Cuestiones de Sociología, nº 27, e142, agosto 2022 - enero 2023. ISSN 2346-8904
Universidad Nacional de La Plata
Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación
Departamento de Sociología

Artículos

Hacia una sociología feminista: la propuesta de Arlie Russell Hochschild

Solange Godoy

Escuela Interdisciplinaria de Altos Estudios Sociales, Universidad Nacional de San Martín - CONICET, Argentina
Maximiliano Marentes

Escuela Interdisciplinaria de Altos Estudios Sociales, Universidad Nacional de San Martín - CONICET, Argentina
Cita recomendada: Godoy, S. y Marentes, M. (2023). Hacia una sociología feminista: la propuesta de Arlie Russell Hochschild. Cuestiones de Sociología, 27, e142. https://doi.org/10.24215/23468904e142

Resumen: El objetivo de este artículo consiste en describir y analizar la producción académica de Arlie Russell Hochschild como una propuesta de sociología feminista. Para ello se interroga qué nodos problemáticos aborda, qué diseños metodológicos emplea para responderlos, cuál es el lugar de la socióloga que investiga, a qué recursos narrativos recurre y, transversalmente, qué elementos nos permiten considerar su obra como un ejemplo de sociología feminista. Se sostiene que los aportes de la autora pueden contribuir a una amplia variedad de campos para el análisis social, que van más allá del estudio de las emociones al que se la ha tendido a asimilar. La potente sociología con, y no solo de las, emociones de Hochschild puede ser leída, en su conjunto y a partir de diferentes elementos, como un ejemplo de una sociología feminista flexible, inspiradora y adaptable.

Palabras clave: Hochschild, Sociología, Feminismo.

Toward a feminist sociology: Arlie Russell Hochschild’s approaches

Abstract: The aim of this article is to describe and analyze Arlie Russell Hochschild’s academic production as an example of feminist sociology. In doing so, we examine what problematic issues she studies, which methodological approaches she uses to handle them, where she is situated as a researcher, her narrative style, and, transversely, which elements allow us to identify her works as a sample of feminist sociology. We propose that her contributions may enrich a wide variety of social research areas, beyond the sociology of emotions, field in which she has usually been located. Hochschild’s powerful sociology with emotions may be read, as a whole and from different elements, as an example of a flexible, inspiring, and adaptable feminist sociology.

Keywords: Hochschild, Sociology, Feminism.

Introducción: Arlie, una socióloga feminista

La1 pandemia del Covid-19 nos encontró coordinando un espacio de reflexión sobre la obra de Arlie Russell Hochschild, autora que amamos y que sentíamos que en el mundo de las ciencias sociales de habla hispana no había tenido gran difusión. Con esa sensación planificamos un Círculo de Estudio en la Escuela Interdisciplinaria de Altos Estudios Sociales de la Universidad Nacional de San Martín que titulamos “Emociones, familia, trabajo, cuidados, política. Redescubriendo la sociología feminista de Arlie Hochschild”. Al igual que sucedió con las actividades académicas, el círculo cambió de formato por la pandemia: los encuentros virtuales reemplazaron las reuniones mensuales en el campus de nuestra casa de estudio. Eso permitió que académicas2 —y en menor medida académicos— desde distintos lugares nos contactaran y compartieran nuestra sensación. Un viernes de mayo fue la primera de las ocho reuniones en las que leímos de manera colectiva y sistemática la obra de esta socióloga estadounidense. Ese día la presentamos y compartimos nuestras experiencias con su obra. Como habíamos presentido, la circulación de sus trabajos en nuestras latitudes y su estudio sistemático fueron escasos, en parte porque apenas fueron traducidos al castellano. En los ocho meses que tardó en cerrarse el círculo, reflexionamos sobre lo que aquí compartimos: leer a Arlie Russell Hochschild como un ejemplo de sociología feminista.

Nuestro objetivo consiste en describir y analizar la producción académica de la autora como una propuesta de sociología feminista. Para ello, partimos de algunas preguntas: ¿Qué nodos problemáticos aborda? ¿Qué diseños metodológicos emplea para responderlos? ¿Cuál es el lugar de la socióloga que investiga? ¿A qué recursos narrativos recurre? Y, transversalmente, ¿qué elementos nos permiten considerar su obra como un ejemplo de sociología feminista?

Estructuramos el texto en cinco apartados. En el primero, explicamos por qué proponemos la intersección entre sociología y feminismos como clave de lectura de su obra. Luego recorremos otras preguntas que dan cuenta de ese doble-apellido. En el segundo apartado exploramos cómo construye el qué investiga. Con relación a eso, en el tercer apartado pasamos al cómo responde sus interrogantes. El cuarto apartado explora cómo lo anterior se imbrica con un desde dónde construye conocimiento. Finalmente, la última sección atendemos a uno de sus rasgos más característicos: la escritura. Vinculamos el cómo relata sus investigaciones, en una narrativa con emociones, amena y con metáforas, con una epistemología feminista. Proponemos ver más allá de una socióloga inspirada en el feminismo para estudiar la división sexual del trabajo o a una feminista que recurre a la sociología para conmensurarlo. Entendemos que la integración de sociología y feminismo adquiere una forma particular en la obra de esta autora, Arlie Russell Hochschild.

Doble apellido: socióloga y feminista

Tras licenciarse en relaciones internacionales, a fines de los 60’, Hochschild realiza estudios de maestría y doctorado en sociología en la Universidad de California, Berkeley, donde al tiempo devendrá en profesora. La influencia sociológica en su obra es explícita: en The Managed Heart (2012) y en La mercantilización de la vida íntima (2008) explica las obras de Charles Wright Mills y de Erving Goffman que la han inspirado. D’Olivera-Martins (2018) explicita qué retoma de cada autor y qué agrega cuando construye su teoría sociológica sobre emociones.3 Pero la influencia de estos autores no se acaba ahí.

La sociología norteamericana de los sesenta, al calor de movilizaciones por derechos civiles y feministas y la oposición a la Guerra de Vietnam, se revitaliza luego de la hegemonía parsoniana. Con referentes como Herbert Blumer, Charles Wright Mills, Howard Becker y Erving Goffman, se cuestiona el foco del análisis sociológico: grandes estructuras y sus funciones y/o el orden de la interacción. Atender a las interacciones implica regresar a las situaciones, como definieron Florian Thomas y William Znaniecki (2006). Influenciados por el pragmatismo, tendencia perceptible en el trabajo de Hochschild, la acción es inscripta en la situación a partir de definiciones y sentidos que las personas dan en contextos específicos. Un ejemplo es la noción de estrategia de género,4 tal como la desarrolla en The Second Shift (2012). Para analizar cómo reparten las tareas domésticas las parejas heterosexuales no alcanza la identificación con la esfera doméstica o profesional de los cónyuges según el género. Por el contrario, es necesario entender qué hacen para lograrlo, cómo ponen en acto —con lo que tienen a mano— esos ideales en torno al género y cómo manejan sus emociones en esos esfuerzos.

Del mismo modo, el espíritu de Wright Mills está presente a partir de una buena imaginación sociológica (1981). El sociólogo enfatiza en que una forma de alcanzarla implica entender la acción privada como un punto de un entramado social mayor que debe contemplar su devenir histórico. Un ejemplo de imaginación sociológica está en The Second Shift (2012): Hochschild considera que los cambios en el mercado de trabajo y la transformación cultural en torno al empleo femenino no se producen fuera de los matrimonios, sino que ocurren dentro de ellos y los transforman. A lo largo de su obra, la familia es un potencial mecanismo de amortiguación de patrones socio-culturales. Como explica D’Oliveira-Martins (2018), estudiar las emociones le permite a Hochschild dar cuenta de lo artificioso de la separación público-privado. Como agregamos, nos sumerge en esa imaginación sociológica.

Solemos identificar a la sociología con sus padres fundadores: Karl Marx, Émile Durkheim, Max Weber. Los tres son discutidos en la sociología de Hochschild. La alienación marxiana es clave para distinguir el emotional work del emotional labor5 (Hochschild, 2012). Regresa a Durkheim para analizar la centralidad emocional del ritual de apoyo a Trump en Extraños en su propia tierra (2018 [2016]). Con Weber dialoga al revisar la verdad axiológica para construir conocimiento (Hochschild, 2008 [2003]).

Inscribirse en la sociología implica, además de revisar a los canónicos, recuperar como sociólogos a otros cuya adscripción es más difusa. Georg Simmel6 es crucial para sentar las bases de la sociología de las emociones. Marcel Mauss la ayuda a entender la economía de la gratitud o el intercambio de favores y regalos que las y los cónyuges no siempre ven así (2008, [2003], 2012 [1989]). A Thornstein Veblen regresa constantemente para pensar la dimensión a priori no económica de lo económico (Hochschild, 2012, 2012, 2013).7

Pero el trabajo de Hochschild no se apoya sólo en sociólogos. Su amistad con Ann Swidler se refleja en los agradecimientos —género que Hochschild considera central para caracterizar el androcentrismo académico (2008 [2003])—. De esta socióloga de la cultura se inspira para construir el concepto de estrategia de género. Con Sarah Garrett (Hochschild y Garret, 2013) revisan el esquema de Viviana Zelizer en torno a los cruces entre mercado e intimidad y agregan el enfoque de los puntos en tensión. Con Uma Devi y Lise Isaksen revisan cómo se estudian las cadenas globales de cuidado a partir de enfoques que enfatizan los capitales emocionales, como los de la misma Hochschild (2012) o de Eva Illouz.

En la inscripción de Hochschild dentro de la sociología analizamos autores y perspectivas que influenciaron en su trabajo, cómo retoma y discute con los clásicos, a quiénes más considera parte de esas piedras fundantes y cómo se nutre, en colaboración y discusión, de sociólogas contemporáneas. En este recorrido vimos un apellido, el sociológico. Ahora nos queda ver el otro, el feminista. Tomamos una noción amplia de feminismos, entendiéndolos como teoría (Amorós y de Miguel, 2007), como movimiento social (de Miguel, 2003) y/o como un “espacio social” fragmentado, heterogéneo y complejo (Masson, 2007).

De igual forma que reconoce la influencia de ciertos sociólogos, en la introducción a La mercantilización de la vida íntima (2008 [2003]) explicita la centralidad de Betty Friedan en sus reflexiones. Siendo estudiante, leer La mística de la feminidad (2009) le permitió reconocer qué le había sucedido a su madre: la no plenitud por dedicarse solamente al cuidado de ella y su hermano Paul. A diferencia de las expresiones de su madre, la sonrisa invadía el rostro de su padre cada vez que salía a trabajar como diplomático.

Mientras las referencias sociológicas abundan en su trabajo, las citas sobre teóricas feministas parecen no correr la misma suerte. ¿Sería su sociología más feminista si citara, por ejemplo, a Simone de Beauvoir o Shulamith Firestone? Aunque podría argumentarse eso, consideramos que lo feminista es estructural en todo su trabajo, como reflexionamos en los siguientes apartados. Al igual que su sociología, que es una y cercana a otras y distante e incluso opuesta a otras, su feminismo es uno entre otros.

En esa misma introducción (Hochschild, 2008), sostiene que amor y cuidado son los cementos que mantienen unida a una sociedad. Sin romantizarlos, advierte que debemos prestar atención a algo que solemos dar por sentado y que ha recaído en las mujeres como sus garantes. Esta aclaración es una lupa conceptual con la cual leer el libro, y también su obra. Su observación se ancla en un asunto que involucra a su madre. En la búsqueda de la “brújula oculta” en su vida personal que explique el profundo interés que orientó sus investigaciones, la situación de su madre deviene una vía para reflexionar sobre la importancia del yo como instrumento de investigación y los sentimientos como objeto de indagación sociológica.

Observar y reflexionar desde su vida personal la contacta con puntos de partida de otras feministas. Simone de Beauvoir muestra con claridad un proceso reflexivo autobiográfico en el que postula interrogantes sobre qué supuso para ella ser mujer. Desde allí se pregunta por las condiciones de posibilidad de la existencia vivida como mujer y por la forma en que las mujeres se sienten bajo las condiciones que la sociedad y la cultura les asigna (López Pardina, 2007).

La mercantilización de la vida íntima (2008) compila aportes de la autora a lo largo de su carrera. Entre los trabajos encontramos reflexiones en torno a la literatura de autoayuda de los años ochenta y noventa que pregonan un feminismo que, siguiendo a Beverly Skeggs (2019), llamamos popular. Los consejos de esos libros reifican un modelo de ser humano tradicionalmente masculino: focalizado en su carrera profesional sin preocuparse por tareas domésticas y de cuidado. Al reivindicar la igualdad, socavan los lazos ricos en emocionalidad. Preocupa, además, cómo esos discursos que buscan promover ideales igualitarios son abducidos por el espíritu mercantil que coloniza la esfera pública. Este punto demuestra un horizonte de debate sobre asuntos problemáticos que atraviesan ciertas prácticas y discursos feministas.

El último de los capítulos del libro, un ensayo publicado en 1975 (Hochschild, 2008), devela los condicionantes que varones y mujeres enfrentan en la carrera académica. Al comparar los agradecimientos de libros, resalta la invisibilización de mujeres en las obras de autores. Muchas veces, en vez de ser incorporadas como coautoras de trabajos encarados a la par, se agradece su ayuda en la investigación. El mismo ensayo nos sitúa en sus primeros años como estudiante de posgrado en Berkeley. A la par que se consolidaba como centro de vanguardia para la formación y reflexión en cuestiones de género, abundaban chistes sexistas que a ella y otras colegas feministas ya no les causaban gracia. Aquí encontramos una de las pocas referencias en las que habla de sí como feminista: “suele decirse que las feministas no tienen sentido del humor. Lo que ocurre en realidad es que, luego de descubrir que el chiste es sobre nosotras, desarrollamos un sentido del humor diferente” (Hochschild, 2008: 334). Como en la introducción en que repasaba aquella “brújula”, vuelve a hablar de sí para mostrar los problemas que aquejan a las mujeres en el trabajo académico. Este apasionante ensayo resume la necesidad de dar cuenta de las cargas familiares que hacen que las académicas compitan con sus colegas varones desde otro lugar.

The Second Shift (2012 [1989]) analiza estos condicionantes en hogares de dos proveedores. La tensión es resumida bajo la noción de backstage support, un apoyo detrás de escena. Al desentrañar el entramado que posibilita que los individuos se comprometan en el ámbito público, se evidencia que las cosas no operan igual para varones y mujeres. Mientras ellos cuentan con ese apoyo que les brindan sus cónyuges, ellas no. Desde una perspectiva feminista se subraya el androcentrismo en la moderna noción de individuo.8

Hochschild toma grandes nodos de reflexión teórica dentro del feminismo, como la imbricación entre empleo, familia y cuidado, y los posiciona en un lugar central de la discusión sociológica. Algo similar ocurre con los sentimientos y las emociones, otrora asociados a lo íntimo y privado y alejados de las principales preocupaciones de la teoría social.9 Al demostrar el modo en el que operan bajo normas construidas socialmente, la productividad de su análisis sociológico de los sentimientos y las emociones inauguró un campo de reflexión.

Así se completa el árbol genealógico del feminismo de Arlie: con autoras que sacudieron la escena pública; al sumarse a un campus en efervescencia que le atrajo y sedujo —como le contó a D’Oliveira-Martins (2018)—; al visibilizar y reflexionar sobre los condicionamientos en la igualdad entre hombres y mujeres, en especial en su campo laboral. Finalmente, ese feminismo se contrapone a los valores que, como sociedad, no deberíamos descuidar: cuidado y amor, pegamentos que mantienen unida a la sociedad y que, en un capitalismo tendiente a la mercantilización de sí, comienzan a escasear y se extraen de distintos lugares.

Con esta genealogía del doble apellido de Arlie, la emparentamos tanto con la sociología como con el feminismo. Podríamos quedarnos en este punto y dar por acabada la reflexión. Pero, en honor a su sociología feminista, debemos embarcarnos en ver qué hace con ella y cómo la pone en práctica.

El qué: objetos de estudio desde un ojo femenino

La sociología feminista de Arlie Hochschild se caracteriza por el intensivo trabajo de campo que construye esquemas conceptuales que dialogan con las experiencias personales, con la ventaja de consolidar un andamiaje teórico sujeto a revisión. Aunque se podría objetar que sus conceptos son contexto-dependientes y funcionan para esas realidades, proponemos tomarlos como herramientas que invitan a pensar y contemplar otras dimensiones. Veamos cuáles toma para practicar su sociología feminista a partir de los qué estudia.

En su primer libro, The unexpected community (1973), el menos conocido, nos acerca a lo “inesperado”: una comunidad de ancianas y, en menor medida, ancianos. A partir de entrevistas y observación participante en un complejo residencial de adultos mayores, Hochschild descubre algo que contrasta con las encuestas sobre las condiciones de vida de las y los mayores: su supuesta soledad. Pasando tiempo allí se dio cuenta de que, mientras que muchas viudas declaraban estar solas, podían pasar largas horas hablando por teléfono con otras residentes. El ojo femenino de Hochschild la conduce a un dispositivo de socialización poco intuitivo para un sociólogo convencional: las heladeras10. Allí se guardaban los alimentos que se intercambiaban cuando cocinaban de más. La circulación de la comida matiza la soledad a la que estarían condenadas las viudas ancianas.

A diferencia del primer libro, el siguiente, The managed heart (2012), la consagró en el campo de la sociología de las emociones11 como una de sus fundadoras. Luego de otros trabajos en los que comienza a señalar la importancia de las emociones para el conocimiento sociológico,12 en este libro desarrolla su propia teoría social de los sentimientos. Hochschild considera a las emociones centrales para la experiencia humana por aportar información sobre la situación en la que se encuentran las personas, que permite definir esas situaciones.13 Como las emociones se estructuran y distribuyen socio-culturalmente, es necesario estudiar las reglas del sentimiento. Las emociones implican el manejo emocional o emotional work que nos posibilitan sentir lo correcto en la situación adecuada —como tristeza en un velorio—. El trabajo en el sector servicios demanda cada vez más el manejo emocional de las y los trabajadores en pos de generar plusvalor; el emotional labor. Al estudiar a las azafatas y los cobradores de cuentas pone en funcionamiento su esquema analítico y reconstruye los mecanismos de disciplinamiento emocional del capitalismo postindustrial.

The second shift (2012), su tercer libro, puede leerse como continuación del anterior.14 Al analizar las tensiones entre familia y trabajo en hogares de dos proveedores del Área de San Francisco, California, observa qué sucede en la vida cotidiana de distintas familias. La noción de estrategia de género indaga cómo se reparten las tareas domésticas y las consecuencias emocionales que implica que cada cónyuge adopte un ideal más igualitario o uno más tradicional, cómo se manejan esos sentimientos y cómo se ponen en práctica dichos ideales. Las tareas que se contemplan incluyen, por ejemplo, quién escribe las cartas de saludos por las fiestas.

Proponemos leer su siguiente libro, The time bind (2001), como complemento del anterior. Si el locus estuvo centrado en los hogares, este nuevo estudio lo traslada a una gran compañía estadounidense, Amerco. Esta empresa implementa políticas de flexibilidad laboral para compatibilizar vida laboral y familiar. El libro se pregunta por qué, de existir estos dispositivos, las trabajadoras y los trabajadores no los toman aun cuando, como respondían en encuestas internas, las querían. Hochschild examina el meollo del tiempo y cómo, al devenir la casa el trabajo y el trabajo la casa, las familias enfrentan desafíos comola tercera jornada: lidiar con los berrinches que niñas y niños hacen a sus madres. Al describir las jornadas de la guardería de la compañía, la misma Hochschild experimenta la lentitud del tiempo de cuidado a diferencia del vertiginoso horario productivo.

Con Barbara Ehrenreich, en 2003, compilan Global woman (2003). Ese libro reúne contribuciones de autoras sobre intersección entre migraciones y trabajo femenino en un escenario globalizado. El capítulo de Hochschild analiza el rol de las cuidadoras de menores que migran de países subdesarrollados a países ricos. A partir de un trabajo de campo de corte exploratorio y de la revisión de trabajos como el de Rhacel Parrenas, acuña el término cadenas globales de cuidados15 (Hochschild, 2000) para describir el entramado social que permite que más mujeres de clases medias y altas del primer mundo se embarquen en promisorias carreras laborales mientras que consiguen que otras mujeres, de países pobres, oficien de niñeras. A su vez, sus hijas e hijos en la otra punta del mundo quedan al cuidado de otras mujeres.

La mercantilización de la vida íntima (2008) se editó en inglés en 2003 y contiene una recopilación de textos que Hochschild escribió durante tres décadas. En su primer libro traducido al español, se compilan las principales líneas de trabajo de su carrera, sobre emociones, trabajo y familia y cuidados, y también incluye reflexiones sobre libros de autoayuda16 y las esferas emocionales que construyen en torno al feminismo y la igualdad entre los géneros.

Acerca de la tercerización de la vida íntima versa The outsourced self (2012). La sensación de que se trata de un trabajo de campo más fragmentario se corresponde con la naturaleza de la unidad de análisis: la heterogeneidad de servicios que se crean, compran y venden para la satisfacción del yo contemporáneo. Esto incluye externalizar “viejas” tareas —cuidado en manos de niñeras17— y otras “nuevas” producto del avance tecnológico —subrogación de vientre—. Se agrega el asesoramiento para crear un perfil en páginas de citas o contratar a alguien para arrojar a un lago las cenizas de un familiar. La heterogeneidad de la tercerización de tareas que antes se ejercían en el seno familiar y comunitario18 se vincula con una preocupación de toda su obra, pero que en este libro deviene central: el cruce entre intimidad y economía.

So how’s the family? And other essays es el título del siguiente libro (2013), otra compilación. Incluye su primer texto publicado en una revista académica, en el que siembra las bases de su sociología de las emociones a partir del trabajo de las esposas de diplomáticos, tema que conocía por su trayectoria familiar. Además de profundizar el análisis social de lo económico, incluye un texto sobre los mapas de empatía, emoción necesaria para la vida en sociedad y para el trabajo de investigación.

El último libro, Extraños en su propia tierra (2018), segundo libro traducido al español y publicado en inglés en 2016, profundiza la cuestión de la empatía al introducir la necesidad de saltar los muros de empatía para volver a eso que, como parte de una sociedad, nos une. En un sentido literal, Hochschild sale de su zona de confort (el progresista y rico estado de California)19 para comprender la polarización política de los Estados Unidos en uno de los estados más pobre y conservador, Louisiana. En un ejemplo de cómo la empatía es necesaria para la construcción de conocimiento, entiende a los simpatizantes del Tea Party a partir del concepto de historia profunda, que luego también aplica a demócratas y progresistas: un relato que nos permite explicar el mundo a partir de valores con los que comulgamos, desestimando pruebas que demuestren que no estamos en lo cierto.

¿Cómo llega a los simpatizantes del Tea Party, tema que parece alejado de las principales preocupaciones de su obra? En el prefacio del libro describe su búsqueda por lugares de trabajo que fuesen compatibles con la vida familiar, una búsqueda que la había llevado a indagar en los diferentes problemas de las investigaciones de The Time Bind, Global Woman y The Outsourced Self. Las licencias por maternidad y paternidad serían bienvenidas en hogares con niños y niñas donde todos los adultos trabajan. Sin embargo, además de que estos beneficios tardan en llegar, muchos votantes de derecha se oponen a la idea de que el gobierno ayude a las familias trabajadoras. Impulsada por la necesidad de entender a la derecha, se preguntó cómo han llegado a pensar de esa manera y si era posible hacer causa común en algunas cuestiones. Así comenzó su viaje “al corazón de la derecha estadounidense”.

La sociología feminista de Hochschild se traduce en los qué de sus investigaciones: la soledad de las viudas, el trabajo emocional, los dilemas alrededor del trabajo doméstico, las presiones que las carreras profesionales generan en las familias, la circulación de cuidados en el mundo global, cómo las industrias culturales traducen valores en torno a la igualdad, las tensiones entre lo mercantil y lo íntimo, la importancia de la empatía y la necesidad de describir las historias profundas para saltar los muros que separan. Estos objetos de estudio no hacen feminista a su sociología, pero sí le permiten, como ella le contó a D’Oliveira-Martins (2018), introducir un ojo femenino para complejizar problemas que a la mirada androcentrista de la sociología, por miope, se le escapaban. Esos qué de su sociología feminista se nutren de su abordaje metodológico, o, como veremos, de los cómo.

El cómo: estudiando al yo sintiente

A lo largo de su obra, Hochschild se esfuerza por comprender lo que denominó el yo sintiente (2008). En una revisión de Goffman, mentor y amigo de Hochschild, le devuelve al yo o al self de su teoría la densidad emocional que le faltaba. Hacerlo visibiliza una dimensión descuidada por las —androcéntricas— teorías sociológicas. Para alcanzar el yo sintiente se necesita una sociología que comprenda los sentidos que las personas dan a sus prácticas y sus significados emocionales.

Coherente con tal premisa, su investigación se basa principal, pero no únicamente, en abordajes cualitativos. El estudio sobre la comunidad de viudas implicó observación participante. Esos casi tres años de trabajo de campo incluyeron entrevistas a distintas personas —viudas y también personal y familiares—. Además, consistió en dormir algunas noches en la casa de una viuda y así pudo dar cuenta de cuánto sonaba el teléfono.

El estudio sobre azafatas incluyó examinar manuales para empleadas, asistir a charlas formativas y de refuerzo que se hacían anualmente, entrevistas con azafatas y charlas informales. En esos talleres identificó el saber experto de las entrenadoras que controla y evalúa el emotional labor. Como ilustración de la imaginación sociológica propuesta por Wright Mills (1981), reconstruyó la historia del comercio aéreo de pasajeros. El trabajo de campo con cobradores telefónicos, de menor escala, consistió en entrevistas y observación en el trabajo. Encuestas sobre emociones a sus estudiantes contribuyeron a delinear su teoría.

The second shift (2012) supone un trabajo de campo de varios años. Después de recoger encuestas, organizó entrevistas con cincuenta parejas de dos proveedores. Luego seleccionó una decena de parejas que representaban rasgos compartidos para observarlas en sus hogares. La autora propone un enfoque naturalista —que postula una fusión con quienes investiga para aprehender la lógica de la vida social— que se distingue de un enfoque positivista. Como explica Hochschild, intentó formar parte de la vida de estas familias pasando desapercibida —como una mascota— para entender la dinámica de los hogares. Eso no implicó la no participación: abundan las charlas mientras ayudaba a tender la cama, a limpiar la verdura o jugar con las y los menores. Las conversaciones con otros actores de la vida familiar —docentes, familiares, vecinas y vecinos— permitió reconstruir la totalidad del cuadro.

Un objetivo de esa investigación es devolver el carácter emocional al mes extra al año. Basándose en estadísticas que mensuran la división sexual de tareas en los hogares, la autora sintetiza que, sumando todas sus cargas laborales y domésticas, las mujeres trabajan, en promedio, un mes más al año que los varones. Su enfoque no busca reconfirmarlo, sino comprender las tensiones y consecuencias emocionales que produce en los matrimonios. A planchar y cocinar, el listado de tareas contempladas agrega actividades como llamar a amistades y familiares para mantener la vida comunitaria.

Al estudiar la vida laboral y familiar de Amerco, Hochschild se sumergió en su cultura empresarial. Para ello frecuentó esta empresa preocupada por evaluar el impacto de sus políticas de conciliación laboral-familiar. Si bien el epicentro del trabajo de campo era Amerco, se extendió. Las observaciones la llevaron a espacios como la guardería de una de las 500 empresas más grandes de Estados Unidos. Al encontrarse con directivos y gerentes de ambos sexos, a partir de las fotos familiares en las oficinas quedaba claro cómo se involucraban con los cuidados: los varones las exhibían como trofeos para quienes visitaban su despacho, los portarretratos que tenían las mujeres miraban hacia ellas. El trabajo de campo implicó seguir a trabajadoras y trabajadores manuales, no manuales y jerarquizados a sus hogares y presenciar escenas de la vida cotidiana, dentro y fuera de la empresa.

La investigación para Global Woman (2003) y The outsourced self (2012) se basa en entrevistas a personas involucradas en intercambios mercantiles y su cruce con la intimidad. En su rol como investigadora, la charla la acerca a los sentidos que estas personas dan a sus prácticas, desde un lugar de respeto, confianza y sin prejuicio. Cuando entrevista a un asesor de perfiles para páginas web de citas y a una de sus clientas, busca entender los rankings que puntúan a usuarios. Al conversar con una familia en la que la tensión por comprar todos los materiales para un experimento escolar tenía a maltraer a una madre que buscaba hacerlo a la antigua juntando cosas de la naturaleza, no se quedó con el triunfo del mercado que estandarizó los criterios estéticos de cómo debía verse el experimento escolar. Por el contrario, reconstruir su historia le permitió ver cómo ese episodio se contrastaba con la ayuda que brindaban a un anciano que cuidaba caballos, a quien sentían de su familia.

El trabajo de campo de Extraños en su propia tierra (2018) se estructuró en varios niveles. Primero, en grupos focales facilitados por la suegra de un exestudiante que le brindó contactos y le prestó su casa para hacerlos. Luego, entrevistas con sesenta personas, muchas activas simpatizantes del Tea Party que la invitaron a clubes de campo y otros eventos, como la caravana que recibió en un aeropuerto al entonces candidato a presidente por el Partido Republicano, Donald Trump. Esa empática sensibilidad le permitió conocer los sentimientos de quienes la recibieron en ese sur pobre y la degradación que sentían al ser tratados como campesinos20 atrasados e ignorantes por los sectores progresistas.

Al devolverles la humanidad que ciertas críticas y análisis sociopolíticos sobre la derecha les mezquina a ciertos actores, Hochschild echó por tierra la hipótesis de que son tontos culturales21 manipulados por la cadena de televisión Fox News. Su propuesta metodológica, por lo tanto, repone el carácter emocional de personas que se encuentran, al menos en asuntos como la intervención del estado federal, en sus antípodas. De ese modo, al reconstruir sus experiencias de vida, pudo comprender que, paradójicamente, había muchos temas de preocupación que los unían, por ejemplo, el desastre ecológico.

Hochschild ensaya una propuesta metodológica mayoritariamente cualitativa, en diálogo con enfoques cuantitativos, históricos y documentales. Podríamos sostener que su sociología se trata de abordajes mixtos, pivoteando desde un enfoque cualitativo para reconstruir los sentidos que las personas dan a sus prácticas. Sin embargo, a ese señalamiento le falta el costado feminista de su sociología. Por lo tanto, comprender cómo las personas definen su situación y significan el mundo resolviendo sus problemas prácticos la lleva a incorporar en los cómo otras cuestiones: quién se encarga de mandar los saludos por las fiestas a familiares y amigos, cómo exhiben las fotos familiares directivos y gerentas, cómo se amortiguan en la intimidad las tensiones producto de una creciente tercerización de tareas, qué sienten los simpatizantes del Tea Party cuando medios liberales sostienen que, pobres ignorantes, son manipulados por Fox. Contemplar esas dimensiones le devuelve densidad emocional al yo sintiente. Para lograrlo, los qué investiga su sociología feminista se corresponden con los cómo. Además, como veremos, implica reconstruir desde dónde construye conocimiento.

El desde dónde: lo personal es político, y sociológico

Otra dimensión de su sociología feminista descansa en enunciar desde dónde construye conocimiento y reflexionar sobre su lugar como investigadora. La obra de Hochschild es un ejemplo de conocimiento situado (Haraway, 1995). Los elementos autobiográficos problematizan cuestiones como el interés por ciertos temas y sobre el lugar que ocuparon en el curso de sus investigaciones y de su experiencia personal como académica, en tanto “mujer en un mundo de hombres” (Hochschild, 2008, p. 325).

Tomemos el prefacio a The Second Shift (2012). En esas páginas explica cómo resolvió de modo premoderno —llevar a su bebé a la oficina— un problema tardío-moderno —compatibilizar cuidados con compromisos como profesora universitaria—. Inventaba citas para estar en la oficina en los horarios que debía amamantar. Eso que hacía, aunque disruptivo, no lo era tanto como si lo hubiera hecho un profesor. En charlas con colegas sobre el reparto de tareas domésticas con su esposo Adam, muchas mujeres le decían que era afortunada por tenerlo a él.

Esa fortuna introduce la reflexión sociológica sobre la división sexual del trabajo doméstico en hogares de dos proveedores, motivo del libro. De manera impresionista, su anécdota podría ser un lindo modo de presentar el estudio. Sin embargo, al relatar en primera persona cómo compatibilizan las tareas con su marido se sitúa en el universo social que analiza: el de las tensiones que enfrentan matrimonios de dos proveedores por la gran incorporación de las mujeres a la fuerza de trabajo y la negativa de los varones de repartir las cargas de la vida familiar.

De manera similar, la introducción a La mercantilización de la vida íntima (2008) contiene un breve relato de sus intereses académicos y políticos y su relación con su infancia. A partir del ejemplo de la tristeza de su madre en contraste con la alegría de su padre —que señalamos más arriba—, cuestiona la supuesta objetividad que debería definir al trabajo en ciencias sociales, entendida como una suspensión de los propios valores, como formulara Max Weber. Como advierte, gran parte de sus preguntas profesionales se dedicaron a responder los problemas que afectaban a su madre, de quien heredó esa sensibilidad para reconocer cuándo las cosas no estaban bien incluso cuando se lo negara.

Como hija de un diplomático, la experiencia de vivir algunos años en distintos países le llevó a darse cuenta de la importancia del entramado sociocultural que enmarca las emociones. Además, presenciar reuniones de trabajo de su padre le hizo preguntarse hasta dónde el comportamiento en esos eventos consistía en algo natural y cuándo comenzaba la actuación de los sentimientos (Hochschild, 2008). La explicitación del lugar desde dónde construye la obra está presente a lo largo de todo su The outsourced self (2012). En una introducción muy hochschildiana, relata los recuerdos que tiene de su abuela en una granja en el centro de Estados Unidos. Entre las anécdotas se incluyen aquellas sobre cómo, de manera colectiva, cooperaban para limpiar choclos. Aun cuando de pequeña no entendiera bien qué hacía y se quejara de las tareas, reconoce que la vida en la granja tejía comunidad.

El relato avanza hacia atrás y hacia adelante. Hacia atrás, cuando reconstruye cómo fue la historia de la granja de su familia, su apogeo y esplendor y cómo, por la mudanza de las siguientes generaciones, la vida en la granja fue apagándose. Hacia adelante, al contrastar cómo el trabajo colectivo de la granja, que incluye a parientes y no parientes de la comunidad, difiere de la creciente tercerización de actividades otrora realizadas en el hogar. Esa experiencia la tuvo de pequeña, cuando a sus doce años fue a vivir a Israel por la carrera de su padre. El trabajo doméstico repartido entre cocineros, sirvientas y choferes que provenían de distintos lugares del mundo le permitía entender a esta niña su posición en la escala social.

De su historia familiar sobresale una tía, una maestra que nunca se casó ni tuvo hijos. La tía, ya de edad avanzada, de una adulta Hochschild, es la última de su generación. Por los achaques de su edad, la tía Elisabeth necesita cuidados. Su único familiar no puede abandonar su trabajo como profesora universitaria en la costa oeste de Estados Unidos para cuidarla. Además, está la negativa de Elisabeth de dejar su hogar y mudarse a una residencia. El libro que analiza la creciente tercerización de la intimidad —de tareas viejas y otras de reciente creación—, entrega por fascículos las peripecias de la autora para resolver cómo proveerle cuidados a su tía, respetando sus condiciones. En paralelo a cómo los personajes del libro resuelven la tensión entre mercado e intimidad, la autora muestra que el tema la interpela como investigadora, pero también como familiar de una tía que quiere, pero no puede, vivir sola.

En esos modos en que Hochschild explicita su conocimiento situado, nos ofrece la posibilidad de ubicar cómo se involucra con sus objetos de estudio y sus consecuencias emocionales. Estas dimensiones se jugaron en todo el largo proceso de la investigación —cómo se acercó al tema y cómo realizó el trabajo de campo—. Sobre cómo fue pensada en la situación de investigación, cuáles fueron las limitaciones en el acceso a la información y sus implicancias queda especialmente claro en Extraños en su propia tierra (2018). Explica cómo algunos atributos se jugaron al hacer el trabajo de campo: ser mujer, de clase media alta, profesora universitaria, vivir en una zona progresista, entre otras. A lo largo del libro aparecen las interpelaciones de sus entrevistadas y entrevistados sobre cómo esa zona de Louisiana es, sin dudas, distinto de Berkeley. Pero uno de los rasgos más sobresalientes se debe a ser una mujer con el pelo canoso, pues ya pasaba los setenta años cuando se embarcó en ese estudio. En tanto gran parte de sus interlocutores eran adultos mayores, es posible que su pelo canoso la ayudara a acercarse a personas que, en apariencia, estaban en sus antípodas ideológicas. Además, pudo ver y comprender que aquello que era objeto de su interés y había motorizado la investigación —la polarización política— no era ajeno a sus informantes, sino que también les preocupaba.

La enumeración de atributos no debe leerse como una mera secuencia de rasgos. Como sostiene Rosana Guber (2014), la reflexividad en el trabajo de campo no puede contentarse con un check-list de las características de investigadoras e investigadores. Muchas veces, eso deriva en lo que Guber llama una reflexividad narcisa: explicitación, por compromiso o moda, sobre cómo nos percibimos o nos leen. Lo importante de la reflexividad radica en ver cómo esas categorías nos interpelan en el trabajo de campo, qué puertas nos abren y cuáles nos cierran, algo que Hochschild hace constantemente.

Un último punto sobre la reflexividad en las obras de Hochschild se refiere a otro momento: la repercusión de sus trabajos. En el prefacio a la edición 2012 de The managed heart (2012 [1983]), explica que el libro fue leído, releído, citado y criticado mucho más de lo que ella pensó. Eso la obligó, en ocasiones, a redefinir y aclarar qué se entiende por emotional work y labor. Pero la repercusión traspasa el mundo académico. Sus libros fueron nominados y hasta galardonados dentro de la industria editorial. Los prefacios a las ulteriores ediciones de The second shift (2012 [1989]) abundan en torno a las cartas que recibió de lectoras que se identificaron con Nancy Holt, una de las protagonistas del libro. También introduce cuando, a propósito de charlar sobre su libro en televisión, las personas de la audiencia le pedían su opinión.

Con todo, la sociología feminista de Arlie Hochschild hace uso plural de la reflexividad. Por un lado, al explicitar en qué lugar se inscribe para construir conocimiento. Por el otro, no pierde objetividad al transitar tensiones similares a las que reconstruye en su obra, sino que adquiere otra empatía. Finalmente, manifestar desde dónde construye conocimiento supone relatar, en ulteriores ediciones, la repercusión de sus obras. Esas repercusiones se deben a una forma particular de su escritura académica que refuerza su sociología feminista. Veamos cómo cuenta sus investigaciones.

El cómo cuenta: una escritura sentida que incorpora metáforas

Un rasgo que resalta en Hochschild, tal vez lo que nos cautivó desde un principio, es su escritura. Todos sus trabajos —libros, ensayos y artículos— proponen una escritura académica sensible. Cuando en Extraños en su propia tierra (2018) describe las diferencias entre su hogar en Berkeley, California, con las distintas ciudades de Luisiana, Hochschild construye un retrato impresionista a partir del cual vemos ambos escenarios. Las diferencias llegan a los vehículos de cada lugar —más transporte público y bicicletas en California, más pick-up en Luisiana— y los perros que complementan el paisaje: en California abundan los golden retrievers; en Luisiana, los pitbulls. Pues, los objetos puntuales dicen mucho: una pequeña caja de cartón donde ponía a su bebé cuando lo llevaba a la oficina de la universidad, la ventana en la guardería desde la que una niña saluda a su madre que sale con prisa en dirección a su trabajo en Amerco, el carrito con el que su entrevistado volcaba residuos tóxicos en las aguas de un canal en Luisiana son algunos ejemplos. Las descripciones adornan su obra, hacen inteligibles las situaciones narradas y contribuyen a reconstruir ese mundo social. Como intentamos demostrar, este estilo de escritura académica con giros literarios le aporta otra densidad a su propuesta.

Para ello seguimos el argumento de la filósofa feminista argentina Diana Maffia en torno a la epistemología feminista (2007). Maffia sostiene que algo que distingue a la epistemología feminista de la positivista —que oculta su androcentrismo en el supuesto universal— es la relación con el lenguaje. Mientras que el positivismo insta a un uso de lenguaje técnico, acartonado y objetivo, la epistemología feminista acude a las metáforas al explicar lo que investiga. Las metáforas, recurso fundamental en la obra de Hochschild, son una de las claves de su encanto.

En términos lingüísticos, las metáforas se basan en procesos de analogías, es decir, de relaciones. Tomemos el concepto de revolución estancada, como introduce en The second shift (2012). La gran incorporación de mujeres —especialmente madres casadas— puede asemejarse a la conversión de campesinos en obreros en contextos de la masiva migración del campo a la ciudad. Pero la diferencia, que conduce al estancamiento, es que ellas no cuentan con ese apoyo: mientras las mujeres contribuyeron a la adaptación de la vida familiar en las ciudades, los cónyuges de las ahora trabajadoras profesionales no hacen lo propio. Al no involucrarse en el reparto de las tareas domésticas, su peso cae sobre ellas, quienes se encargan de la doble jornada que da título al libro. Mientras no se desgenericen las tareas domésticas, la revolución se mantendrá estancada.

Otro ejemplo de sus metáforas se encuentra en el ensayo «Amor y oro», incluido en La mercantilización de la vida íntima (2008). A propósito de las cadenas globales de cuidado, traza una analogía entre el cuidado y las materias primas como el oro, que los países ricos extraían —y siguen haciéndolo— de países pobres y perpetúa esa división. Plantear que el cuidado es como el oro contiene sus limitaciones, tal como señala la autora. Si nos quedamos con el nivel descriptivo del lenguaje, seguramente encontremos inconvenientes mayores que los que propone Hochschild. Pero, siguiendo a Maffia, su sociología feminista apela al recurso de las metáforas con el fin de explicar y conceptualizar de otra manera para lograr un efecto de lectura mayor, además de recuperar un rasgo característico de esta figura retórica: su relacionalidad.

Al introducir analogía o proximidad entre dos términos, la metáfora incluye en sí misma lo relacional. Esa dimensión, piedra fundamental de la sociología como sostiene Pierre Bourdieu (2002), está presente en toda la obra de Hochschild y es facilitada por usos metafóricos. Cuando compara la revolución exitosa de los campesinos y el estancamiento de la incorporación de mujeres al mercado laboral, queda en primer plano un aspecto de la relación entre capital y trabajo que las teorías clásicas no contemplan: la reproducción de la fuerza de trabajo. Del mismo modo, cuando compara al cuidado con el oro descubre cómo la extracción de minerales o sentimientos de un país es necesaria para garantizar crecimiento económico en otro.

Las metáforas en la sociología feminista de Hochschild dan valor a dimensiones que desde otros posicionamientos teóricos y conceptuales no se ven. La revolución estancada no se acaba en describir dos tendencias macro solamente: implica ver cómo las personas intentan lidiar con ella para poder continuar con su vida. Cuando se equipara el amor al oro no se lo hace para cuantificar el cariño que se exportó de un país y ver si retornos como divisas podrían equilibrar las balanzas comerciales de los países: uno de los meollos es la carga emocional que sufren quienes forman parte de esa cadena de cuidado que permite vislumbrar cómo estas niñeras sienten que el amor hacia quienes cuidan se lo destinan a sus hijas e hijos que están al otro lado del mundo. La escritura de Hochschild, con metáforas y descripción que le devuelven humanidad a las y los protagonistas de sus obras, es una escritura académica sentida.

A diferencia de la crítica de Howard Becker (2011) al uso de este recurso, las metáforas de Hochschild además de devolverle humanidad al yo sintiente, reintroducen la relacionalidad de lo social, que muchas veces se pierde cuando las categorías se convierten en entumecidos constructos que opacan la realidad estudiada. Las metáforas desencializan construcciones analíticas que, de modo confirmatorio, terminan tomando por dado lo que buscan comprender.

Finalmente, su prosa agradable y sentida apuntala otra cuestión de la sociología feminista: su compromiso por comprender mejor el mundo para transformarlo. En tanto su narrativa describe intrincados procesos sociales que condicionan la vida de muchas personas, una escritura comprometida implica un esfuerzo por alcanzar un público amplio. Apta para todo público, no se requieren conocimientos de teoría sociológica para entender la densidad de lo que describe.22 Si bien dependiendo de nuestra cercanía con la teoría social y con determinadas escuelas podremos disfrutarla desde otros lugares, como muestra la recepción que tuvieron sus obras, el éxito editorial no se debe sólo a la profundidad de su análisis, sino también a cómo lo narra.

La sociología feminista de Hochschild se completa con la dimensión del cómo cuenta. Una prosa que no desprecia los detalles para complejizar la densidad de la vida de las personas que describa es una de las claves. Otra, el recurso a las metáforas como unidades de sentido que clarifican y agudizan las interpretaciones. La narrativa que incorpora lo metafórico se opone a la descarnada escritura positivista de una ciencia que desdeña las emociones. Las metáforas contienen en sí mismas la naturaleza de lo relacional, carácter fundamental para el pensamiento sociológico. Apelar a estos recursos estilísticos y de sentido revisten a su sociología de un horizonte democratizador: en última instancia, ¿para qué servirían las sesudas interpretaciones de lo social si no contemplaran la capacidad de re-sentir la realidad descripta?

Conclusiones: sociología para la cartera de la dama y el bolsillo del caballero

En estas páginas reflexionamos sobre la obra de Arlie Russell Hochschild como un caso de sociología feminista. Explicamos cómo ese doble apellido —socióloga y feminista— se reconocen en sus trabajos. Su adscripción a la sociología comprende formación de posgrado, reflexión crítica sobre las contribuciones de algunos sociólogos —que influenciaron en su pensamiento, revisión de los fundadores de la disciplina y otros menos canónicos— y diálogo con sociólogas contemporáneas. El segundo apellido está menos explicitado y, aunque dialoga de modo más indirecto con la tradición de pensamiento feminista, sus reflexiones y análisis dan cuenta de cómo el feminismo constituye una piedra basal de sus reflexiones.

Su sociología feminista no se acaba con la forma, también se traduce en el contenido. Nos embarcamos en cuatro claves que por sí solas no explican su sociología feminista, pero que en conjunto la estructuran. Entre los qué enumeramos las unidades de análisis de sus investigaciones para dar cuenta de cómo, desde un ojo femenino, se observan y complejizan fenómenos que pasarían desapercibidos a una sociología androcéntrica. Las cosas que observa su ojo femenino son coherentes con el cómo de sus investigaciones. Si bien utiliza varios enfoques metodológicos, se centra en métodos cualitativos para acceder a los sentidos de la acción y comprender los fenómenos sociales en situación. Aunque apela a otras perspectivas, alcanza a ese actor imbuido de sentimiento, el yo sintiente, por entrevistas, charlas y observaciones.

Un tercer rasgo radica en explicitar desde dónde construye conocimiento. En clave con el conocimiento situado de la epistemología feminista, en la obra de Hochschild identificamos cómo se relaciona con el tema de investigación y cuáles fueron los alcances y limitaciones de su presencia en el trabajo de campo. También abundan anécdotas biográficas que muestran una investigadora con historia y sentimientos. Por último, su reflexividad se traduce en el impacto en torno a la circulación de su obra, tanto en círculos académicos como no académicos.

El último rasgo de su sociología feminista radica en cómo cuenta sus análisis. A partir de una prosa amigable y con detalles, las personas de sus investigaciones no perdieron humanidad. Hochschild usa metáforas, característica de la epistemología feminista, para explicar complejos fenómenos. Al movilizar diferentes imágenes, las metáforas devuelven el carácter relacional de lo social sin perder la dimensión emocional de la experiencia humana. Esta escritura académica sentida es también comprometida: una prosa clara acerca sus reflexiones a personas fuera de la academia.

Por todo eso consideramos sus trabajos como ejemplo de sociología feminista. Reiteramos: cada atributo por sí mismo no lo explica, pero, de conjunto, se combinan para lograrlo. Esto no quiere decir, tampoco, que sea la única sociología feminista existente. Tanto la sociología como el feminismo son campos dinámicos en los que conviven tendencias y enfoques. Ésta, la de Arlie Hochschild, enfatiza la experiencia emocional de la vida humana. En el cruce de esas dos inscripciones es donde, justamente, reconocemos grandes potencialidades y aportes. Como sostuvimos a lo largo del artículo, esto supuso llevar temas y problemas del pensamiento feminista al corazón de la discusión de las agendas de investigación sociológica, incluyendo las revisiones epistemológicas y metodológicas implicadas en la producción conocimiento situado. Asimismo, en ese cruce, su singular sociología, interesada tanto en aquello que tiene lugar en contextos específicos como en las situaciones de la vida cotidiana asequibles por medio de un trabajo de campo intenso, prolongado y sensible, aporta rigurosas sistematizaciones y sólidos hallazgos en permanente diálogo con la teoría.

Como sostiene Bericat (2000), más que una sociología de la emoción, la de Hochschild es una sociología con emoción. Por eso, sus aportes pueden contribuir a una amplia variedad de campos. Por ejemplo, la sociología del trabajo, los estudios de familias, la sociología económica y la sociología política podrían encontrar en sus trabajos herramientas para iluminar diferentes cuestiones. Un asunto no menor para una disciplina que cuenta con varios padres fundadores (a los que se suman varios autores devenidos referentes ineludibles) mientras que son pocas las sociólogas reconocidas desde el punto de vista de sus aportes. Apta para todo público, la sociología feminista de Arlie Hochschild es flexible, inspiradora y adaptable; ideal para la cartera de la dama y el bolsillo del caballero. ¡No se la pierdan!

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Notas

1 Agradecemos los comentarios de Mariana Palumbo y Vanesa Vázquez Laba a una primera versión de este texto. Hacemos extensivo el agradecimiento a quienes evaluaron este artículo, cuyas sugerencias contribuyeron a reforzar sus puntos débiles.
2 En sentido amplio, incluye profesoras, investigadoras y estudiantes de distintos niveles.
3 Para estudios sobre cómo su sociología de las emociones se diferencias de otros autores, véase Eduardo Bericat (2000) y Madalena D’Oliveira-Martins (2018). Para un exhaustivo resumen de sus libros, véase Maria Da Gloria Bonelli (2003).
4 Como explica, se inspira en la noción de estrategia cultural de Ann Swidler para construir el concepto.
5 Mantenemos estas nociones en inglés en tanto la traducción al español como trabajo emocional no hacen justicia a su diferencia, como explicamos en el siguiente apartado.
6 Sin dudas consideramos a Simmel parte de la sociología; de todos modos, su estilo ensayístico contrasta con el espíritu positivista.
7 La misma Hochschild lo define a Veblen como sociólogo.
8 La imagen moderna de individuo está repleta de sesgos: de clase, de género, raciales, etarios, geopolíticos, etc.
9 El feminismo de los sesenta y setenta se abocó al análisis del rol de la mujer en el ámbito privado, a las desigualdades entre los géneros en dicho espacio y al problema de la sexualidad como parte del estudio de la relación público-privado (Vázquez Laba, 2019). Dentro de esta línea, al criticar las relaciones de poder existentes en el espacio privado, Kate Millet (2010) [1970] redefinió y amplió la esfera de la política convencional a un análisis del poder a escala micro (Amorós y de Miguel, 2007).
10 Expresiones como ojo femenino y cultura emocional femenina no hablan de aspectos esencializantes. Al contrario, hay un esfuerzo por rastrear procesos de socialización diferenciados entre varones y mujeres y ver cómo funcionan en los diferentes escenarios que estudia.
11 La noción “sociología de las emociones” fue acuñada por Hochschild en un texto de 1975.
12 Una nueva versión de estos trabajos se incluye en La mercantilización de la vida íntima.
13 Nuestra autora ha hecho significativos aportes al desarrollo de un campo de estudios que nuclea diferentes disciplinas y abordajes interesados por una agenda teórica renovada en torno a las emociones y los afectos, que se ha venido gestando desde las últimas décadas del siglo XX. Este “giro afectivo” repone la centralidad del actor sintiente, el cuerpo y la afectividad para el análisis social; el declive de la hegemonía positivista, el mayor interés por aspectos subjetivos y culturales de la acción social, la crítica posmoderna al modo en el que se produce el conocimiento, las reflexiones en torno a la modernidad tardía junto con el pensamiento feminista son los principales factores para entender su despliegue (Ariza, 2016). Como recuerda Eva Illouz (2012), las vinculaciones entre vida emocional y orden institucional son temas ya contenidos en los planteos feministas en torno a la esfera amorosa y la dominación masculina; sobre este último punto véase la nota 7.
14 A diferencia de lo que sucedió en otros contextos, en Argentina la obra de Hochschild circuló, en mayor medida, a partir de la introducción de este libro por la socio-demógrafa Catalina Wainerman. El subtítulo de su La vida cotidiana en las nuevas familias (2005) es el interrogante ¿Una revolución estancada?, introducida en The second shift. Esto implicó que se conociera a Hochschild como socióloga de la familia antes que como socióloga de las emociones, como sucedió en otras latitudes.
15 En julio de 2021, Rhacel Parrenas manifestó públicamente en Twitter que la noción de Hochschild de cadenas globales de cuidados implicó una reformulación —no de buena fe— de su propia noción de división internacional del trabajo reproductivo. Véase: https://twitter.com/rhacel/status/1420771291494182920
16 En los años ochenta y noventa, la literatura de autoayuda alcanzó centralidad en la industria cultural. Otras autoras y autores reconstruyeron sus significaciones culturales. Por ejemplo, Anthony Giddens (2004), Eva Illouz (2010), Christian Klesse (2007) y Ken Plummer (1995).
17 En inglés existen diferencias entre nannies, au-pair y baby-sitters. Como esas diferencias no son centrales para nuestro argumento, las traducimos a todas como niñeras.
18 Como veremos en otro apartado, el contraste argumentativo se logra a partir de la comparación de la vida familiar de sus abuelos y tíos a principio de siglo XX y lo sucedido en la primera década del siglo XXI. Este contraste recupera una preocupación fundante de la teoría sociológica: la tensión entre comunidad y sociedad.
19 No será la primera vez que Hochschild realice trabajo de campo fuera de California, como las entrevistas a mujeres dentro del circuito de subrogación de vientre en India, sino el primer trabajo de campo sistemático y extendido en el tiempo en otro lugar.
20 En el original, “red-neck”. Muchas personas se quejaban de que, por la corrección política, no podían decir la palabra con “n”, en referencia a “negro”, mientras que para “red-neck” no aplicaba la misma regla.
21 La noción de tontos culturales puede rastrearse en la obra de Stuart Hall (1984); recuperada por Carolina Spataro (2013) en un estudio sobre consumo musical y feminidades. Se la utiliza para referir a aquello que está por fuera de lo aceptable para los cánones estéticos, morales y políticos.
22 Aunque no sea representativo, esta anécdota lo ejemplifica: cuando uno de los autores, Maximiliano, le dijo a Marisa, su profesora de inglés, que la escritura de Arlie Hochschild le servía como inspiración, le pasó The second shift. Sin formación en sociología, Marisa se lo devoró y luego se sumó a nuestra cruzada hochschildiana recomendando el libro a otras estudiantes.

Recepción: 23 Septiembre 2021

Aprobación: 07 Julio 2022

Publicación: 02 Enero 2023

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