (padre, madre o adultos responsables: con y sin acceso a estudios superiores).

El texto se encuentra organizado en dos grandes apartados, además de esta introducción y las reflexiones finales. El primero se denomina el mundo del trabajo entre transformaciones y reinvenciones, y presentará en primer lugar las principales mutaciones del mercado laboral a escala internacional en el marco de la incorporación de la inteligencia artificial (IA) y la economía de plataformas, y en segundo lugar lo acontecido en Argentina luego del arribo de la pandemia por covid-19 en marzo de 2020. Por su parte, el segundo gran apartado se aboca a analizar la realidad laboral de las juventudes frente a la dilución del empleo estable y para toda la vida. A la luz del trabajo de campo realizado se presentarán las condiciones de trabajo a las que se enfrentan, para luego buscar aportar a la comprensión de las estrategias desplegadas por las personas jóvenes frente a ese escenario.

1. El mundo del trabajo: entre transformaciones y reinvenciones

Indagar la situación laboral de las juventudes implica dar cuenta de las condiciones estructurales a las que se enfrentan, producto de los cambios a escala global y local, como también de las reinvenciones a las que apelan para hacerles frente. Entendemos que se trata de un proceso de adecuación de expectativas y de recreación de estrategias laborales de generación de ingresos económicos en virtud del horizonte de posibilidades que vislumbran a su alcance.

1.1 La IA, las economías de plataforma y las transformaciones en el mundo del trabajo

“la «naturalización» del riesgo en el discurso neoliberal y la exposición cada vez más directa de
los asalariados a las fluctuaciones del mercado mediante la disminución de las protecciones y
las solidaridades colectivas no son sino dos caras de una misma moneda”

Laval y Dardot, La fábrica del sujeto neoliberal (2013, p. 333)

Los avances en la inteligencia artificial y la extensión de las llamadas “economías de plataforma” plantean una nueva revolución tecnológica que amenazaría no solo múltiples puestos de trabajo (tal como sostienen diversos informes de organismos multilaterales como la OCDE, FMI y Banco Mundial) sino transformar la concepción misma del trabajo tal como lo conocemos hoy día. Dichos informes, que se han publicado durante los últimos años sobre la masiva destrucción de puestos de trabajo que provocaría la automatización, destacan que los puestos de trabajo más fáciles de reemplazar son aquellos que remiten a tareas rutinarias, a cargo de trabajadores con bajas calificaciones. No obstante, aunque este proceso implica la destrucción de empleos, también involucraría la creación de nuevos puestos de trabajo, así como la mutación de otros.

Desde otra perspectiva, autores como Benanav (2020) cuestionan la explicación que ofrecen los teóricos de la automatización (el cambio tecnológico es el que destruye el empleo). Por el contrario, señalan que la baja en la demanda de empleo tiene que ver con la pérdida del lugar que tenía el sector industrial en el crecimiento económico y el traspaso de muchos trabajadores hacia el sector de servicios, donde la productividad laboral crece lentamente y se presta a peores condiciones laborales y salarios más bajos respecto del sector industrial.

De esta manera, la disminución de la demanda de mano de obra (en los países capitalistas desarrollados) ya no se mediría primariamente por las tasas de desempleo3 sino por el continuo crecimiento de “diversas clases de subempleo, que son más difíciles de medir” (Benanav, 2020, p. 131). Este subempleo se traduce en diversas formas de empleo “atípico” (OIT, 2016). Como destaca Moody (2020) la característica más destacada del trabajo asalariado en la era neoliberal es que casi todas las formas de empleo de la clase trabajadora han empeorado a medida que los salarios reales se estancan o caen, los beneficios se reducen y el trabajo se intensifica.

Por su parte, las plataformas digitales de trabajo como Uber, Rappi o Upwork reemplazaron la existencia de empleo asalariado por trabajadores que legalmente se constituyen como “emprendedores autónomos”, lo cual tiende no solo a disminuir los costos laborales asociados sino a precarizar las condiciones de trabajo. Este proceso es funcional al capital dado que, al generar incertidumbre e inseguridad entre los trabajadores ante la amenaza de la pérdida de puestos de trabajo, estos limitan las demandas por mejores condiciones de contratación y laborales, así como por salarios más elevados. Nuestra perspectiva es que más allá de la desaparición de ciertos puestos de trabajo, lo relevante es el uso de este discurso para naturalizar y legitimar condiciones de trabajo precarias, y que este proceso no es nuevo ni propio de un “capitalismo de plataformas” (Srnicek, 2018).

La informalidad, la precarización y los intentos de eliminar los derechos laborales empezaron mucho antes del auge de las plataformas. Ya desde los ´70, a medida que se va consolidando el ideario neoliberal, los gobiernos en los países centrales comienzan a debilitar las protecciones del mercado de trabajo y reducir las prestaciones de desempleo, obligando a los desempleados a reincorporarse al mercado laboral (políticas de workfare) en puestos a tiempo parcial, temporales o precarios. A su vez la innovación tecnológica permite una mayor facilidad para trasladar espacios productivos complejos a países con menores costos laborales (Subirats, 2019), lo cual fortalece una tendencia a una baja en los salarios y un aumento en la precariedad laboral. Justamente, en América Latina el sector informal comprende en promedio al 48% de la población económicamente activa y los puestos de trabajo se concentran sobre todo en áreas con baja calificación profesional, por lo cual sin duda se vería afectada por los cambios en curso (Dirksen, 2019).

Estas transformaciones del mundo del trabajo son acompañadas de lo que algunos autores denominan una mutación de la racionalidad económica, de la mano del auge de discursos neoliberales que exacerban los principios del individualismo. En ese escenario, hacia fines del siglo XX se extiende la narrativa del emprendimiento en distintos países del mundo, la cual cobra sentido en contextos laborales caracterizados por la diversificación de la situación jurídica del trabajador, una desintegración importante del estatuto salarial y, consecuentemente, la multiplicación de formas de precarización laboral (Serrano Pascual y Fernández Rodríguez, 2018). Si bien la idea del emprendedor como agente económico que motoriza el crecimiento no es nueva, ha cobrado centralidad en discursos provenientes del aparato estatal, planteándola como una solución a los problemas de generación de empleo con las juventudes como su destinatario principal, aunque no exclusivamente (Perez y Busso, 2020).

Esta nueva racionalidad económica supone una transformación de la condición del yo, a la cual Michel Foucault denominó “homo economicus empresario de sí mismo” donde cada individuo es “su propio capital, su propio productor, la fuente de sus ingresos” (Foucault 2007, p. 265). Ello implica un proceso de cambio de la racionalidad subjetiva de los trabajadores, denominada “racionalidad neoliberal”, que ha logrado denostar el horizonte al que se aspiraba a mediados del siglo anterior: acceder a un empleo en relación de dependencia, en blanco y para toda la vida.

La autorresponsabilización que ello conlleva se afirma en una concepción psicologizante y atomizadora que reduce el espacio de problematización y de interpelación social a la mera subjetividad individual (Crespo Suárez y Serrano Pascual, 2011), la cual descolectiviza y desocializa al individuo, haciéndole asumir, de modo individual, los retos y responsabilidades de su devenir personal (Serrano Pascual y Fernández Rodríguez, 2018).

En definitiva, las transformaciones del mundo laboral conjugan múltiples factores tales como tecnologización y robotización, modificación de la matriz productiva, transnacionalización de la producción y el consumo, entre otros, cobrando centralidad el proceso de mutación de la subjetividad del yo trabajador. Es decir, no se trata solo de cambios en los procesos productivos sino también, y muy especialmente, en la manera en la que las personas piensan el trabajo (y se piensan a sí mismos en tanto trabajadores/as).

1.2 Mercado de trabajo y jóvenes trabajadores argentinos en tiempos de Covid-19

El proceso de transformación del mundo del trabajo al que hicimos mención en el apartado anterior presentó sus especificidades a escala local, ya que se sumó a las particularidades del contexto socioeconómico y político del país. Hacia fines de 2019 asume la presidencia del gobierno argentino la coalición política denominada “Frente de Todos”,4 en un contexto de crisis, elevada pobreza y un marcado deterioro de todos los indicadores sociales. El gobierno de Alberto Fernández buscó en sus inicios reeditar algunos elementos centrales de la experiencia kirchnerista5: alcanzar primero un acuerdo con los acreedores para reactivar luego la economía robusteciendo la orientación exportadora, con eje en bienes primarios y/o manufacturas vinculadas a recursos naturales (agroindustria, minería e hidrocarburos). A este complejo escenario se suma en marzo de 2020 la pandemia de Covid-19, que lleva a tomar medidas de confinamiento y aislamiento que retrajeron aún más la actividad económica, empeoraron los indicadores laborales e intensificaron la crisis.

Entre los sectores de actividad más fuertemente afectados se observan el comercio, el turismo y la gastronomía, y particularmente las pequeñas empresas, los que constituyen reductos del mercado laboral donde las personas jóvenes se encuentran claramente sobrerrepresentadas (Pérez y Busso, 2022).

En el primer año de pandemia se observa una notoria baja en el empleo que se traduce en una reducción de la tasa de actividad (retiro del mercado de trabajo) como también en un aumento del desempleo. Esta situación afectó significativamente a las personas más jóvenes, cuya mayor baja en el empleo (en relación a los trabajadores adultos) se tradujo más en un retiro del mercado de trabajo que en un aumento del desempleo juvenil (este escenario es el que llevó a la OIT a plantear el riesgo de una generación del confinamiento, tal como aludimos en la introducción).

Si bien las políticas de empleo y de ingresos implementadas desde el comienzo de la pandemia permitieron sostener en alguna medida empleos (principalmente formales)6, la manifiesta parálisis de la actividad económica derivó en la interrupción de las nuevas contrataciones de mano de obra, a la vez que aumentaron las suspensiones, los despidos y se restringió la actividad cuentapropista. Es así como la salida del mercado de trabajo (o la intermitencia laboral) se impone como alternativa frente a un mundo laboral restringido y a una economía paralizada.

Para paliar los efectos adversos sobre la población más afectada, el Gobierno Nacional implementó el Ingreso Familiar de Emergencia (IFE), que consistió en una prestación monetaria de carácter excepcional, destinada a compensar la pérdida o grave disminución de ingresos de personas afectadas por la situación de emergencia sanitaria. El IFE tuvo inicialmente un total de 11 millones de solicitantes, de los cuales se aprobó el beneficio a 9 millones, número que superó ampliamente las expectativas iniciales de 4 millones de beneficiarios/as que tenía el Gobierno Nacional, evidenciando el tamaño de la población en condiciones de alta vulnerabilidad.

Conjuntamente al levantamiento escalonado de las restricciones a la circulación a partir de fines de 2020, se fueron recuperando la mayoría de los sectores económicos, aunque sin alcanzar prontamente los valores previos a la pandemia. Recién hacia 2022 se recuperan la actividad y la ocupación por encima de los valores prepandemia, y la desocupación disminuye a valores moderados,7 aunque los salarios reales permanecen fuertemente deteriorados. El cuentapropismo fue adquiriendo mayor protagonismo desde el momento de liberación de las restricciones a la movilidad, consolidando la tendencia de caída de la tasa de asalarización en el mercado de trabajo argentino (CEPAL, 2022).

Varios trabajos (OIT, 2020; CEPAL, 2022; Perez y Busso, 2022) coinciden en que la crisis vinculada al COVID-19 afectó particularmente a las juventudes, dado que la contracción en la actividad económica y las medidas de confinamiento se conjugan en una baja en las contrataciones y una salida del mercado laboral que afecta en mayor medida a la población joven. Esta menor participación laboral juvenil presenta diferencias por género: mientras los varones aumentan la dedicación exclusiva al estudio, las mujeres jóvenes intensifican las actividades de cuidado, ampliadas por el confinamiento y la suspensión de actividades escolares, deportivas, recreativas, etc.

La recuperación del empleo juvenil a partir de 2021 se vincula primariamente al trabajo por cuenta propia, mayoritariamente puestos de trabajo informales, precarios, de bajos ingresos. Este tipo de inserción laboral precaria no es nueva, pero parece haberse agravado durante la pandemia. También aquí encontramos diferencias de género: son las mujeres jóvenes quienes presentaron un ritmo mayor de recuperación de su participación y del nivel de empleo, mientras que los varones jóvenes encontraron mayores dificultades para recuperar los niveles de actividad y empleo prepandemia (Perez y Busso, 2022).

Más allá de la recuperación de los indicadores ocupacionales, el contexto inflacionario profundizó la caída en los salarios reales que se venía registrando desde 2018. Mientras que, en 2020, en un contexto de caída de la actividad, la inflación se desaceleró a una tasa del 42% frente al 53,5% de 2019; en 2021 volvió a subir al 50,9% deteriorando no solo los salarios reales sino también los ingresos de jubilados y beneficiarios de planes sociales, reavivando la puja distributiva y presionando sobre los indicadores de pobreza por ingresos. En los últimos años la pobreza se extiende no solo a aquellas personas que tienen dificultades para obtener un puesto de trabajo,8 sino que alcanza también a trabajadores ocupados, algunos de los cuales se encuentran incluso empleados en el sector más formal de la economía, lo que la literatura económica denomina trabajadores pobres. Este fenómeno se acentúa en la Argentina actual, donde al menos una de cada cuatro personas ocupadas vive en un hogar pobre desde 2019 (CEPAL, 2022).

En síntesis, el mercado de trabajo argentino se ha vuelto más heterogéneo, la relación salarial ha ido perdiendo importancia frente al crecimiento del cuentapropismo, y, simultáneamente se han multiplicado inserciones laborales más precarias, inestables, con salarios reales que se deterioran periodo a periodo, con escasa o inexistente cobertura por obra social, sin vacaciones pagas, días por enfermedad, aguinaldo, etc. En este contexto, los jóvenes suelen mostrar peores indicadores ocupacionales y condiciones laborales, como también menores ingresos que sus colegas adultos.

2. Las juventudes frente a la dilución del empleo estable y para toda la vida: su realidad en la era poscovid

Una de las estrategias del neoliberalismo para superar la crisis del empleo asalariado a la que ya hicimos alusión, se manifiesta en el proceso de reinvención del trabajo. Es así como se profundizó la heterogeneidad de situaciones laborales que se encuentran entre el empleo y el autoempleo, lo cual generó una zona gris que permea a gran parte del universo de trabajadores. Esta multiplicación de formas de trabajo y de generación (o sustitución) de ingresos adquiere particularidades en este período histórico pospandemia. Situaciones de “pluriempleo” e intervalos de “inactividad económica” parecen sucederse e intercalarse en experiencias de vidas de jóvenes a quienes el mercado laboral pareciera ofrecerles “las sobras”, “lo que otros no quieren hacer”.

A pesar de haber recuperado una categoría extendida en los estudios del mundo del trabajo, como es la de pluriempleo, en sentido estricto nos referimos al fenómeno de la multiactividad. Se trata del hecho de desarrollar paralelamente más de una actividad económica con contraprestación monetaria ‒o en especies‒, las cuales pueden encontrarse registradas o no registradas, y ser bajo relación asalariada, o como patrón o por cuentapropia, (en ese sentido no correspondería el término pluriempleo). Algunos estudios sostienen que “constituye el reverso de las situaciones ideales caracterizadas por la estabilidad laboral plasmada en contratos de tiempo indeterminado y condiciones socioeconómicas y profesionales satisfactorias” (Guadarrama Olivera, 2014, p. 15). Esta forma de participación en el mercado laboral, que radica en la multiplicación de fuentes de (pequeños) ingresos económicos, no es nueva, aunque se encontraba asociada a sectores tales como el arte, en especial actores, actrices, músicos, etc. (Guadarrama Olivera, 2014) o la salud, particularmente entre médicos/as y enfermeros/as (Beliera y Malleville, 2021). Sin embargo, desde inicios del presente siglo distintas investigaciones resaltan que la expansión de esta situación se convierte poco a poco en característica de época y asociada principalmente (aunque no exclusivamente) a personas jóvenes (Bensusán, 2016).

Retomando la perspectiva de Jacinto (2010) sostenemos que para entender los procesos de inserción al mundo laboral tenemos que dar cuenta de la dinámica conjunta entre condicionantes estructurales y contextuales, estrategias subjetivas, mediaciones y dispositivos institucionales. En ese sentido resulta necesario examinar periodos de tiempo que permitan vislumbrar tramos de las trayectorias, de manera de poder observar la secuenciación de eventos, las tomas de decisión y el acceso y utilización de recursos por parte de los jóvenes durante los procesos de transición.

Además de las cuestiones estructurales, los individuos tienen cierta capacidad para gestionar su propia transición a la vida adulta, que va a depender fundamentalmente del capital social y cultural, del apoyo recibido por la familia y las oportunidades o restricciones relativas a la educación, el género, el origen social y étnico (Jacinto, 2010). En ese sentido sostenemos que los factores estructurales condicionan las posibilidades de inserción, pero no explican en su totalidad las particularidades de cada trayectoria, por tanto, creemos conveniente incorporar variables biográficas con las que se articulan. Entendemos por variables biográficas las experiencias particulares de cada individuo, sentidos, significaciones, estrategias o decisiones que permiten comprender las particularidades de cada trayectoria, las cuales serán recuperadas a partir de fragmentos de entrevistas.

Al mismo tiempo que se abren posibilidades para la agencia humana, para la creatividad e iniciativa personal en la construcción de la propia identidad, la falta de recursos y soportes colectivos reduce en muchos casos los márgenes de maniobra, es decir, la posibilidad de desplegar estrategias y proyectos personales (Jacinto, 2010). Indagar las condiciones de trabajo y las distintas experiencias que despliegan los y las jóvenes frente a ellas nos permitirá ofrecer elementos para comprender la inserción laboral de las juventudes durante la pandemia y pospandemia en la Argentina.

2.1 Condiciones del trabajo de jóvenes: ¿qué les “ofrece” el mercado laboral?

Desde inicio de siglo se hizo cada vez más evidente que la inserción de los jóvenes en el mundo laboral pasó a ser un proceso complejo que se extiende en el tiempo y se caracteriza por la alternancia de periodos de desocupación, empleos precarios, pasantías, vuelta a la inactividad, construyendo trayectorias laborales cada vez más diversas y menos previsibles (Jacinto, 2010). Asimismo, se consolidó la idea de que los puestos de trabajo a los que acceden son de bajos ingresos, con nulos o escasos derechos laborales ‒tales como vacaciones pagas, obra social, aportes a la seguridad social‒ y no registrados ante organismos oficiales. Es decir, tal como hemos demostrado en otros estudios, el ingreso al mundo del trabajo se caracteriza por hacerlo en condiciones de precariedad laboral (Busso, 2013) y en tiempos de pandemia no fue una excepción (Pérez y Busso, 2022).

En las experiencias de los jóvenes entrevistados fue recurrente la referencia a los bajos salarios a los que acceden:

“primero empecé con la construcción con mis tíos que veía que, nada, que era lo mismo, ¿viste? Me levantaba a las 7 (de la mañana), llegaba a las 5 de la tarde a mi casa y me pagaban dos mangos” (Carlos, 21 años, secundario incompleto, CEH ‒Clima Educativo del Hogar‒: sin acceso a estudios superiores).

“a ellos (a los empleadores) les importa eso, (contratar) alguien que sepa “mulear”. (…) Mulear es trabajar por dos mangos. Trabajar por nada, por 300 pesos la hora, ¿entendés? ¡No es nada! (Andrés, 24 años, secundario incompleto, CEH: con acceso a estudios superiores).

Esta escasa paga en muchas ocasiones resulta determinante en la decisión de buscar más de un trabajo para alcanzar un ingreso que les permita seguir sus objetivos de vida. Vemos que esta multiactividad conlleva muchas horas de trabajo y en muchos casos conduce a una suerte de autoexplotacion, es decir, lo que algunos autores entienden como una situación de explotación “voluntaria” condicionada por las ideas del mérito, del rendimiento individual, donde cada individuo es responsable de su éxito o fracaso (Byung Chul Han, 2012).

Sin embargo, las experiencias no solo remiten a puestos de trabajo donde la paga es escasa, sino en los que los pagos son variables y hasta impredecibles, dado que dependen de factores imposibles de prever. Ha sido una constante en los relatos la situación de cobro en función de los días y horas que les indicaran sin previo aviso, o de acuerdo a cómo había resultado la ganancia del empleador. Este tipo de contratación no permite estimar ingresos económicos e impide planificar cuestiones habituales y cotidianas, tales como gastos de transporte y comida, y mucho menos aquellos vinculados a alquilar una vivienda, pedir un préstamo, etc.

“(el pago) era en negro, trabajaba de jueves a domingos, entonces los domingos la encargada nos daba la plata en efectivo a todos. Si, por ejemplo, un jueves no había evento, yo no iba. No tenía que ir y no se me pagaba ese día. Se me pagaba solo los días que iba” (Pipe, 20 años, secundario completo, CEH: con acceso a estudios superiores).

“Empecé a trabajar ahí, en el geriátrico, y era todos los días. Primero empecé dos veces por semana y después bueno, me fueron agregando días hasta que quedé fija de lunes a viernes todos los días, de 6 de la mañana a 2 de la tarde. A veces rotaba el horario y hacía de 2 de la tarde a 10 de la noche, y así. A veces hacía guardias de noche también, de 10 de la noche a 6 de la mañana. A veces hacía doble guardia también” (Camila, 22 años, secundario incompleto ‒en curso‒, CEH: sin acceso a estudios superiores).

La forma de relación laboral a la que refiere Pipe, que en la gran mayoría de los casos implica tan solo un acuerdo “de palabra” y que remite a la idea de “disponibilidad”, se asemeja a los “contratos a 0 horas” británicos. Este tipo de contratos no están contemplados en la legislación argentina vigente, pero en algunos casos, dada la inexistencia de contratos laborales formales (trabajo en negro, informal), parecieran funcionar de hecho.

Estos contratos, muy utilizados en países con mayor flexibilidad laboral (Reino Unido por ej.), no obligan a los empresarios a dar al trabajador una cantidad mínima de horas de trabajo a la semana. Se utilizan generalmente para cubrir picos de producción o temporadas de mayor trabajo. Entre las principales empresas que usan estos contratos se encuentran cadenas de comida rápida como McDonalds o Subway, donde mayoritariamente contratan jóvenes. La ventaja obvia para los empleadores es que reducen los costos fijos y esto les permite pagar estrictamente las horas de trabajo utilizadas, más allá de que el trabajador se encuentre disponible una cantidad de horas mayor.

“Era totalmente en negro. Cobraba en efectivo cada fiesta, digamos. O sea, eran todos los viernes y a veces los sábados y cobraba cuando terminaba la fiesta un mínimo, digamos, por noche. Y si a los chicos (dueños del bar) les iba bien, me daban un poco más” (Manuel, 27 años, universitario incompleto ‒en curso‒, CEH: con acceso a estudios superiores).

La reducción y hasta el desconocimiento de los derechos laborales que caracteriza cada vez más a los mercados laborales latinoamericanos, tiende a disciplinar a los trabajadores a nuevas formas de explotación laboral, haciendo manifiesto los escasos ingresos asociados a los puestos disponibles para los jóvenes –tanto en trabajos formales como en aquellos que no lo son.

“...sigo yendo a la obra a veces, no es algo que deje definitivamente. Nunca lo pensé como un trabajo exclusivo porque sé lo que conlleva, es muy jodido el trabajo en construcción, es muy mal pago, es muy explotador. Yo zafaba porque estaba con mi viejo, pero había días que trabajábamos 14 horas seguidas, te arruina el cuerpo. Hay pocos laburos que tengan seguridad social, si te pasa algo, arreglate” (Leandro, 28 años, universitario incompleto, CEH: sin acceso a estudios superiores).

Los bajos ingresos, la imprevisibilidad de los mismos y la falta de derechos laborales se asocia a la característica transversal de los puestos de trabajo de jóvenes, que es el no registro de las relaciones laborales (lo que habitualmente se denomina “trabajo en negro”).

“Siempre en negro. Todo en negro, obvio, todo en negro. Querían ponerme… Yo pensé que me iban a poner en blanco en el supermercado ‒no en el chino, en el otro supermercado‒, pero me echaron, ¿viste?” (Andrés, 24 años, secundario incompleto, CEH: con acceso a estudios superiores).

El trabajo en negro es presentado en el marco de las entrevistas como una obviedad, ya sea por relacionarlo a la edad, como expresaba Andrés, o por el lugar en la estructura social como sostiene Inés:

“yo tuve trabajos informales siempre, porque la verdad que vengo de una familia muy humilde. Siempre quise darle un apoyo en mi casa. Tenía muy buenos promedios en el secundario y era muy responsable ya desde muy chica. Entonces siempre tuve la oportunidad de que gente de mi alrededor me ofreciera cualquier trabajo. (...) Tuve trabajos de venta en distintos comercios. Cuidaba chicos…” (Inés, 26 años, universitario incompleto ‒en curso‒, CEH: sin acceso a estudios superiores).

Bajos ingresos, imprevisibilidad de los mismos y ausencia de derechos laborales se asocian a situaciones de no registro de las relaciones laborales a las que frecuentemente se ven expuestos los y las jóvenes entrevistadas, más allá de sus estudios y del clima educativo del hogar. Sin embargo, es la total imposibilidad de prever o planificar ingresos lo que se destaca frente a otros momentos históricos. Es esta situación a la que hacen frente las personas jóvenes con distintos tipos de estrategias como veremos a continuación.

2.2 Pluriempleo e inactividad: contracara de las condiciones del trabajo de jóvenes

Ante un mercado laboral que les ofrece a las juventudes las peores condiciones de trabajo, nos preguntamos por las respuestas o estrategias que despliegan. En primer lugar, encontramos que lejos de observar altas tasas de desocupación, debido a la búsqueda de mejores puestos laborales, se trata de un periodo en el que se constatan altos niveles de ocupación. En ese sentido, observamos un fenómeno al que hicieron alusión en reiteradas oportunidades las personas entrevistadas: el desarrollo en paralelo de más de una actividad laboral, a fin de generar (o sustituir) ingresos económicos.

“(vivíamos con los ingresos de) la jubilación de mi abuela y mis ingresos, y los fines de semana yo no trabajaba con mi viejo (en la construcción), sino que me dedicaba a vender pastas” (Leandro, 28 años, universitario incompleto, CEH: sin acceso a estudios superiores).

“Yo estaba laburando a la mañana a partir de las 8 (…) Y eso ya de las 7, 7.30 (de la tarde) entraba al otro laburo de repartir ya con la moto” (Carlos, 21 años, secundario incompleto, CEH: sin acceso a estudios superiores).

“Había veces que salía de ahí (del trabajo) y, con lo que trabajaba con mi mamá en mi casa, creo que me hacía $10.000 en el día, pero eso sería aparte, yéndome a otro trabajo, saliendo de ahí y yéndome al otro trabajo que tenía con mi mamá, (…) hacíamos pastelería, comida, y todas esas cosas” (Carlos, 21 años, secundario incompleto, CEH: sin acceso a estudios superiores).

Estos jóvenes, buscaron la forma de complementar los exiguos ingresos económicos generados en un puesto de trabajo, con otras estrategias de generación de ingresos. Sin embargo, observamos también que en algunos casos se articulaban con estrategias de sustitución de ingresos, ya que la contraprestación no era económica, sino a cambio de un plato de comida.

“En el comedor donde estábamos nosotros, de la comunidad venían a buscar 25 personas más o menos la comida, y más nosotros que llevamos también comida para nuestras casas” (Nora, 21 años, universitario incompleto ‒en curso‒, CEH: sin acceso a estudios superiores).

La contraprestación no monetaria aparece entonces como otra alternativa frente a un mercado de trabajo repleto de obstáculos. La idea de adecuarse a las condiciones que impone el mercado laboral aparece reiteradamente como determinante. Bajos salarios, inestabilidad, imprevisibilidad, no registro son algunas de las constantes en estos puestos de trabajo precarizados a los que acceden quienes se incorporan al mercado laboral. Y es así como lo expresa con claridad un entrevistado:

“Yo necesito más plata. Iba a pensar si podía encontrar un trabajo de mañana. (…) Me encantaría tener un trabajo solo con el que me paguen bien, pero veo que no hay” (Andrés, 24 años, secundario incompleto, CEH: con acceso a estudios superiores).

En ese sentido, dedicarse a una sola actividad laboral se presenta en muchos casos como una utopía, dadas las magras retribuciones económicas y la imprevisibilidad a las que están acostumbrados. Buscar una segunda o tercera actividad económica pareciera entonces vincularse en primer lugar a los bajos ingresos, pero en muchos casos se asocia también a la total imprevisibilidad de los mismos.

Por otro lado, las experiencias narradas nos muestran que la idea de trabajo estable no solo dejó de ser una realidad para la gran mayoría de las personas jóvenes, sino que pareciera desdibujarse como horizonte de posibilidad.

“(no es algo que me llame el trabajo en relación de dependencia de por vida) no, realmente no. Pero, sinceramente es porque desconozco cómo funciona” (Tadeo, 23 años, universitario incompleto ‒en curso‒, CEH: con acceso a estudios superiores).

Tomás remite expresamente a la idea de dilución del empleo “para toda la vida”, lo cual es una verdad demostrada por estudios en distintos países del mundo desde fines del siglo pasado, siendo “La corrosión del carácter” de Richard Sennet (2005) una de las obras más citadas. En los fragmentos anteriores, situados en la Argentina de la pospandemia, se hace referencia al desconocimiento o desinterés por la estabilidad laboral. A pesar de su dilución en el imaginario colectivo, encontramos que no ha sido totalmente erradicada de los deseos de todas las personas jóvenes entrevistadas, sobre todo entre “jóvenes-adultos”, sea porque tienen más de 24 años o tienen cargas familiares, como son los casos de Manuel y de Inés, quienes tienen 27 y 26 años respectivamente. Hace una década decíamos que el empleo en relación de dependencia continuaba configurándose como un horizonte deseado por distintos grupos de jóvenes (Busso, 2013) y en esta oportunidad constatamos que aún está presente en el imaginario de dichos jóvenes de más edad y/o con responsabilidades de cuidado.

“Tener un trabajo estable hoy en día estaría muy bueno, pero bueno, también me gustaría, por ahí, tratar de desarrollarme en algo más de lo que estudié yo y siempre me pasa eso, que por ahí estoy de repente hablando con un paciente oncológico y yo estudié artes plásticas. No veo mucho la relación. (…) obviamente me gustaría trabajar de algo relacionado al arte, pero tampoco hay que ser tan utópico que es medio complicado, digamos. Entonces un trabajo estable en cualquier lado, es un trabajo estable y está bueno” (Manuel, 27 años, universitario incompleto ‒en curso‒, CEH: con acceso a estudios superiores).

“Sí, sí. Para mí (la estabilidad laboral) es una cosa muy importante. (…) me presenté y al poco tiempo…, yo ingresé en marzo, en octubre a mí me dieron una planta transitoria y ahora ya estoy en una planta permanente” (Inés, 26 años, universitario incompleto ‒en curso‒, CEH: sin acceso a estudios superiores).

A pesar de encontrar relatos como los de Manuel e Inés, en el que la estabilidad vinculada a un trabajo en relación de dependencia continúa siendo valorada, en tiempos de pospandemia la estabilidad laboral claramente es una excepción.

Como señalamos anteriormente, el proceso de transformación y reinvención del trabajo fue acompañado de un cambio en la racionalidad subjetiva de los trabajadores, permeando al conjunto de quienes venden su fuerza de trabajo, sin importar clases sociales ni niveles de instrucción. Se trata de lo que Michel Foucault denominó la apelación al “homo economicus empresario de sí mismo”, tal como mencionamos anteriormente). Incluso aquellos trabajadores con dificultades para ser incluidos en el proceso de acumulación (GEM, 2019) en un mercado de trabajo cada vez más competitivo, se ven interpelados por el discurso individualista del mérito y el "emprendedurismo" que intenta posicionarse como motivador y generador de fuente de ingresos. Algunos autores señalan que se trata de un viraje desde la empleabilidad hacia la empreabilidad (fomento del emprendimiento) (Serrano Pascual y Martín Martín, 2017). En el caso argentino, durante el período 2015-2019, el gobierno nacional presidido por Mauricio Macri retomó estos principios anclados en la racionalidad neoliberal, enarbolando el ethos del voluntariado y el emprendedurismo (Vommaro y Gené 2017; Pérez y Busso, 2020). Dicha perspectiva ha recobrado impulso en el marco del gobierno iniciado en diciembre de 2023, bajo la presidencia de Javier Milei, el cual exacerba los idearios de la extrema derecha liberal (Semán, 2023).

Esta nueva racionalidad no solo propicia el emprendedurismo y la meritocracia, sino también sienta argumentos en pos de la precarización de los puestos de trabajo. En los últimos años, en tiempos de pandemia y pospandemia, se multiplicaron situaciones laborales vulnerables (con bajos salarios, flexibles e inestables) que buscan justificarse en la voluntad y la racionalidad propia:

“No (me interesa la estabilidad laboral). Por eso me interesa el trabajo de operador (de radio). (…) Me interesa tener horarios más flexibles, podría, por ejemplo, si algún día no puedo que me reemplace y cambiar el horario por otro programa, siento que me da cierta libertad” (Pipe, 20 años, secundario completo, CEH: con acceso a estudios superiores).

“(Querría trabajar solo o tener mi propia agencia) más que nada, por el hecho de no tener que depender de gente, y poder elegir bien qué trabajos, o definir qué hacés mejor” (Tadeo, 23 años, universitario incompleto ‒en curso‒, CEH: con acceso a estudios superiores).

Asistimos, por tanto, a argumentaciones que parecieran buscar justificar sus propias condiciones de trabajo precario a partir de decisiones o elecciones individuales, vinculadas a un discurso voluntarista e individualista.

La necesidad de multiplicar (o sustituir) fuentes de ingresos a la que hicimos mención, se alterna en muchos casos con períodos de inactividad económica, según la conceptualización estadística. Es decir, situaciones en las que no se está trabajando y tampoco se cumplen las condiciones para ser comprendidas como búsqueda activa (y por tanto ser relevadas como situaciones de desocupación). En el relato de las personas entrevistadas la idea de “inactividad” (“no hacer nada”), se vincula a la prerrogativa de “tener que trabajar”. En todos los casos donde se explicita “no hago nada” o “no hacía nada” se asocia a situaciones en las que, lejos de “no hacer nada”, se encontraban cursando estudios (secundarios o superiores) o realizando tareas de cuidado.

“Antes no hacía nada. O sea, estudiaba, me dedicaba a estudiar. Por suerte, mis viejos me pudieron bancar el primer año de la carrera, entonces no necesitaba trabajar tampoco” (Tadeo, 23 años, universitario incompleto ‒en curso‒, CEH: con acceso a estudios superiores).

“Ahora ya va a ser un año que no estoy trabajando, nada, porque bueno, mi niña tiene ocho meses, (...) dejé cuando quedé embarazada, (…) Estuve trabajando así durante la pandemia, obviamente era difícil para todos, porque por todas las medidas de seguridad y todas esas cosas, también tenías el riesgo de contagiarte y yo ponele traerlo a toda mi familia” (Camila, 22 años, secundario incompleto ‒en curso‒, CEH: sin acceso a estudios superiores).

A diferencia de lo que sucede en países del norte global como Canadá,9 el hecho de no tener que trabajar y poder concentrarse exclusivamente en realizar estudios superiores es una situación valorada socialmente, tal como puede observarse en la expresión de Tomás.

Los períodos de inactividad laboral también son vividos como intervalos entre un trabajo y otro. Frente a lo que observábamos en los primeros años del presente siglo, donde los niveles de desocupación llegaron a los dos dígitos, en tiempos de pospandemia la desocupación se encuentra en niveles históricos mínimos.10 Un elemento central para comprender esta situación radica en las formas de acceso a los empleos, es decir en la multiplicación de estrategias no activas de búsqueda de trabajo. Los puestos a los que acceden por lo general remiten a situaciones que señalan como ofrecimientos, a través de contactos familiares o de amistad. La idea de oportunidad o de casualidad aparecen frecuentemente en el relato de los y las jóvenes entrevistadas.

“Cuando me fui (del otro trabajo) no estaba buscando nada todavía, y justo ella (una amiga) me preguntó para ver si ese horario me quedaba. (…) En ese momento fue de casualidad” (Pipe, 20 años, secundario completo, CEH: con acceso a estudios superiores).

“Me llaman unos amigos, que se pusieron –a principios de abril, junio, de 2020, ni bien arrancaba la pandemia– una minidistribuidora de alcohol, y se dedicaban a repartir alcohol a la tarde, a través de las redes. Un día un amigo de los dueños de ahí, que sabía que yo estudiaba diseño, me dijo “necesitamos tener una imagen fuerte, que nos reconozcan, ¿vos nos podrías hacer un logo?”. Y todo empezó así. (…) Nunca nos pusimos a buscar trabajo. (…) empezó a venir. Fue increíble, la verdad (…) Fue como una bola de nieve que fue creciendo” (Tadeo, 23 años, universitario incompleto ‒en curso‒, CEH: con acceso a estudios superiores).

El “boca a boca” a través de las redes de socialización (familiares y de amistad) pareciera ser el mecanismo más habitual a través del cual los jóvenes obtienen un puesto de trabajo. La idea de un trabajo que les ofrecieron, “les llegó” o “fue casualidad” se repite en la amplia mayoría de las entrevistas.

“Llegaron solos (los trabajos), porque… o sea, me pasó que empecé a trabajar con otra chica que era amiga mía, fotógrafa y ella también se dedicaba a la parte de emprendimientos. Entonces era como ir recomendándose de boca en boca” (Amanda, 22 años, universitario incompleto ‒en curso‒, CEH: con acceso a estudios superiores).

“Me apareció la oferta por medio de una amiga de mi mamá que se abría un cupo en la Municipalidad de La Plata para entrar a trabajar a un call center de APR” (Irene, 26 años, universitario incompleto ‒en curso‒, CEH: sin acceso a estudios superiores).

“conocí a uno de los chicos de (la pizzeria) Kentucky y yo justo no tenía laburo y me dijo, “ey, amigo, ¿cómo te ves con la pizza?”. “No, no me veo con las pizzas, pero bueno, puedo intentarlo”. “Bueno, venite a tal hora, a tal hora”. Yo (me puse la) remera y arranqué. Y fui para ahí” (Andrés, 24 años, secundario incompleto, CEH: sin acceso a estudios superiores).

Sin embargo, la utilización de las redes sociales también es movilizada con el fin de acceder o cambiar de puesto de trabajo, aunque no siempre la reconocen como estrategia de búsqueda de empleo

“Ese (trabajo), el de animación infantil lo había visto por Facebook y era una chica que la habíamos conocido. (…) Entonces la tenía en Facebook (…) Y estaba buscando unas chicas. Entonces yo probé y ahí fue en donde la encontré y después como moza en un catering de familiar, digamos. Es la empresa familiar. Entonces ellos empezaron a crecer en cuanto a catering y yo empecé a trabajar de moza” (Amanda, 22 años, universitario incompleto ‒en curso‒, CEH: con acceso a estudios superiores).

En tiempos de pospandemia, las malas condiciones de trabajo se presentan en un escenario en el que prima la idea de rápido y fácil acceso a puestos de trabajo.

“… Si no me gustaba el trato, bueno, listo, voy y busco otro trabajo. O sea, está bien que yo lo necesitaba. Todo lo que quiera, pero bueno” (Luna, 20 años, secundario incompleto ‒en curso‒, CEH: sin acceso a estudios superiores).

“… dejaba algún trabajo por uno que sea mejor, digamos. Era así. Esa oferta me llegó a mí por oídos. Mi mamá me dijo, “está sucediendo este pedido de chicos. ¿Te gustaría sumarte?”. “Sí”, le digo yo” (Irene, 26 años, universitario incompleto ‒en curso‒, CEH: sin acceso a estudios superiores).

Es así que, en tiempos de pandemia y pospandemia, la baja de los índices de desocupación se vio acompañada de dos fenómenos que pudimos captar claramente a través del trabajo de campo cualitativo: la multiactividad y la inactividad a la que se enfrentan la gran mayoría de las personas jóvenes. Lejos de responder al estigma de la juventud que no trabaja ni estudia, vemos que es muy extendido el hecho de desempeñar más de una actividad laboral en paralelo, o permanecer estadísticamente inactivo. En ambos casos encontramos por detrás las condiciones de precariedad que impone el mercado laboral y las estrategias personales y familiares que buscan hacerle frente.

3. Reflexiones finales

Las experiencias laborales de las personas entrevistadas refutan la hipótesis que sostiene que vamos hacia un futuro sin empleos, y abonan a la idea de un horizonte con muy escasos empleos de calidad. La gran mayoría de los jóvenes tiene que trabajar para llevar ingresos a su hogar, de manera que tiende a aceptar los trabajos que consiguen, sean con bajos salarios, no registrados y muchas veces sin siquiera saber cuál sería la contraprestación económica. Paralelamente internalizan y replican discursos que resaltan el fin del trabajo asalariado y estable, y naturalizan vivir en constante riesgo (al ser “empresarios de uno mismo”), lo cual tiende a justificar la destrucción de las protecciones sociales, la extensión masiva de los trabajos precarios con el fin último de la competencia.

El proceso de incorporación de las juventudes al mundo del trabajo en tiempos de (post)pandemia, parece pendular entre estados de inactividad y de multiactividad, donde la categoría de desempleado pierde paradójicamente relevancia en un mercado de trabajo que no genera suficientes puestos de trabajo de calidad. El análisis de historias de vida y recorridos laborales de jóvenes nos permitió identificar distintos factores que parecen encontrarse detrás de esta situación. Prima en muchos jóvenes la idea de una búsqueda no activa de empleo, dado que consideran que "el trabajo llega" y que pueden rotar fácilmente de un trabajo al otro, lo que lleva a que las estadísticas los clasifiquen usualmente como “inactivos”. La vulnerabilidad laboral a la que se ven expuestos cala en sus percepciones acerca del mercado de trabajo y la consecuente forma de búsqueda de empleo. En la mayoría de los casos el trabajo es fuente de ingreso temporal, pasajero y totalmente imprevisible: las horas y los días de trabajo varían sin previo aviso, la duración de la relación también, e incluso las tareas que realizan pueden verse modificadas de un día para el otro. El trabajo en muchos casos es visto como un "estar a disposición de un otro".

Las características de los puestos de trabajo a los que suelen acceder ‒inestables, mal pagos, con escasos o inexistentes derechos laborales asociados‒ condicionan su percepción respecto al mundo del trabajo y esta mirada determina sus formas de búsqueda y sus estrategias de participación. En ese sentido muchos sienten que hay poco que perder: no cuentan con estabilidad, ni salarios significativos, ni vacaciones, ni aportes jubilatorios. Lo que obtienen a cambio de su fuerza de trabajo es tan volátil que no lo sienten aferrado a un puesto o a una relación laboral. La multiplicación de ingresos y de pequeñas actividades laborales es una condición que el mercado les impone (con relaciones laborales inestables, imprevisibles, de muy bajos ingresos), y paralelamente es la posibilidad que encuentran para poder solventar sus vidas.

Al mismo tiempo, quienes por periodos acotados de tiempo experimentan situaciones de inactividad, lo viven como un privilegio y un momento al que pueden dedicarse a avanzar en sus estudios (finalizar nivel secundario o desarrollar estudios superiores) o a tareas de cuidado y sostenimiento familiar. Generalmente estos periodos de inactividad responden a estrategias de sostenimiento/organización familiar.

Los relatos que narran la destrucción de puestos de trabajo que tendría lugar debido a la incorporación de la inteligencia artificial y la consecuente automatización de tareas, afectan la percepción del mundo laboral en los/as jóvenes, generando incertidumbre e inseguridad, y debilitan sus expectativas y demandas por mejores condiciones de contratación y laborales, así como por salarios más elevados. La divulgación desde el gobierno de discursos que resaltan la responsabilidad individual como el de la meritocracia y el emprendedurismo van en el mismo sentido: influencian la percepción de las juventudes sobre el mundo laboral, convirtiendo los descalabros del mercado de trabajo ‒agravados por la crisis del covid-19‒ en fracasos individuales, personales.

Finalmente, entendemos que es la propia dinámica de acumulación del capital la que tiende a precarizar la fuerza de trabajo y marginar una cantidad creciente de trabajadores. La extensión de la precariedad laboral en Argentina es un fenómeno fuertemente relacionado con las estrategias del capital para disminuir sus costos laborales. No se trata de una anomalía del sistema, un producto accidental no deseado, sino que desde la perspectiva ortodoxa la desregulación de los mercados laborales aparece como una solución al problema del desempleo y funciona como principio maximizador de los márgenes de ganancia. No obstante, esta mayor precarización del trabajo, asociada a una baja extendida de derechos laborales, no puede asumirse como una necesidad de mercados más globalizados y competitivos, ni como consecuencia del cambio tecnológico (que bien podría servir para mejorar la vida de los trabajadores y sus familias), sino que es el resultado de la disputa entre los dueños del capital y los trabajadores, disputa que por definición es asimétrica, pero que permanece abierta.

Mientras tanto las juventudes continúan proveyendo mano de obra barata y a disposición del capital, o gracias a entramados y decisiones familiares pueden mantenerse al margen del mercado de trabajo, colaborando en tareas de cuidado o apostando al sendero de la educación. En ese sentido afirmamos que, aunque pudiera parecer paradójico, pendular entre multiactividad e inactividad es una realidad para miles de jóvenes que en tiempos de pandemia y pospandemia habitaron y habitan el suelo argentino.

Roles de colaboración

Escritura - revisión y edición Mariana Busso
Escritura - revisión y edición Pablo Pérez

Referencias

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Notas

1 La idea de una “generación perdida” no es nueva, ya había sido utilizada en Europa en momentos de la crisis económica de 2008-2009 y de un deterioro generalizado de los mercados de trabajo. De esa manera se buscaba destacar la grave situación ocupacional asociada a la juventud (desempleo, inactividad) y las posibilidades de que esta exclusión del mundo laboral tuviera efectos duraderos en términos de trayectoria laboral, ingresos y bienestar en general (Lefresne, 2011; Meilland, 2011; Parekh et al., 2010).
2 Desde hace más de 4 décadas que la bibliografía académica internacional señala la existencia de “working poor”, es decir, trabajadores que permanecen por debajo del umbral de pobreza producto de su inserción laboral en condiciones de precariedad y generalmente asociados a puestos de trabajo del sector terciario (Klein y Rones, 1989).
3 Blanchflower (2019) discute sobre los límites del desempleo como indicador de la situación del mercado de trabajo.
4 Coalición política en la que convergieron el Partido Justicialista y el Frente Renovador, junto a diversas agrupaciones y organizaciones políticas. Se presentó a las elecciones nacionales de 2019 con la fórmula presidencial Alberto Fernández-Cristina Fernández de Kirchner.
5 Refiere al período 2003-2015, bajo las presidencias de Néstor Kirchner (2003-2007) y de Cristina Fernández de Kirchner (2007-2015).
6 Se destaca por su mayor alcance el Programa de Asistencia de Emergencia al Trabajo y la Producción (ATP), que consistió en un subsidio estatal a empresas privadas que realizaran actividades consideradas críticas por el que se les asignó entre 1.25 y 2 Salarios Mínimos Vitales y Móviles (SMVM) por cada empleado en relación de dependencia. También se prohibió realizar despidos o suspensiones por las causales de fuerza mayor o de falta o disminución de trabajo y el establecimiento de una doble indemnización en caso de despido.
7 Tasa de actividad: 47.9%, Tasa de ocupación: 44.6% y Tasa de desocupación: 6.9%. Datos EPH-INDEC correspondientes a 2do trimestre de 2022.
8 Según datos oficiales del INDEC 4 de cada 10 personas que habitan el suelo argentino se encuentran bajo la línea de pobreza (dato correspondiente al período 2020-2022). Para más detalle ver INDEC, 2023.
9 Ver artículo de Longo y otros en este mismo dosier de la revista Cuestiones de Sociología 30.
10 Según datos oficiales del Indec la desocupación abierta alcanzó un pico de 21.5% de la PEA en mayo de 2002, mientras que previo a la pandemia se mantenía en torno al 10 % (10.6% en 2do trimestre y 8.9% en 4to trim de 2019). En el año 2021 se observa un aumento de la inactividad y una caída de la desocupación que cayó al 7% en el 4to trim de 2021. A partir de entonces y hasta el último dato disponible (4trim de 2023) la tasa de desocupación se mantiene en mínimos históricos cercanos al 6%.

Recepción: 07 Febrero 2024

Aprobación: 04 Abril 2024

Publicación: 01 Agosto 2024



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